Garabato

1

“Odio mi conciencia”

En cuanto entré al auto le pegué fuertemente en la nuca y provoqué una queja de su parte.
Éste sonrió y comenzó a reír una y otra vez.

—¿¡Hansel Eliot?! —rodé mis ojos —. Te voy matar algún día Kevin.

—Acéptalo, estás feliz por ese mensaje —subió y bajó sus cejas en modo divertido.

Bufé por lo bajo y me crucé de brazos. 
—No, es decir, todo es muy raro —cerré mis ojos e intenté reordenar mis pensamientos —... ¿Por qué le dijiste que quería aprender danza? Odio bailar, mis piernas son como dos tablas de madera.

Kevin arrancó el auto riendo levemente. 
—No seas exagerada, no eres tan mala en el baile —hizo un silencio —. Bueno, tal vez un poco.

—Y ahora voy a pasar vergüenza culpa tuya —empujé su hombro algo molesta.

—¿O sea que se van a juntar? —noté el entusiasmo en su voz, al mismo que me arrepentía de haberle dicho eso. Si hace dos segundos me molestaba con Hansel, ahora ya nada lo detendrá.

El resto del viaje se basaron en chillidos de emoción por su parte, y yo intentando decirle que no le diga nada a nadie.
Yo soy una chica muy reservada en mis cosas, y si soy sincera, nunca salí con un chico o estuve con un chico.
Ese tipo de cosas me generaba algo de desconfianza en mí. Es una sensación rara, pero no creo que sea la única en sentirlo de esa forma.
Es gracioso pensar que Kevin es todo lo contrario. Es fiestero, gracioso, sociable, y con muchos (alclaro «muchos») amoríos.
Aún no entendía la compatibilidad de nuestra amistad, como alguien como él es amigo de alguien como yo. Pero bueno, creo que ahí se encuentraba el porque nos hace especial ser así de diferentes.
Aunque debería destacar lo molesto es ser la sombra de su popularidad, en el buen sentido (o tal vez no tanto). 
Su vida como la mía, son rumores y chismes, todo el tiempo.
No puedo evitar eso, Kevin es un chico muy activo con sus redes sociales, y publica cosas todo el tiempo.
En cambio yo no, me gusta ser un poco más cerrada con mi vida personal.

—¿Quieres que te alce? —dijo viéndome como arrastraba prácticamente todo mi pie.

Lo fulminé con la mirada. 
—No gracias, yo puedo sola.

—Uno trata de ser caballeroso y así responden —alzó sus manos en modo defensiva —. Por lo menos deja que lleve tu mochila, hoy nos toca clase juntos.

No me negué a su petición y seguí mi camino por los pasillos de la universidad, rengueando.
Todos me miraban con pena y otros se reían ya que sabían lo que me pasó.
Si. El peso de marmota se hizo viral en una de las publicaciones de Kevin.

—Me gusta ese —dijo señalando a Charlie, uno de los chicos más lindos —Es tan caliente.

Arrugué mi frente y seguí su mirada. 
—No, no lo es.

—Que aburrida eres, y mentirosa —me señaló con su dedo —. Algún día admitirás que un chico es lindo, o sea caliente —se encogió de hombros mientras llevaba una papa a su boca. Tiene suerte que con el ruido del comedor, nadie lo escuchaba.

Mi celular vibró, y por un momento pensé que era mi madre. Al parecer me equivoqué...

Hansel Eliot, mi amor platónico:
Hola Gemma, hoy salí temprano de danza y me parece genial tu idea.
En media hora paso por ti.

«Pensé dos cosas. Uno, que tenía que cambiar el nombre del usuario. Y dos, ¿Qué mierda acababa de pasar?»

Alcé la mirada hacia Kevin, quien fingió estar interesado en el mensaje.

—¿Quién es? —dijo con una media sonrisa.

—Kevin —susurré por lo bajo sin despegar la mirada seria de la suya.

—¿Si?

—Kevin.

—Oh dejame adivinar, ¿Hansel vendrá por ti? —alzó una de sus cejas.

—¿En qué momento? —volví mi mirada al celular —¿¡En qué momento?!

—¿Qué decirte? Soy un ninja —se encogió de hombros orgulloso —. Además estás a tiempo de cancelarle, pero yo se que no lo haría. Te daría cargo de conciencia.

Apreté mis labios. 
—Claro que no, si puedo cancelarle —miré a la pantalla de mi celular y comencé a escribirle que no iba a poder, aunque al momento de enviarlo me quedé un rato pensando —Te odio —borré todo el mensaje y guardé molesta mi celular.

—Más adelante me lo agradecerás —dijo sonriendo de oreja a oreja.

Tal vez porque mi mente es muy pesimista y creo que lo de Hansel es una mala idea.
Pero bueno, hoy quizás sea el día en que tal vez cambie mi pensamiento con respecto a los chicos y mi baja confianza...
A veces piensaba que «mí confianza» se debía a mi decepción de ver como las relaciones más serias de Kevin fracasaban. Pero quizás que ésta vez mi sensación con Hansel sea diferente.
Me sentía muy paranoica, estaba pensando en él como si fuera a pasar algo hoy, por poco sé su nombre, y ya estoy imaginándome cualquier cosa.
Odio mi conciencia.

—Gemma —sentí su voz a mis espaldas —. ¿Dónde quieres ir?

Apreté mis labios y me giré lentamente. —Hansel, no sé, ¿Te parece ir a algún bar? Aunque seguramente a donde vayamos pasarás vergüenza con "la chica renga" —logré hacer que sonría.

—No te preocupes por eso, la gente es tan cruel que seguro se reirán de alguien que se encuentre en una situación peor que la tuya —suspiró profundamente —. Vamos a un bar entonces, tengo ganas de un batido de kiwi.

—Adiós cariño, te me portas bien —me había olvidado que Kevin estaba de pie a un costado. Y se fue no sin antes darme un sonoro beso en la mejilla.

Sonreí sin mostrar mis dientes. 
—Vamos.

El bar a donde fuimos no estaba muy lleno, pero era lógico ya que era día de semana.
Hansel finalmente se pidió un licuado de kiwi, lo cual me pareció algo raro, ya que nunca vi a alguien que lo tomara. Yo sólo pedí una gaseosa, «cuando no ingiriendo cosas saludables».

—¿Desde hace cuanto haces danza? —dije intentando romper el hielo.

—Desde los cinco años, mi mamá —bajó levemente su cabeza y expresó una vaga sonrisa —Es una mujer de imponer mucha disciplina en su único hijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.