Edward.
Me dirigí a mí oficina con Marie pisandome los talones, sus pasos apresurándose intentando seguirme el caminar a medida que entraba en el espacioso lugar. Miré mi reloj. Suspiré aliviado al notar que aún tenía tiempo de sobra para salir de aquí y acudir a mí reunión con el padre de Elena.
—¿Hay algo urgente, Marie? —hablé dejando mi café en la esquina de mi escritorio.
Acomodé mi traje consciente de que Elena lo había...desarreglado un poco antes de salir. Apenas si había logrado buscar mi autocontrol en la basura para dejar de poner mis manos sobre ella y correr fuera de mi departamento.
Había planeado pedirle que se mudara conmigo, pero tenía miedo de su respuesta, aunque ahora pasaba más tiempo allí que en su propio lugar, sabía que le gustaba tener su espacio por si quería salir corriendo. No era linda de idea en mi cabeza pero tampoco quería presionarla y hacerla huir.
—De hecho, sí. —Me observó por encima de su montura negra esperando a que me sentara en mi lugar. Había olvidado las tantas veces que le había pedido que se sentara para hablarme y me había ignorado. Con el paso de los años dejé de hacerlo, mucho mas ahora que luego de varias semanas apenas estaba comenzando a demostrarme algo de calma en medio de la rabia—. Tiene alguien esperándolo en recepción.
La observé confundido.
—¿Tiene cita? —Tomé el bolígrafo junto a los papeles dispersos en mi escritorio. Plasmé mi firma esperando a que Marie continuara.
— No la tiene —me detuve en mi tarea para mostrar mi confusión. Ella no me pasaba a nadie que no tuviera una cita concertada antes.
—¿Y hablamos de esa persona entonces por? —cuestioné al ponerme de pie
—Porque estás jodiendo con mi hermanita, a falta de una palabra más...sutil.
Me giré a la puerta tragando en seco al notar la figura robusta de Jeremiah Morris. Sus ojos encontraron los míos, verdes como los de su padre, e igual de imponentes y amenazantes.
—De hecho, sí hay una palabra más sutil —espeté notando como Marie soltaba una carcajada, divertida por la situación.
Elena no me había dicho que vendría a la ciudad, mucho menos que se presentaría a mí oficina para hablar. O amenazarme más bien. Esperaba no tener que pagar caro lo que hice con Nicholas, no iba a aguantar su mierda por muy hermano de Elena que fuera.
Entró sin esperar más con los brazos cruzados en su pecho. Sus vaqueros y camisa azul dándole un aire de comodidad como el que yo tenía con mis trajes. Sus ojos mostraron gracia mientras sonreía por mis palabras.
—Entendiste mi punto. —Le dedicó una pequeña sonrisa a Marie, comprándola con el simple gesto—. Gracias por permitirme esperar.
La mujer se relajó y tras darle una sonrisa salió sin mirarme. Demonios. Hoy tendría que lidiar con los dos hombres presentes en la vida de Elena. No me había preparado para esto.
—Sientate —indiqué.
Caminó hasta llegar a mi escritorio sin tomar mi palabra, en cambio extendió su mano en mi dirección. La tomé con recelo notando que estaba apretando más de lo necesario por lo que hice lo mismo ganándome una sonrisa de suficiencia. No iba a jugar conmigo.
—Jeremiah Morris —se presentó—. Me temo que tú y yo no nos hemos presentado como es debido.
Asentí sabiendo que tenía razón.
—Edward Brown. —Una risa seca salió de su boca—. Debo asumir que no viniste solo a eso, ¿o sí?
Sin dejar de mirarme se sentó en la silla tras él, mi parte educada haciendo lo mismo y tomando mi lugar habitual frente a él.
— Asumes bien. —respondió. —Hace poco nos vimos y las cosas no estaban a tu favor. —si. Recordaba eso. Casi me follo a su hermana en la cocina de la mía. No fue una linda forma de vernos frente a frente por primera vez, sobretodo porque antes de eso, sus ojos lanzaban dagas a cada lugar donde yo me encontraba.
—Logré redimirme —dije encogiendome de hombros. Elena no le había dicho mucho sobre lo nuestro, estaba tranquilo por ese lado porque no quería golpearlo en nuestra presentación formal por quererse pasar de listo conmigo. Mis problemas con Elena los resolviamos los dos, no necesitaba terceros jodiendo y revoleteando por nuestras vidas.
—Eso logré suponer.
Su pie se colocó sobre su rodilla mientras su mano descansaba sobre su pecho.
—Verás, Edward —dijo mi nombre con cierta amenaza. Sonreí no cayendo en su juego. Hermano, yo estuve en tu lugar hace más de un año—. Conozco a Elena más que cualquier persona. —En eso se equivocaba, pero no lo interrumpí—. La protegeré con mi vida de ser necesario y si le rompes el corazón como casi lo hiciste hace un tiempo, iré por ti.
— No tendrás que tomarte la tarea —me incliné sobre mi escritorio para verlo más cerca. —No sucederá de nuevo. Esa mujer es mi vida y así espero que siga siendo hasta que me muera.
—No será mucho tiempo de vida si la lastimas —me amenazó y yo suspiré viendo mi reloj—. ¿Algún lugar importante a dónde ir?
Elena me había contado que ambos estaban trabajando en su relación con su padre por lo que no me importaba que supiera que luego de su patética manera de avasallarme, era el turno de su padre.
—Jacob quiere verme. —Una sonrisa burlona se extendió por su rostro.
—Y pensé que yo era el que te haría bajar de la nube en la que estabas con Elena. —Se puso de pie tendiéndome la mano, una sonrisa amistosa suplió la anterior—. Cuídala como ella merece ser cuidada, no solo tendrás el culo de mi donante de esperma sobre ti si lo jodes con ella, soy agente del FBI, no me interesa perder mi puesto si con eso te hago pagar —murmuró sonriente.
Tragué en seco esta vez pensando en sus palabras. No le tenía miedo y tendría que usar toda la maldita fuerza pública para impedirme llegar a ella si se alejaba.
—Lo tendré en cuenta. —El hombre era despreocupado y protector al mismo tiempo—. Enhorabuena por tu reciente paternidad.
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Editado: 19.04.2024