Game Ósver

Una sospecha

En el cine, sentado junto a Ailice y los niños, Kike no podía quitarse de la cabeza varias preguntas que le carcomían como termitas en madera vieja: «¿Por qué diablos Ailice tiene esa bolsita de yaces que, según Ósver, era de su prima? ¿Me habrá mentido? ¿O será que siempre fue de Ailice y me tomó por idiota?». Kike entendía que, si la bolsita era de Ailice, Ósver debió habérsela dado en algún momento.

Después de la película, mientras los niños jugaban por la sala, Kike no aguantó más. La siguió hasta la cocina y, antes de que Ailice preparara una infusión, le preguntó:

—Amor, ¿de quién es esa bolsita de yaces que está en la caja musical?

—Es mía, cariño. Mi bisabuela bordó mis iniciales en la bolsita y metí los yaces que compró mi mamá cuando yo era niña.

Kike confirmó que la bolsita de yaces era de Ailice, pero no quiso seguir preguntándole. «Quizá Ósver se la devolvió por algún otro medio; no creo que se haya atrevido a dársela a Ailice en persona, y menos en su condición», pensó con una sonrisa de incredulidad.

Después de unos meses, un viernes por la noche, Kike estaba en la sala con Ailice viendo un programa de televisión. Sus hijos jugaban frente a ellos. En ese momento, Iyabel lanzó una pelotita de plástico, y Abel fue a recogerla. Kike observó la forma peculiar en que su hijo Abel se agachaba para recoger aquella pelotita de plástico. Luego, Kike recogió una pelotita de las tantas que había en el suelo y llamó a Abel, diciéndole:

—Hijito, recoge esta pelotita de nuevo.

Le lanzó la pelotita y observó cómo su hijo se agachaba con las piernas estiradas, para luego erguirse apoyándose en sus muslos. Entonces, le preguntó a Ailice:

—Amor, ¿Abelito siempre se agacha y se levanta de esa manera?

—Sí, cariño. ¿Acaso no conoces a tu hijo? Trabajas demasiado. Sales de la clínica del fisiatra y luego atiendes a pacientes particulares. Necesitas pasar más tiempo con tus hijos.

Imagen tomada de [https://carlosorellanaayala.com/2019/09/07/distrofia-muscular-de-duchenne/], utilizada con fines educativos y descriptivos. No me pertenece, todos los derechos de la imagen pertenecen a sus respectivos propietarios.

Kike se levantó y llevó en brazos a su hijo a una habitación donde había una camilla. Lo acostó y comenzó a examinarle las piernas. Descubrió que las pantorrillas de Abel estaban agrandadas y endurecidas. Al principio pensó que podría ser algo genético, dado que su familia paterna tenía la tendencia a tener piernas y pantorrillas prominentes. Sin embargo, notó que Abel se erguía de manera peculiar. Esto lo alertó y no comentó nada a Ailice para no preocuparla.

A la mañana siguiente, Kike llevó a sus hijos al fisiatra. Quería buscar una segunda opinión y le pidió de favor que los examinara. El fisiatra evaluó a los niños y comparó las pantorrillas de Abel con las de Iyabel. Notó que las de Abel eran más grandes en comparación con las de Iyabel. Esto inquietó a Kike, y una sospecha se le metió en la cabeza. Más tarde, dejó a los mellizos con sus abuelos, los padres de Kike, quienes se ofrecieron a cuidarlos mientras él y Ailice trabajaban. Sin perder tiempo, se dirigió a la casa de los abuelos de Ósver. Tocó la puerta, y la abuela Lucía salió:

—Señora Lucía, ¿cómo ha estado usted? Disculpe que la moleste, pero me gustaría que me diera la dirección de Ósver en Tacna para poder visitarlo. Han pasado cinco años desde la última vez que vi a mi amigo de infancia. Le pido por favor que esta vez sí me lo diga.

Las palabras de Kike conmovieron el corazón de la abuela Lucía, quien lo conocía desde niño y siempre había apoyado a su nieto. Entonces, le entregó la tarjeta de abogado de Margarita, la madre de Ósver, diciéndole que ahí estaba impresa la dirección y el número de contacto para que pueda ubicarlo.




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