"Hansel Eliot"
Empecemos por resumir "vida universitaria"; lo normal sería pensar que es estudiar lo que a uno le gusta y recibirse con el título, aunque yo le agregaría unas cosas más como: ir a fiestas, levantarse con resaca, no dormir, tomar café la mitad del día, estudiar todo a último momento, amar tu carrera, odiar tu carrera, estresarse, llorar, maldecir tu existencia como ser humano, y lo último que yo le agregaría es que tu mejor amigo de un metro noventa se cayera encima tuyo por estar jugando a los "empujones". Si. Me torcí el maldito tobillo.
—¡Hace media hora estamos en espera! —gritó furioso Kevin y no lo culpaba, mi tobillo latía cada vez más fuerte por el dolor y estaba segura que me lo quebré —. Por favor señorita, trate de apurar un poco más las cosas.
Tragué una risa cautelosa y lo tiré de su camisa para que se sentara a mi lado.
—Intenta relajarte, ya te dije que si tienes que irte, eres libre de hacerlo —rodé mis ojos algo divertida —. No quiero que me terminen echando junto a ti del hospital.
—Gemma no pueden demorar tanto para hacer un simple chequeo, además ni loco te dejaré sola. Todavía me sigo sintiendo culpable —me miró de arriba abajo y sonrió de costado —. Pero admite que tuviste algo de culpa.
—¿Es en serio? Si mal no recuerdo tú me empujaste, y no sólo eso —elevé mis brazos indignada —... ¡Tiraste todo tu peso de marmota encima mío!
Kevin rodó sus ojos mientras suspiraba profundamente.
—Te acompaño hasta el médico y luego te burlas de mi peso. Que fea jugada Peterson.
—Pensé que viniste porque te sentías culpable —lo miré fijamente intentando buscar alguna lógica a sus palabras.
—Obvio, y también para ver si encuentro algún doctor Shepard para mí —mordió su labio inferior y tapé mi boca para reprimir una carcajada.
—Kevin —lo reté por lo bajo mientras empujé su pierna a un costado.
Luego de esperar unos minutos más, me ingresaron a la sala de urgencias y me colocaron un suero para el dolor, mientras que Kevin se fue al baño.
Era impactante ver cuanta gente herida entraba y salía en camillas, no sé si es el día o mi mala suerte pero había demasiadas personas que demandaban ser atendidas, y por lo visto poco personal médico. Seguramente era mala suerte.
Me llamó la atención ver una zapatilla de ballet a un costado de mi camilla. Alcé mi vista disimuladamente, y vi que a mi lado había un chico de cabellos rojizos con sus ojos totalmente cerrados.
Traté de no mover tanto mi tobillo y tomé la balerina entre mis manos.
—Disculpa —dije intentando llamar su atención —. Creo que ésto es tuyo —intenté sonreír de costado, aunque un dolor punzante hizo que se viera más bien como una mueca.
Éste abrió sus ojos y me sorprendió ver el color de ellos. Nunca antes había visto un azul tan eléctrico y brillante.
Sentí que me estudió con la mirada, y no me percaté de su vestimenta hasta que se puso de pie.
Cada parte de su cuerpo se marcaba a la perfección, y cuando digo cada parte, es cada parte.
Su postura era impecable, y nunca llegué a pensar que un bailarín de ballet sería tan impactante.
—Si, gracias. No me habré dado cuanta cuando se me cayó —estiró su mano hacia la mía, y sentí sus dedos tocar mi palma lentamente mientras retiraba la balerina.
Dios, debí parecer una idiota.
«Reacciona Gemma»
Sacudí mi cabeza y alcé mi mirada hasta su rostro de gestos bien marcados. Sus cabellos estaban desordenados y pude notar una leve capa de sudor que recubría toda su frente.
«¿Acaso le pusieron droga o algo a ésto?» pensé mientras miraba el suero conectado a mi antebrazo.
Lo único que rogaba, es no estar babeando.
Mierda necesitaba a Kevin, sentí que estaba dando vergüenza.
—De nada —apreté mis labios algo nerviosa y rompí contacto visual rápidamente.
—Eso se ve feo —sentí su voz a un costado mío e hizo que me sobresaltara un poco —. Lo sé porque yo he sabido sufrir de esos esguinces, ¿Practicas algún deporte?
Si, practiqué empujones con mi amigo una y otra vez.
—No, fue sólo una caída que tuve —dije obviando la parte del peso de marmota —. ¿Tú también te lesionaste? —dije intentando entablar alguna especie de conversación.
—No... —dijo en una sonrisa mientras subía sus cejas, aunque fue interrumpido por Kevin.
—¡Dios! Cada día los baños son más antihigiénicos. Aunque ninguno superó la suciedad de tu habitación, ¿Cómo es que puedes guardar una porción de pizza debajo de tu... ¿Qué? ¿Por qué me miras así? —siguió mi mirada y se detuvo en el chico de cabellos rojizos —. Oh, lo siento. Hola —estiró su mano en modo de saludo.
Sentí mi cara arder, no sé si de la vergüenza o de las caras que comenzó a hacerme Kevin.
—Él es Kevin, un amigo —apreté mis dientes, ya que acababa de sentir una leve punzada en mi tobillo.
—Corrección, mejor amigo —alzó uno de sus dedos —. ¿Y tú eres?
—Kevin —susurré por lo bajo. En éstos momentos se parecía a un padre cuestionando al pobre chico bailarín.
—Hansel —arrugó su frente algo confundido mientras volvía a su camilla —. Un placer Kevin mejor amigo de... —hizo un ademán con su mano.
—Gemma —sonreí y asentí al mismo tiempo.
—Gemma —repitió lentamente —. Respondiendo a tu pregunta, yo estoy aquí por deshidratación. Gajes del oficio supongo —se encogió de hombros.
Sabía que la disciplina del ballet demandaba mucho de uno mismo, se notaba que Hansel debía de ser muy exigente en lo que hacía.
¿Es normal que tenga ganas de verlo bailar? No me culpen, no todos los días conoces a un chico que hace danza clásica.
Un doctor vino hacia él, y mientras hablaban, Kevin se giró hacia mí con la boca abierta de la emoción.
—Oh por Dios —sonrió de oreja a oreja —. Encontraste a Billy Eliot, tienes que pedirle su número.
Reí al escuchar su reacción y antes de que pudiera negarme, un médico se acercó para examinar mi tobillo.
Al parecer no lo tengo quebrado, sólo fue una torcedura que se irá en algunos días. Debía ponerme hielo y ser un poco más cuidadosa al caminar. Traté de esquivar su pregunta de ¿Cómo fue que pasó? Y terminé diciéndole que me resbalé en la ducha.
Luego de que me diera el acta médica, me dio el alta, pero antes de irnos mi primer instinto fue girarme hacia la camilla del costado, Hansel ya se había ido.
Suspiré profundo y con ayuda de Kevin volvimos a mi casa, en donde mi madre nos miró horrorizada.