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Chapter 3

CAPITULO 3

 

~ A L E X A N D E R ~

 

No sabía hasta que hora me había quedado la noche anterior en la galería, se acercaban fechas donde todo se volvía un desastre, Navidad siempre era de las festividades más odiadas y amadas, pero cuando se trataba de trabajo, me vestiría de San Nicolás si la ocasión lo ameritaba.

 

Mi hermano había estado jodiendo por un largo tiempo de que fuera con él a Estados Unidos, él ahora tenía una agencia de autos de lujo… Otra más. Ya tenía 6 en Reino Unido, Henry Kirkman era un presumido de primera, no podía dejarme en paz con mi galería de Arte, nuestro padre y abuelo habían sido excelentes coleccionistas de todo tipo de obras de artes por eso ahora me dedicaba a cuidar de ellas, de hacer negocio.

 

—Vamos Alexander —La noche anterior debía admitir que me sobre pase con el Whisky. Ahora tenía una resaca del carajo, no podía moverme de la cama, pero aun así tenía que ir a trabajar, apenas era miércoles y ya me estaba muriendo.

 

Antes de levantarme, tomé la cajetilla de cigarros que siempre tenía cerca. Sé que era un vicio horrible, mi padre me lo había dicho mil veces, pero tanto estrés me había llevado a tener un par de vicio no muy buenos. Para mi padre yo era el malo de sus tres hijos, pero no por tener ciertos vicios no quería decir que yo era la oveja negra de la familia… ¿O sí?

 

Ya me había comenzado a doler la cabeza de solo pensar en eso, no era de pelear y menos con mi padre, además Henry había hecho cosas peores, él había sido quien manchó nuestro apellido con sus tonterías. Si era verdad yo había gastado muchísimo dinero en un par de cosas que me hacían feliz. Mi padre tenía una pequeña fortuna en obras de arte, yo tenía la mía coleccionando consolas de videojuegos.

 

Mientras me terminaba el cigarro eche la vista a uno de mis estantes más preciados.

 

Apenas era una pequeña parte de todo lo que tenía, por eso no dejaba que nadie entrar a ciertas habitaciones de mi casa. Estaba orgulloso de ella, mi familia había pensado que era una pérdida de dinero, pero muchas de las consolas o juegos que tenía valían miles y miles de euros, no era una tontería, solo que muy moderno para que lo pudiera entender mi padre o mi hermano que ya rozaba los 50, yo soy joven, apenas tengo 31.

 

Sonó mi celular y era Robbie, mi asistente y segunda al mando de la galería, era una mujer que había estado trabajando conmigo desde hace más de 4 años, era una de las personas que más confianza tenía. Después de una conversación fugaz y de un regaño de su parte, me di cuenta que era momento de ser un adulto responsable. Me levanté de la cama sin ánimos, pero con la idea de que si yo no trabajaba nadie más lo haría por mí.

 

Era verdad que muchas veces había hecho un par de estupideces, estuve a punto de la quiebra hace dos años, hoy podía de decir que eso estaba en el pasado, no era un tonto como muchos creía, solo que tenía gustos diferentes. Ni siquiera había querido casarme, no creía en eso, vi como el matrimonio de mi hermano terminó mal y todo había sido su culpa. Así que no quería tener que firmar un papel junto a una persona que posiblemente no vaya a ser mi para siempre, no quería eso para mí ni para mi familia.

 

Luego de un largo y merecido baño ahora me sentía mejor, tenía mejor ánimo para salir a trabajar, mi trabajo era organizar las exposiciones, conseguir coleccionistas que estuvieran dispuestos a presentar las obras que tuvieran y, por supuesto, darles espacio a nuevos artistas, pero esos eran en eventos diferentes que hacíamos cada semana, pues teníamos temáticas cada día. Ahora estoy organizando para dentro de dos semanas una exposición de autos de lujo y antiguos, entre ellos estarían un par de los Kirkman, los Rinaldi también tenían de esos y prestarían un par, ahora debía conseguir más. Cosa que no siempre era algo fácil de hacer.

 

—Buenos días señor Kirkman —Robbie habló una vez entré al segundo piso de la galería, no éramos los tipo freaks que eran amantes del arte, ella era una mujer muy elegante, alta y de un cuerpo que era la sensación siempre, siempre que podía me echaba un par de piropos y, a veces, era correspondida, pero no me gustaba aprovecharme de mi rango como jefe, Santino Ronaldo había hecho eso y ahora tenía un hijo con su ex secretaria, se notaban muy enamorados, hace no mucho había sido la boda y Henry me arrastró hasta esa fiesta que nadie me invitó.

 

Pero yo no podía imaginarme en esa situación, ya que sentía que era como pescar en pecera, era demasiado sencillo “conquistar” a una empleada en la posición de jefe. Cuantas veces no habíamos visto los casos donde la persona en menor rango se sentía condicionada en estar con su jefe por presión y por no perder su puesto de trabajo.

 

No, no quería eso para alguien que trabajara conmigo.

 

—Buenos días señorita... ¿Cómo amaneció? —Interrogue caminado hasta mi escritorio. Me encantaban los muebles de color negro, mi casa estaba llena de esa madera. No era tan fácil conseguir piezas grandes de Ébano real, pero cuando la veía, sabía que debía ser mía. Uno de mis problemas más grandes en mi personalidad era lo impulsivo que podía llegar a ser, no tenía control cuando quería algo, por eso muchas veces me había metido en problemas. Pero sinceramente no era que me importara demasiado meterme en problemas ya no era un niñato, ya tenía la suficiente madurez para saber cómo salir de problemas.

 

—Le tengo buenas noticias, tendremos una de las primeras versiones de un Ferrari en nuestra exhibición, debemos cuidarlo muchísimo pues tiene un valor altísimo y si lo regresamos con una sola raya tendremos que pasar 5 millones de libras para repararlo. —5 millones que no teníamos, evidentemente. Fruncí el ceño pensando que no podría ser buena idea tener un auto como en la exposición, los accidentes siempre podrían suceder. Además, vi los documentos que me pasó Robbie, conocía a esa mujer.




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