Game Ósver

Traumas del pasado

Al día siguiente, Ósver le propuso a Ailice ir a una conocida fábrica de quesos a las afueras del valle de Moquegua para comprarle quesos gouda a su mamá, Margarita. Ailice estuvo de acuerdo, ya que era fanática de los quesos gruyer y paria, y aprovecharía para comprarlos. Ósver permaneció en el automóvil, incapaz de subir los numerosos escalones del lugar. Poco después, Ailice regresó con los quesos y los guardó en la maletera. Habían planeado almorzar en algún restaurante del distrito de Los Ángeles y disfrutar de una agradable tarde juntos.

Durante el trayecto, Ailice cantaba con intensidad las canciones de rock en español que sonaban en la radio y cruzaba miradas con Ósver, dedicándole algunas estrofas. De pronto, un animal apareció en la carretera. Ailice giró bruscamente el volante hacia la izquierda para evitar atropellarlo, pero perdió el control del vehículo. Este chocó contra un poste, derribándolo, y terminó cayendo en un canal de riego de considerable profundidad.

El auto comenzó a hundirse rápidamente. Ailice quedó inconsciente tras el impacto, mientras el agua ascendía peligrosamente, alcanzándole el cuello. Desesperado, Ósver logró desabrocharse el cinturón de seguridad y, en total pánico, trató de liberarla, pero sus esfuerzos eran inútiles. El sonido del agua llenaba el interior del coche, ahogando sus gritos de angustia. En ese instante, una mano lo jaló por detrás. Eran campesinos de la zona que habían presenciado el accidente. Sacaron a Ósver primero y, con esfuerzo, lograron rescatar a Ailice antes de que el auto quedara completamente sumergido. Justo cuando la sacaron, un patrullero que rondaba por la zona llegó al lugar. Uno de los policías le practicó respiración boca a boca, y tras unos momentos de tensión, Ailice volvió en sí, tosiendo con fuerza mientras recobraba el aliento.

Ósver, sentado en el suelo pedregoso, mojado y cubierto de barro, se sintió inútil. Se consideraba una carga, un lastre, incapaz de ayudar a Ailice en su momento más crítico. «¿Seré capaz de arruinar su vida y hacer que cargue conmigo el resto de sus días?», pensó, mientras veía como le colocaban el collarín a Ailice, para después subirlos a las ambulancias que habían llegado minutos atrás.

Horas más tarde, en el hospital, los médicos confirmaron que Ósver solo tenía ligeros raspones y moretones. Ailice, sin embargo, no había corrido con la misma suerte: se había fracturado el brazo izquierdo y una costilla. Aquella noche fue larga y tensa para ambos, pero la mañana siguiente trajo consigo algo de alivio. Los padres de Ósver recibieron el documento de alta médica para que pudiera regresar a casa.

Su mamá lo llevaba en silla de ruedas hacia la salida del hospital, mientras su padre se fue a conseguir un taxi con los abuelos. En ese momento, Ósver vio a los familiares de Ailice en la sala de espera y le pidió a su mamá que se desviara para ir donde ellos, porque quería preguntar cómo estaba Ailice. Al acercarse, miró a la mamá de Ailice, junto a Adolfo, y le dijo:

—Señora, buenas tardes. Soy Ósver, amigo de Ailice. Estuve con ella en el auto ayer en la mañana. ¿Cómo se encuentra ella?

—Sé quién eres. Por tu culpa, mi hija casi se muere. ¿Quién te crees para venir aquí y preguntar por ella? Además, no creo que mi hija haya estado conduciendo; ella maneja muy bien. Seguro que tú estabas conduciendo y por eso tuvieron el accidente...

Margarita, no soportó que maltrataran a su hijo e interrumpió a la señora, y le dijo:

—Mire, señora, mi hijo no conduce ningún vehículo debido a sus limitaciones físicas que le impedirían manejar cualquier tipo de automóvil, incluso una bicicleta. Y si acaso hubiera manejado el automóvil de su hija, ¿quién le permitió conducir en esas condiciones? Entonces, ¿quién sería el verdadero responsable de tal negligencia? Ni el padre de mi hijo ni yo, que soy abogada, creemos que Ósver sea el responsable. —Tras estas palabras, se retiró junto con Ósver.

Ósver era un náufrago a la deriva en un mar de culpabilidad y remordimiento. Aquel encuentro con la mamá de Ailice le revivió viejos traumas del pasado, como cuando doña Filomena lo había culpado del accidente de su hijo Édgar. Ahora lo mismo le estaba ocurriendo con la mamá de Ailice. Mientras lo llevaban hacia la salida del hospital, Ósver pensaba a cada minuto: «Si no le hubiera sugerido ir a comprar quesos, Ailice no habría sufrido esto».

Durante la semana, Lemuel y Margarita tomaron decisiones sobre el futuro de Ósver. Consideraban que Moquegua le otorgaba demasiadas libertades y, como consecuencia de estas, ponía su vida en peligro. Entonces, Margarita, como le iba bien en su trabajo de abogada independiente y tenía dos estudios jurídicos, uno en Moquegua y otro en un departamento alquilado en la ciudad de Tacna, prefirió mudarse a la semana con Ósver hacia esa ciudad. Acordaron que cada mes los abuelos viajarían a visitarlo.

Durante esas semanas, Ailice no se comunicó con Ósver ni él con ella. Por otro lado, Kike se enteró, después de dos semanas, del accidente de Ailice. Ellos limaron asperezas y fortalecieron su relación. Ailice no quiso decirle a Kike que Ósver había estado involucrado en el accidente, y mucho menos que había tenido una aventura con él. Kike también se enteró que Ósver se había mudado a Tacna, pero nadie quiso darle la dirección. Intentaba comunicarse con él, pero cada vez que lo llamaba, la operadora lo redirigía al buzón de voz. Le enviaba correos electrónicos sin obtener respuesta. En Messenger tampoco aparecía en línea. Ósver parecía haber desaparecido del mapa. Kike no lo volvió a ver más por Moquegua.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.