Carlos tenía un solo talento: perder dinero. Desde apuestas deportivas hasta juegos de cartas, su mala suerte era legendaria. Pero él no se rendía, convencido de que algún día la fortuna le sonreiría.
Una noche, en un casino clandestino, decidió apostar todo en una sola jugada. La ruleta giró mientras contenía la respiración. La bola rebotó, saltó y finalmente cayó en el número equivocado... otra vez. Entre risas y burlas, los jugadores le sugirieron una última apuesta: un "cara o cruz" con un matón de la casa. Si ganaba, recuperaba su dinero; si perdía... bueno, nadie quería explicarle esa parte.
Convencido de que su suerte cambiaría, aceptó. La moneda voló, giró en el aire y cayó al suelo. "Cruz", dijo el matón con una sonrisa siniestra. Carlos apenas tuvo tiempo de decir "¿Puedo pedir doble o nada?" antes de que todo se pusiera negro.
Game Over.
Editado: 19.03.2025