Javier siempre se creyó el más listo de la calle. Su especialidad: hurtos rápidos y fugas a toda velocidad. Nadie lo atrapaba, nadie lo superaba, y según él, era "imparable". Pero hasta la mejor racha tiene su final.
Una tarde, vio a una señora mayor contando billetes en una banca del parque. Era el golpe perfecto: rápido, sencillo y sin riesgos. Se acercó sigilosamente, le arrancó el fajo de las manos y salió corriendo a toda velocidad. Lo que no vio fue el cartel luminoso de "PISO MOJADO" justo delante de él.
El impacto fue glorioso. Su pie resbaló como si estuviera en una pista de hielo, y su cuerpo realizó un giro acrobático antes de aterrizar de espaldas. Pero lo mejor vino después: justo frente a él, una escultura de bronce con forma de torre inclinada tambaleó… y cayó directo sobre su cara. CRACK.
Para cuando llegaron los paramédicos, Javier estaba tendido en el suelo con un gesto de incredulidad en su rostro y el botín esparcido a su alrededor. La señora, con una calma admirable, recogió sus billetes y siguió su camino, como si nada hubiera pasado.
Moraleja: el karma no siempre se toma su tiempo. A veces, solo necesita un suelo mojado y una estatua con ganas de participar.
Game Over.
Editado: 04.03.2025