¿ganar o besar?

Prólogo




- Vamos, Reyna, sino llegaremos tarde.

¿Tarde? Pero si ya estábamos aquí.

No sabía qué hacía en este sitio. Después de que Estela estuviera durante un mes pidiéndome que la acompañara había aceptado. No me había contado exactamente a que íbamos pero esa era una lucha perdida, sabía lo que podía conseguir. Lo único que me había dicho era que íbamos a ver unos amigos suyos.

Al entrar, me di cuenta que no era lo que yo pensaba exactamente. Mientras que desde fuera parecía el típico bar de barrio, dentro la cosa cambiaba. Sí que estaba la clásica barra, pero en el otro lado, había una especie de escenario y todas las sillas frente a él estaban ocupadas. Habíamos venido a un espectáculo.

- ¿Me has traído a un teatro? - giré a mirarla como si fuera una muñeca diabólica.

No es que no me gustaran pero no era lo que quería después de una semana de estudio. Además, había que ver los gustos de Estela, podían ser bastante raros.

- Shh, - la persona de su derecha se había girado a mirarnos, había hablado muy fuerte - ¿No te conté que uno de mis amigos estaba en una compañía de baile?

No, no lo hizo. 

Espera, creo que sí. 

No le importó que no contestara porque siguió hablando como si nada.

- Pues el otro día conocí a algunos de ellos y me dijeron que tenían una actuación ...

-Espera, me dijiste que la compañía de tu amigo era muy buena, ¿por qué bailan aquí? ¿no me habrás vuelto a engañar?

A ver, el local no era malo pero el tamaño del escenario daba para teatro, no para bailar. Era demasiado pequeño. No sería la primera vez que me decía una cosa para convencerme de ir a algún sitio y después no era verdad. Tras tantos años de relación me esperaba cualquier cosa. Ella aguantaba mis liadas y yo, las suyas.

- Es el local de un amigo, de vez en cuando lo han utilizado para ensayar y le debían un favor.

Se encogió de hombros como si eso lo explicara todo. En mi cabeza no lo hacía pero no seguí indagando. 

Durante la conversación me di cuenta que el chico de la derecha seguía mirándonos, había escuchado todas nuestras palabras . Mientras que nosotras nos habíamos quedado en la barra esperando nuestras bebidas él no tenía nada en la mano. Estaba apoyado en el taburete tranquilamente con una gorra en la cabeza. 

- Vamos, tenemos que coger sitio. 

Me arrastró mientras yo seguía mirando al chico.

Durante las siguientes horas experimenté la vergüenza más grande que recuerde en mi vida. En el momento en que se abrieron las cortinas y empezó el espectáculo mi amiga empezó a gritar y a celebrar como si estuviera en un concierto de metal. No paró en ningún momento, solo empeoró cuando apareció su amigo. 

En esos  momentos yo ya me estaba preguntando por qué había salido de casa pero lo que lo remató fue cuando vi que había bailarines entre el público y, uno de ellos, era el chico de la gorra. El mismo que me había escuchado criticarlos. 

Yupi, estaba esperando que me lo presentaran. 

Aunque... lo mejor tenía suerte y no lo hacían. Solo pude tener esperanza.

Una vez acabada la presentación no tardó mucho en despejarse el local. La mayoría de personas habían ido a verlos y podía entender el porqué. Se movían todos de manera coordinada y no importaba que el escenario fuera pequeño. Habían conseguido que una coreografía que se daba por partes y en la que el foco iba cambiando de un sitio a otro  se entendiera como un todo, como un único espectáculo. Si no fuera por Estela  lo habría disfrutado el doble o incluso el triple.

Veíamos a la gente salir con tranquilidad mientras los camareros recogían los vasos. En poco rato solo quedábamos nosotras y los trabajadores, algunos de ellos nos miraban pero todo eso acabó cuando salió el amigo de Estela del camerino. Si antes había dicho que no podía sentir más vergüenza me equivocaba. 

Estela se levantó tan rápido que el taburete en el que estaba sentada cayó al suelo y se llevó con él una bandeja de vasos. 

Escondí la cara entre mis manos mientras la sacudía. 

No podía ser. 

El ruido había hecho que todos las personas de la redonda se acercaran. Más de uno se quedó parado en cuanto vió la situación. Era un poco raro ver a dos personas actuando como monos y a una tercera mirándolos con desesperación. 

- Me vais a pagar la vajilla que habéis roto - habló alguien con una voz cortante y seca. El dueño había aparecido. 

- Vamos primo, te lo pago yo. Vale la pena ver la cara de la gente. - Había hablado alguien detrás de mí. Me giré, con cuidado de no tirar más cosas, a ver quién era. Delante de mi había un chico con el pelo mojado que tenía la mano extendida, saludándome.- Encantado bonita, soy Lucas. 

Ese día me quedaron tres cosas claras:

No podía fiarme de Estela para estas cosas.

Lucas era el primo del dueño del sitio.

Y Lucas me había oído criticarlos a todos.

 



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En el texto hay: verano, baile, amor

Editado: 21.09.2024

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