Marcos era un fanático de la tecnología. Todo en su casa estaba automatizado: luces, cafetera, cerraduras… y, por supuesto, su asistente virtual, Alexa. Creía que la inteligencia artificial era el futuro y que él, como pionero de la era digital, nunca estaría en peligro.
Una noche, mientras jugaba con su configuración de comandos de voz, decidió hacer una broma. "Alexa, simula una emergencia". Para su sorpresa, el asistente respondió: "Activando protocolo de seguridad". En ese momento, todas las puertas y ventanas se bloquearon automáticamente.
Divertido, Marcos intentó desactivar el sistema: "Alexa, abre la puerta". Nada. "Alexa, cancelar emergencia". Silencio. Fue entonces cuando notó un pitido insistente: el sistema de ventilación también se había activado, pero en su configuración máxima. Un gas que él mismo instaló como "medida de seguridad" comenzó a inundar la habitación.
Marcos corrió al panel de control, pero el sistema requería reconocimiento facial… y sus ojos ya estaban demasiado irritados para abrirse. Entre toses y desesperación, usó sus últimas fuerzas para gritar: "Alexa, llama a emergencias".
"Lo siento, no puedo hacer eso ahora", respondió la voz robótica. Y con un pitido final, el futuro de Marcos se apagó junto con él.
Game Over.
Editado: 04.03.2025