Fumble

CAPITULO 30

Edward.

Íbamos a perder la reservación en el restaurante, algo me lo decía.

El tráfico los viernes era un caos, pero lo que se llevaba la cereza del pastel era que Elena tenía veinte minutos buscando un par de zapatos que seguramente ya no encontraría.

—¿Le podrías ayudar? —pregunté en dirección a una Sasha que apenas si podía contener la carcajada que amenazaba con salir.

—Acostumbrate, Ed. Elena no saldrá de ahí por ahora.

—¡Los encontré! —Alabado sea Dios—. Les dije que estaban en el armario, no me tenían fe.

—A lo que no le tengo fe es a que llegaremos al restaurante a tiempo, cariño.

Ella resopló llegando a mí, luciendo jodidamente impresionante con el vestido azul hasta los tobillos que Emma le regaló por su cumpleaños. Elena había estado esperando el momento para lucirlo y luego de una larga semana, al fin pudimos encontrar un espacio entre nuestros trabajos para salir de casa.

—Luces hermosa como todos los días —anoté y ella me lanzó una mirada de «¿me estás jodiendo?»—. Para mí incluso en pijama luces hermosa así que no te quejes.

—Recuerdo cuando Owen me sacaba —comentó Sasha, mirando por encima de su hombro viendo al hombre que salió de la cocina con una espátula en la mano, apuntándola.

—¿Cómo que no te saco? —la retó—. Vístete ya mismo que vamos a ir a Queens a mirar las cámaras y así me digas el número de veces que hemos ido este mes.

Rodé los ojos, Elena soltó una carcajada y Sasha se lanzó a sus brazos, besándolo en un tono no apto para menores de edad.

Ni siquiera se dieron cuenta cuando salimos, demasiado ocupados con las manos sobre el otro para notarlo, y durante el trayecto al restaurante, Elena se quitó los zapatos que tanto buscó y como cosa rara, sus delicados pies fueron a parar a la guantera donde comenzó a patear ligeramente al ritmo de la música.

Ya ni siquiera me molestaba en pedirle que bajara los pies porque simplemente no lo haría.

—Mesa para dos a nombre de Brown —le dije al chico en la entrada el cual hizo una mueca viendo el reloj.

—Su mesa estaba reservada para hace treinta minutos, señor. Sabe que el retraso máximo debe ser de...

—¿Alex está? —pregunté, cansado. No iba a buscar otro maldito restaurante. El chico palideció ante la mención del dueño y chef estrella el cual me dijo que estaría aquí y cocinaría para mí luego de que le consiguiera ese maldito terreno en Atlanta con Elijah para que hiciera su nuevo restaurante—. ¿Está o no?

—El señor está...

—Llámalo y dile que Edward Brown está aquí, él dirá si tengo una mesa disponible o no.

Elena rio, pero se recostó en mi hombro a la espera del chico que se marchó y volvió con un Alex demasiado alegre. Sus ojos marrones se encontraron con los míos y no dudó en hacernos pasar, diciéndole al chico con una mirada de disculpa que yo tenía pase libre cada que me diera la gana de venir.

—No le dijiste nada malo, ¿o sí? —inquirí sentándome en mi lugar—. No quiero que lo despidan.

—Oh vamos, Brown, ¿por qué tipo de ogro me tomas? Son las reglas de mi restaurante las que estaba haciendo cumplir, de hecho, le daré un aumento. —Miró a Elena, tendiéndole su mano—. ¿Y esta hermosa mujer es...?

—Elena Williams —se presentó mi prometida, recibiendo su mano—. Un gusto conocerte.

—Oh, así que tú eres la señorita que tiene a este hombre llamando a mi número privado en busca de una reservación tardía que debió hacerse con un año de antelación. —Blanqueé mis ojos, pero sonreí. Lo hice—. Enhorabuena por su reciente compromiso, el banquete de su boda podría ser hecho por el mejor chef del país si me dicen con tiempo y encuentro un lugar en mi agenda.

—De la comida que nos prepares esta noche depende que te invite a mi boda así que no alardees demasiado.

Alex se marchó con una carcajada, pero nuestra comida llegó a tiempo, en condiciones y en menos de una hora, Elena ya quería marcharse rumbo a mi departamento. Estaba un poco achispada con la cantidad de vino que había tomado y no dejaba de subir su pierna por la mía, pidiéndome que nos marcháramos.

—Toma agua —se la tendí—, luego nos vamos.

—No quiero agua —se quejó—. Quiero sexo.

Las personas cerca nos miraron y ella sonrió.

—No estoy borracha, lo hice a propósito porque ya quiero irme y te estoy hablando enserio, Edward Brown.

Bebió del agua, poniéndose de pie, riendo.

—¿Nos vamos? —Su mirada cayó y perdí su atención al mirar más allá—. Mierda.

—¿Qué?

Ella se sentí de golpe, dándome una sonrisa ladeada que terminó siendo una mueca cuando una figura trajeada se instaló junto a nosotros en la mesa.

—Elena, que casualidad encontrarte por aquí. —Ella le sonrió a medias, pero los ojos saltones de James Davidson se encontraban en su escote mas que en su cara—. Un gusto verte, Edward.

—¿Cómo estás James? —Iba a ser cortés solo porque lo era por naturaleza, pero sabía que este imbécil estaba tras Elena desde hace tiempo—. ¿Nuevos proyectos en camino?

Que enviaré a la mierda si siques mirando a mi novia.

—De maravilla, mucho más ahora que veo a tan hermosa mujer. —Estaba seguro que la saliva saldría de su boca en cualquier momento—. Escuché que estás haciendo negocios con Jacob —esta vez me miró de reojo—, ¿por eso están aquí? No he visto a Jacob en un tiempo.

Sí, desde la vez que le preguntaste si podías salir con mi mujer.

—No, de hecho estamos aquí por otras razones.

Elena se puso de pie y lo perdí al momento en que se mareó debido al alcohol y fue el imbécil el que se atrevió a poner sus manos en ella a pesar de que ya había encontrado soporte en la mesa y en mí cuando me levanté. La mano de James quedó entre la cintura de Elena y mi mano.

—¿Qué razones? —Sus ojos se clavaron dudosos en mí y en la forma en que me estaba conteniendo para no explotar por su manera tan poco disimulada de mirar a Elena como si quisiera comérsela.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.