Hace ocho meses que había abandonado la Universidad, por eso ver a tantos estudiantes alborotados como un panal de abejas. Me resultaba melancólico. Los buenos momentos que viví con mi grupo de amigos, quedará guardado en un rinconcito de mi corazón. Ladee la cabeza, buscando a Cat, o Mariano, al no dar con ellos me moví del pasillo en el que me encontraba. Me puse en marcha dirigiendome al parqueo. Donde se daría un buen show.
La brisa de la mañana era, fría, daba señales que llovería una cantidad, no muy bonita. La chamarra amarilla, no era suficiente para sentirme abrigada, pero me convencí que aguantar frío valdría la pena. Escondí mi cuerpo entre un muro, que me daba una buena vista, hacia mi víctima; Jordan.
Jordan iba con su grupito de amigos; Dante, Joel y Daniel. Los cuatros iban riéndose, haciéndose bromas entre sí. Daniel recorrió unos pasos adelante de ellos, se paralizó al ver el auto rojo de Jordan, en el estado que estaba.
— Jor...jor...Jordan — advirtió, señalando lo que tenía ante sus pupilas.
Trate de no reírme, pero no pude evitar una carcajada, cuando vi el rostro asombrado, y avergonzado de Jordan.
— ¿Qué...qué...?...¡¿quién diablos hizo esto?! — preguntó encolerizado.
Mentiría, si dijera que no estoy disfrutando verle tan enojado, por algo que yo provoque. La venganza, es muy dulce. Me abrí paso, entre el público que se había hecho, alrededor de mi ex novio. Trataba de borrar a toda costa, lo que estaba escrito en el carro. Lástima, era una pintura difícil de quitar. Remoje mis labios, y con entusiasmo inquiri: — Jordancito, mi amor. Fui yo, quien escribió y le hizo eso a tú nene. Sabes yo no quería hacerlo, pero lo que me confesaste ayer que te terminé. No podía quedarse así. ¿Como yo una alma tan buena, iba dejar que las chicas no supieran que tienes herpes, y de paso tú pene es tan pequeño, que hasta un niño de cuatro años te gana?. No cariño, ay que ser justo. Y tú sabes muy bien que yo soy muy justa. — Concluí guiñándole el ojo.
Todos estallaron en murmuros, yo solo sonreía con inocencia. Después de todo no había hecho nada; solo había pinchado las cuatro llantas, escribi con pintura blanca, y letras mayúsculas: Tengo herpes por favor no acercarse, además que mi pene es demasiado pequeño.
Eso no era nada.
Las mejillas de Jordan, tomaron un color escarlata, con los iris inyectados de furia pura. Miraba a todo su público negando.
— ¡No!, ¡no le crean!, ¡ella está loca! — dijo refiriéndose a mí persona.
Me acerqué a él unos cuatro centímetros más.
— Esto es para que veas, que a Aisha nadie la engaña, sin llevarse un regalo. — Aludi haciendo referencia al auto — .Y esto — nuestros rostros quedaron a milímetros, y viéndole tragar grueso. Le propine un golpe en su entrepierna — ,porque se me da la gana.
Jordan se puso blanco como una hoja, ni siquiera podía hablar. Sus labios se fruncian, conteniendo alaridos. Mordi mis labios, aguantando la risa. Sus amigos hacían caras de lástima.
— No quisiera estar en sus zapatos. — Escuche decir a Dante, antes de alejarme.
Movilize mis pies, a llegar a una parte alejada, fuera de miradas curiosas. No me gustaba ser el centro de atención, aunque a veces era un imán. No quise parar un taxi, no andaba suficiente dinero en mi bolsillo, además que me gusta caminar. Siempre me preguntado ¿cómo sería un mundo donde todo sea gratis, que no tengas que trabajar para comer, o que no te critiquen por cómo vistes? Son preguntas que nunca serán respondidas, ya que algo así no existe, solo en mi imaginación. Tararee una canción que no se me salía de mi cabeza, el camino se me hacía más corto, a medida que avanzaba en la calle. Pege mi rostro al vidrio de una ventana, notando que dos caras muy conocidas estaban dentro de ese café.
Examine la hora en mi reloj de mano, pero deje de verle al percatarme que me había puesto el equivocado. Era mi otro reloj de aguja, el que no le entendía ni papa. No sé ni porque lo había comprado. Verifique la hora en mi móvil. Siete con cuarenta minutos. Tenía veinte minutos para llegar a mi trabajo. Entre en la habitación, sintiendo la calidez en el ambiente, en mi campo de visión apareció una mesera, con el menú en mano, antes que llegara a mí, caminé silenciosa en dirección a la pareja que estaba en una de las mesas más escondidas. No repararon de mi presencia, por estar sonriendo el uno con el otro.
Tosi falsamente.
— ¡Aisha! — dijo Cat levantándose.
Mariano me sonrió, apuntando la silla que estaba a su lado, para que me sentará. Hice caso a su pedido. Cat vestía una blusa roja, escotada, de esas que estaban a la moda, pero que muchas veces ella me había propuesto usar una. Pero que con el resto de los meses que hemos convivido juntas, se convenció que yo no cambiaría mi forma de vestir, y simplemente me aceptó tal y como era. Al igual que su novio.
— ¿Dónde has estado?, te he buscado en la casa de tú tía, pero siempre que voy nadie me recibe. — Inquirio Cat, pasandome un café caliente con leche, que le había pedido hace un instante a la camarera.
Mariano se comía un pastel de piña. Aturre la cara, a mi no me gusta la piña.
— Trabajando — Contesté como si nada.
— ¿Deberás? — me miró con desconfianza.
Asentí.
Es lo único que pasaba haciendo, cuando dejé la Universidad me propuse como meta, trabajar y ahorrar dinero, para pagar mi mensualidad si algún día regresaba. Es un sueño muy lejano.