"La primera vez que le vi quise estar a su lado para siempre, pero él ya tenía ocupado ese lugar"
B.M
Apoyo un brazo del hermano de Celina en mi cintura y el otro lo paso sobre mis hombros para que se pueda detener. Su contextura se balancea llegando casi arrastrarse por el piso. Cierro la puerta y coloco al joven con cuidado en la cama de su hermana. Me muevo rápidamente por un trapo mojado para limpiar su faz maltratada. Paso el trapo por sus manos que están raspadas con la piel desollada. Sus gemidos de dolor me abruman, prosigo limpiando con más delicadeza. Pongo una rodilla en la cama para llegar a su rostro, el se mantiene quieto con los párpados cerrados.
¿Cómo Ezar puede hacerlo esto? Es tan desalmado. Este muchacho parece de la misma edad que su hermano, ¿ a caso cuando le hizo esto no pensó que alguien más podría hacerlo lo mismo a Baltazar? Es inaudito de su parte, creo entender porque la gente de Gaelania no lo quiere como Rey. Al tener poder está sobrepasando sus límites. Es un dictador.
Quisiera darle algo de ropa, pero en esta habitación no hay nada para hombres. Respiro. Celina sabrá que hacer con él, espero.
—Soy Aisha, compañera de trabajo de Celina. Iré a llamarle. — Le comunicó.
El chico se revuelve.
—No..d-ej-a qu-e ella ve-nga. —Dice titubeante y esta vez cae desmayado. La tortura lo ha consumido. Me aproximó a tocar su frente. Caliente. Tiene fiebre.
Permanezco inmóvil por un momento al segundo siguiente busco en las gavetas del cuarto. Algo de medicina tienen que tener mis compañeras. Vacío cada gaveta y me frustro al hallar en cada una solo velas, toallas de cocina, más velas, más toallas. No hay nada. No puede ser que no tengan ni siquiera un frasco o pastillas.
Me doy por vencida.
La puerta de la habitación se abre. Y suelto un largo suspiro al ver el rostro conocido de Celina. Pero no en las condiciones de hace ratos. Esta lívida y hay sangre seca por su nariz, y uno de sus ojos esta rosado. ¿Qué le ha pasado?
—Celina ¿quién...?
—Es por mi hermano, por el vínculo. —Murmura con el semblante arrugado de padecimiento.
Comparten el vínculo.
Ve a su hermano y sacude la cabeza con aflicción. Al notarle tan decaída le ayudo a sentarse en mi lecho. Con ligereza enjuago una toalla y se la paso por todo su cara. Al igual que hice con su hermano. El jovencito al cabo de unos breves minutos extiende sus ojos, despertando. Noto que su ojo ya está sano. Al igual que su piel. Se ha recuperado en cuestión de minutos.
—Celina — Expresa mirando a su hermana con ternura.
Celina se pone de pie y sin vacilar abraza a su hermano con mucha fuerza. Les escucho llorar a ambos.
—Mauro, hermano. Me has hecho mucha falta—Sollozo—. Pensé que jamás volvería a verte. Mamá dijo que no podíamos vernos, nunca. —Llora Cel mientras se aprieta más cerca de él.
El corazón se me encogen. Ellos...no se han visto en mucho tiempo.
Mauro se enjuaga las lágrimas y le sonríe con afecto a su hermana.
—Escape. — Dice. Celina se exalta. — El rey Ezar me descubrió y quería encerrarme en las mazmorras. Pero si dejaba que lo hiciera jamás podría verte hermana. Así que no me quedo más remedio que asesinar a un guardia, para huir. Pero en el camino me encontré que el Rey Ezar me había seguido y apenas pude escapar de las garras de el.
—¡Mauro! ¿Por qué lo hiciste? Mamá dijo que cada uno debía permanecer en el lugar que ellos nos escogieron. ¡No debiste venir aquí!
Mauro toma de las manos a su hermana.
—Celina, tenía más de trescientos años sin verte. ¿Cómo podía no querer ver a mi hermana pequeña? —murmura Mauro.
Celina vuelve a soltarse a llorar en el pecho de su hermano mayor. Mauro la mantiene cerca suyo, viéndole con mucho cariño. Sus ojos escanean el aposento hasta dar con mi fachada. Me ve fijamente por un instante para después sonreírme angelicalmente. Le sonrío. Su cabello es negro como el de su hermana, pequeños mechones le caen en su frente y sus ojos son azules profundos. Su piel es blanca. Tiene un rostro bonito. Parecen gemelos él y Celina.
Cel se pone de pie de repente con una expresión de pánico.
—Mauro tienes que irte. Ahorita. No puedes estar aquí.
Mauro abre sus labios para negarse. Celina no lo deja hablar.
—Hay un reglamento— Masculla Celina.— Nadie en esta fortaleza puede tener comunicación con un habitante del reino de Ezar de lo contrario va para la torre de castigos. Ambos.
Mierda. Había olvidado el reglamento. Miro a Celina con alarma.
—Hay que sacarlo de aquí. Y no pueden verte, Cel.
No deseo que ninguno de los dos sufra la furia de Sabas. Debo ser yo quien saque a Mauro de esta fortaleza, si me descubren no me hará nada. Solo ruego que si lo hacen sea cuando ya Mauro esté fuera.
Mauro me voltea a ver con el ceño fruncido. El aún no entiende o no sabe que Sabas es peor que Ezar. Levantó mi almohada y sin importarme que ellos me vean tomo la daga y la ubicó entre una bolsa de mi vestido. Más tarde le explicaré a Celina porque tengo una daga en mi dominio. Ahorita no es prescindible.
—Yo lo sacaré. Tú quédate y vigila que nadie nos vea salir. — Indico. Mientras jalo a Mauro para que se posicione a mi lado. El me mira aún con cara de no saber que está pasando. Es tan ingenuo.
—Yo voy también— Farfulle Celina con la voz irregular. —No puedo dejar que vaya sola, Aisha. Por favor, es mi hermano. —Suplica.
Suspirando, acepto. Ella es la primera en salir para inspeccionar que nadie nos vea huir con su hermano. Con rapidez me hace señas que salgamos. Y así continuamos hasta arribar en la cocina. Por suerte no nos hemos encontrado con nadie lo cual es muy ventajoso para que Mauro se vaya sin trabas. Eso es lo que pienso hasta que veo venir con pasos apresurados al moreno gigante que me trajo con Celina. Rápidamente sin explicaciones empujó a Celina y Mauro dentro de la cocina y les hago señas que se escondan.