Game Ósver

Una vieja caja musical

Cinco años después de que Ósver se había ido de Moquegua, Kike cumplió su deseo de ser padre y ya había tenido un par de mellizos con Ailice: un niño llamado Abel y una niña llamada Iyabel, ambos de cuatro años. Kike se sentía realizado; la felicidad de ver a sus hijos crecer y como se apoyaban en sus travesuras no tenía precio. Sin embargo, aún le faltaba cumplir un sueño: tener su propio centro de fisioterapia. Por el momento, trabajaba en un centro de rehabilitación terapéutica privado de un médico fisiatra. A veces diferían en el diagnóstico y en el tipo de terapia que debían ofrecer a los pacientes, pero al ser un subordinado, tenía que obedecer.

Un día, mientras Kike le daba terapia a Ailice por su parálisis facial, ella expresó:

—Cariño, estoy cansada de vivir en una casa alquilada. Me encantaría conseguir un ascenso y ganar más.

Kike, mientras le masajeaba las sienes, respondió con calma:

—Tranquila, amor. Ya tenemos el terreno. Solo necesitamos esperar un par de años para construir la casa. Sabes mejor que nadie que pedir préstamos al banco nos endeudaría toda la vida.

—Sí, lo sé. Yo que trabajo ahí no lo sabré —suspiró Ailice, y se dejó llevar por la tranquilidad del momento.

Después de terminar la sesión de terapia, Kike se encaminó hacia la habitación donde solían dormir; buscaba sus nuevos electrodos, recién comprados para su máquina portátil de «electroestimulación». Sin embargo, su atención fue capturada por una vieja caja musical que Ailice había traído de la casa de su finada bisabuela. Los contornos redondeados, tallados con las vetas del roble, parecían narrar historias de antaño. Se acercó y la tomó entre sus manos. Al entrar en contacto con ella, sus dedos se impregnaron del aroma a roble viejo que emanaba la caja musical; esta tenía un pequeño cajoncito, y al abrirlo, descubrió unos aretes de plata antigua junto con la bolsita de tela que contenía los yaces que Ósver le había devuelto a Ailice. Kike tuvo la impresión de haber visto esa bolsita de yaces en el pasado, aunque no logró recordar cuándo ni con quién.

Luego se dirigió a la casa de un paciente en período post-operatorio de rodilla. Mientras le aplicaba el ultrasonido terapéutico, su mente divagaba en torno a aquella bolsita de yaces que había encontrado. Después, colocó los electrodos en los cuádriceps del paciente, y ajustó el tipo de corriente y la duración de la electroestimulación. Tras completar el ciclo de estimulación eléctrica, procedió a masajear los cuádriceps y a guiar al paciente en una serie de ejercicios sobre la camilla. Al concluir la sesión de terapia, Kike se retiró y condujo de regreso a su casa. Era domingo y tenía planes de ir al cine con su familia. Sin embargo, la bolsita de yaces seguía rondando en su mente. De pronto, en una intersección, un vehículo de transporte público se pasó el semáforo en rojo, pero Kike lo divisó a tiempo y frenó en seco. El incidente le aceleró el corazón y le hizo recordar dónde había visto la bolsita de yaces: la había encontrado en la antigua casa de los abuelos de Ósver, cuando lo ayudó a mudar sus juguetes cinco años atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.