Tardó unos minutos más en la llamada hasta que pudo despedirse y durante todo lo que duró me estuvo mandando miradas de auxilio. Yo solo podía reírme mientras lo miraba.
Tenía que venir del estudio porque había venido con un chándal gris y una camiseta de manga corta. Su pelo rubio estaba mojado lo que hacía que tuviera un color más oscuro y que sus ojos verdes brillaran más.
Desde que había llegado se había pasado la mano más de cinco veces por el pelo, haciendo que la parte de delante le cayera en la cara. Me estiré a apartárselo de la frente y al sentir el contacto se apoyó en mí. No aparté la mano de su cara y la llevé a su mejilla durante unos minutos dónde él aprovechó para dejar besos en mi palma.
Solo faltaba que colgara y ese momento hubiera sido calma y tranquilidad total. Nos quedamos así hasta que colgó.
- Hola - aprovechó mi mano en su mejilla para cogerla y tirar de mí.
Sentí como sus manos se enredaban en mi pelo y me acercaban a sus labios. En el momento se tocaron nuestros labios me derretí. Desde el primer momento en que nos besamos había sido capaz de dejarme sin habla, sin capacidad de pensamiento. Además, si teníamos en cuenta que había pasado el tiempo y yo cada vez lo quería y necesitaba más, bueno, podríamos decir que eso no había cambiado. En todo caso había empeorado.
Se separó de mi suavemente, dejando pequeños besos en mi boca, sin dejar que nos separáramos. Mis manos se habían movido a su cuello y estaba jugando con su pelo.
- Hola - para hablar nuestros labios se rozaban. Desde esta distancia podía verle las ojeras y el cansancio en la cara. Estaba agotado.
- He pensado que podíamos ir al estudio y pasar un rato allí - me miraba a los ojos, intentando ver mi reacción.
Desde hacía unos meses se había propuesto enseñarme a bailar, aunque fuera un poco. Yo le había dicho desde siempre que era un palo, que las escobas se movían mejor que yo pero no le importaba. Más de una vez había conseguido arrastrarme al estudio y había intentado que aprendiera algo, importante la palabra intentado. Todavía no se apreciaban mejoras, por lo menos para mí, porque más de uno decía que iba mejorando pero los conocía demasiado bien. Aunque las risas no las cambiaba por nada.
Me hubiera ido directa al estudio con él si no fuera por sus ojeras. Me había contado como tenía tanta faena de tantos sitios que no estaba durmiendo. Lo mejor que podía hacer era irse a dormir un rato pero no me lo iba a reconocer nunca.
- Tengo una idea mejor - recorrí los centímetros que nos separaban para dejarle un beso en los labios.- He encontrado la película que querías en internet. ¿Vamos a tu casa a verla y pasamos un rato solos?
Llevaba unos días intentando conseguir una nueva película de acción para verla en casa pero no lo había logrado. Las primeras veces que quedamos fueron para que me enseñara sus películas favoritas y, desde entonces, había sido tradición ver alguna película a la semana siempre que pudiéramos.
Durante los días que no lo había visto me había encargado de preguntarle a todos mis amigos si podían encontrarla y a recorrerme todas las páginas que conocía junto a todas las tiendas posibles. Al final, había dado sus frutos.
- ¿En serio? - asentí, viendo como se le iluminaban los ojos - eres la mejor. Vamos a verla.
Parecía un niño pequeño, en un momento arrancó el coche y se dirigió a su casa. No pude evitar reírme.
- ¿Qué tal por casa? - apoyó su mano en mi pierna mientras conducía.
Mi madre llevaba unos días insoportable con las maletas y la comida para llevarse al pueblo. No podías pasar más de una hora en casa sin querer arrancarte los pelos.
Suspiré.
- Me has salvado de una buena. Lleva toda la mañana organizando cosas pero no se da cuenta que ya está todo hecho - me miró intentando esconder una sonrisa. - No te rías anda y mira la carretera. Tú no la has visto abrir veinte veces la nevera en menos de cinco minutos.
- ¿Tú lo tienes todo ya?
- Todo hecho y voy a pasar el mínimo tiempo posible allí dentro hasta que nos vayamos.
Todos habían sido lo suficiente inteligentes para huir, mi padre se había ido a dejar cosas en el trastero a las nueve de la mañana y todavía no había vuelto. Por lo menos no se había ido a comprar tabaco.
Mientras que mi hermano, Alex, no lo había escondido mucho, directamente se había ido a almorzar y no había vuelto, eran casi las dos de la tarde.
- ¿Has conseguido que vaya Estela? - sentí como me acariciaba la pierna mientras entraba al garaje. - Me dijiste que su madre no lo veía bien.
- Digamos que a Estela no le ha importado mucho lo que haya dicho su madre. Lo último que sé de ella es que estaba preparando la maleta. Tengo veinte mensajes de ella preguntando que debería coger y que no.
- ¿Estás segura de que le has dicho dónde vais? ¿No le habrás engañado?- Me miró con una sonrisa juguetona. Acababa de aparcar el coche en el garaje.
- ¿Yo? Para nada. - Puse la mano en mi pecho, haciéndome la ofendida.
Nos miramos durante unos segundos antes de echarnos a reír. Los dos conocíamos a Estela lo suficiente para saber que daba igual lo que le dijeran, ella iba a hacer lo que quisiera.
- Ya me dirás lo que lleva.
Bajamos del coche y se fue a coger una bolsa del maletero. Había acertado, venía del estudio.
- ¿tú qué has hecho hoy? Venías del estudio, ¿no?
Me cogió la mano mientras subíamos al piso.
- Sí, tu tienes a tu madre y yo tengo a mi primo paranoico. Está empeñado en que hay que cambiar una coreo y no sé cuántas veces tengo que decirle que no hay tiempo para ello.
Al acabar de hablar abrió la puerta. Desde la primera vez que lo vi quedé sorprendida con su apartamento. Había sido propiedad de su familia desde siempre y cuando Lucas y Leo necesitaron mudarse de su casa su familia les dió el piso. No era muy grande, lo suficiente para dos personas. Eso sí, habían heredado los muebles de su familia y se notaba. No tenía nada que ver con ninguno de los dos.