¿ganar o besar?

Capítulo 3


- ¡Dale a tu cuerpo alegría Macarena, que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena! ¡Dale a tu cuerpo alegría macarena! ¡Eehhh, Macarena!

A qué mala hora me había dejado los auriculares en casa. No podía dejar de repetirlo desde la media hora de viaje. Hasta ese momento todo había funcionado muy bien. La radio estaba puesta y existía la variedad. Pero una vez se fue la cobertura todo cambió.

Mi madre sacó de la guantera el viejo disco que tenían de música y podías encontrar La Macarena o Tengo el corazón contento, que no sería un problema si no fuera por el coro de voces desafinadas que le acompañaban constantemente. Después de casi dos horas de viaje se hacía pesado. 

Echaba de menos mis auriculares. 

Álex había tenido suerte, en el momento se había sentado, se conectó su música y a los cinco minutos estaba dormido. Llevaba media hora planteándome el despertarle para que compartiera mi sufrimiento. 

A Estela también la podría haber despertado pero desde que había entrado al coche no había pasado nada bueno... Digamos que estaba más verde que otra cosa y se había tomado dos pastillas para el mareo, no quería que me vomitara encima. Eso hubiera acabado de hacer el viaje peor de lo que ya era.

Piensa en cosas bonitas, Reyna, piensa en cosas bonitas. No seas mala. 

Lo único que se me ocurrió fue la despedida con Lucas. Al salir de su apartamento le expliqué con más detalle la conversación con mi madre.

- Entonces, no le has dicho a tu madre cuánto tardabas, ¿verdad? - tenía cara de estar ideando algún plan pero no sabía exactamente cuál. Las esquinas de sus ojo se arrugaban un poco y su mirada se iluminaba.

- Exacto, ¿por? ¿qué estás pensando?

- Es una sorpresa. 

Subimos al coche y, en vez de tomar el camino a mi casa giró en otra calle. Me giré, curiosa por saber dónde íbamos. 

- Si no sabe dónde estabas podemos tardar un poco más. ¿Qué te parece una merienda?

Acabamos en el parking de un McDonald's comiéndonos unas hamburguesas.

- ¿Y cómo van las cosas en el estudio? ¿Ya sabéis dónde vais? - le pregunté con las patatas en la mano. 

Habíamos tirado los dos asientos hacia atrás y estaba sentada con las piernas cruzadas apoyada en la ventana. 

- Es Julia quién lleva esas cosas pero por lo que nos ha dicho lo tiene todo cerrado menos uno.- Paró un momento para beber de su botella.- Eso no quiere decir que nos vaya a decir que sitios son. 

Sí, me lo podía imaginar. 

Digamos que Julia era una persona peculiar. Fue la primera en decir la misma noche que nos conocimos que íbamos a acabar juntos, que había tenido razón, sí. Pero fue un poco kamikaze decirle cuando prácticamente nos estábamos tirando de los pelos.

- Oye, pasar el verano bailando y viajando. Puedo imaginarme destinos peores. 

Me miré las manos mientras me quitaba la sal de los dedos cuando noté como me levantaba la barbilla para mirarme a los ojos.

- Sabes que si pudiera me cambiaría por ti, ¿verdad? - Su mano se movió a mi mejilla para rodearme la cara. - Además, me vas a tener a una llamada.

Giré un poco la cara para dejar un beso en su mano durante unos segundos. 

- Lo sé, pero no te preocupes. Yo voy a estar perfecta.- Le sonreí todo lo creíble que pude.

Digamos que en el pueblo gente de mi edad había poca y mientras que Alex había encontrado en ellos sus mejores amigos, yo compartía pocos intereses con ellos. Por no decir ninguno.

La última vez que... 

Pensamientos bonitos, Reyna, pensamientos bonitos.

- Así me gusta verte, sonriendo. Tienes la sonrisa más bonita que he visto, ¿te lo había dicho antes?

Sí, muchas veces. Pero eso no evitaba los colores que me estaban subiendo por las mejillas. Giré un poco la cara antes de echarle valor y responder.

- La verdad es que sí pero puedes decírmelo siempre que quieras. - Sonrió al ver el color de mis mejillas, y de mi frente, bueno de toda la cara y en vez de frenarlo se acercó y me susurró antes de besarme. 

- Tranquila que te lo diré siempre.

Sip, esos eran pensamientos bonitos. 

Fue una buena despedida.

Pude mantenerme entretenida de esa forma, sin escuchar los berridos, el resto del camino.

El calor me golpeó en el momento puse un pie en el suelo. Habíamos llegado a un pequeño pueblo de campo, donde se dedicaban al campo y se notaba.  Aunque estaba bien comunicado, tenía un pueblo al lado con muchísimos más habitantes, más importante, este había conservado su encanto rural. Por dónde ibas te podías encontrar tractores y herramientas del campo. Se había avanzado un poco, algunas mujeres ya llevaban el tractor, pero muchas de ellas se dedicaban a la costura o a su pequeño huerto mientras que los hombres salían al campo.

Durante años este había sido el pueblo de mi abuela, hasta que se mudó a la ciudad y conoció a mi abuelo. Tuvieron cuatro hijos: Santi, Luis, Bea y Lara, esta última mi madre. Cuando eran pequeños mis abuelos los habían traído todos los años a veranear aquí y esa tradición había pasado a nosotros, sus nietos. 

De normal podíamos ir y venir, no hacía falta que nos quedaramos todo el verano pero este era el cumpleaños ochenta de mi abuela y sumado a las fiestas del pueblo habían otras festividades repartidas por todo el mes en su honor, no nos lo podíamos perder.

Le mandé un mensaje a Lucas mientras salía.

"Hemos llegado, avísame cuando sepas dónde vas."

A los pocos segundos sonó el móvil.

Ping.

"Todavía no nos lo ha dicho pero no tardará mucho.

Sonríe un poco y pásatelo bien, preciosa." 

No pude evitar hacerle caso y sonreír. Definitivamente me conocía demasiado.



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En el texto hay: verano, baile, amor

Editado: 21.09.2024

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