—Tal vez deberías caminar a la voz la próxima vez— Respondió Melody ante mi gran y tenebrosa anécdota.
—¿Y que esa cosa me mate?— Se encogió de hombros— tonta.
Ella solo soltó una pequeña risa y siguió comiendo su break.
La escuela no iba tan mal, Melody y yo coincidimos en el mismo salón. Nos ayudó a unirnos un poco más, pero aún la consideraba rara: hablaba como si estuviera entre dos mundos a la vez.
Ya había pasado una semana desde que el ropero nos habló y todo está más extraño. Cada tercer día el ropero o lo que sea que nos llamó, vuelve a hacer lo mismo, solo que ahora el liquido viscoso llega hasta los pies de mi cama.
Hoy teníamos clase con el de literatura, pero canceló. Tenemos dos horas libres y ya me aburrí.
Recostada sobre mi mochila una sombra tapo mis ojos, lo que agradecí mucho.
—¿A gusto señorita Gustamante?— Licona, el profesor de Español está parado frente a mi—¿Qué clase tenia?
—Literatura— respondí con nerviosismo. Melody me dejó sola con el, la muy traidora.
—Ya que su acompañante se fue— se colocó en cuclillas frente a mi—, necesito darle algo .
—¿Algo como que?— indecisa le acepte la caja que tenía entre sus manos.
—Abre la caja en tu casa — sin más se puso de pie—. Saluda a tu padre de mi parte.
Con algo de duda fui para mí siguiente clase. Nada relevante, pero me ayudó a distraerme de todo el asunto de la caja.
Al salir me encontré con un sonriente Christopher.
—¿Ahora que?— pregunte en lugar de saludar.
—Tengo una cita— fingi llorar, logrando provocar pequeñas risas de su parte— . Tonta.
Toda la tarde estuve ocupada, ayudando a Chris con su cita y con mis infinitas tareas.
Ya con la noche libre me dispuse a ver mis redes sociales. Nada relevante, todo aburrido.
No tengo muchos amigos, tengo conocidos por todas partes, pero amigos cercanos no. Es triste si lo digo así, pero es la verdad. No es algo que me afecte en realidad, siempre ame mi soledad.
Cuando era pequeña Beatriz solía decir que yo era rara y por eso no tenía amigos.
Dadas las diez de la noche escuche muchos ruidos en la sala de estar. Baje con precaución, no quería hacer ruido y que lo que sea que esté me vea.
—¿Edwin, que pretendes?— escuché una voz muy alterada de mi padre—¿Que lo acepten así nada más?
—¡Gema está en peligro, Arturo!— contestó un voz muy familiar a la de mi profesor Licona. —¿Eduardo no hubiera querido eso?
— No metas a mi padre en esto, Licona— con mucha confusión me quedé ahí, aún cuando ellos dos se habían calmado.
¿Quién era Gema? ¿Qué tiene que ver mi abuelo en todo esto?
Con cautela salí de mi escondite. A pasos lentos llegué hasta la cocina. De la barra principal tome un vaso y lo llene de agua, tratando de verme lo más natural posible.
—¿Sofía?— preguntó papá en cuanto me vio—¿No estabas con Chris?
Negué con la cabeza y señale hacia arriba en dirección a mi cuarto.
—Ah. Bueno, el señor Edwin se quedará con nosotros está noche—con agresividad devolví el vaso a la barra y trague el agua de mi boca .
—¿Por qué?— tal vez mi papá no recuerda que paso la última vez que se quedó uno de sus amigos.
—Es demasiado tarde. Su casa queda a una hora de aquí.
Con terquedad salí dando zancadas hasta mi cuarto. Le pondré seguro está noche.
Puta madre
Una hora después me quedé dormida. Mi cama era tan cómoda que no quería despertar jamás.
—Sofia...
Un leve susurro se trataba de colarse entre mis sueños, trate de ignorarlo pero cada vez era más fuerte.
—¡Sofía abrenos!
—Tal vez deberías abrir la caja que te di— . Di un respingo al escuchar la voz gruesa de Edwin—. Perdón, no quería asustarte.
—Claro, porque es normal colarse así a la habitación de una adolescente— . Me incorpore en mi cama para visualizar mejor. —¿Eres tu el de la jodida voz?
—Nop—responde al instante—. Lo escuché hasta el cuarto de invitados.
— ¿Cómo lo escuchaste antes que mi padre?
—Siempre lo escucha. Trata de ignorarlo— mis ojos se abren tanto que siento que se saldrán— Escucha...
—Viejo loco— Christopher con una fuerza bruta entra a mi cuarto y derriba a Edwin— ¿Qué haces aquí?
—Que bueno que estás aqui— Responde como si nada.
Mi hermano corre a prender la luz y puedo ver toda la viscosidad brillosa sobre mi piso. Parece un camino de mi cama al ropero.
¿Será del techo?
Mi cabeza repasa todo el techo en busca de ese liquido.
Y como si leyera mis pensamientos, habla:
—No viene del techo. Sabes perfectamente de dónde proviene— lo miro a los ojos y rápidamente los dirijo al ropero.— . Exacto.
—Estas loco— . Interrumpe Chris— ¿Cómo saldrá de ahí?
—Pueden revisar ustedes mismos.
Con su ayuda para no resbalar me bajo de la cama y comienzo el camino al ropero. Cada paso más es una cantidad exagerada de viscosidad.
Para mí sorpresa al abrir el ropero hay un descomunal charco de liquido extraño. Cuando recuerdo que hay debajo me estremesco.
Deje la maldita caja ahí.
El líquido no huele feo, no apesta y no se ve asqueroso. Pero de solo pensar que es viscoso me da asco.
—Tienes que tomar la caja para que todo eso se vaya, Sofía.
Justo antes de vomitar por meter la mano ahí, Christopher me toma la muñeca.
—Yo lo hago
Minutos después de lavarnos diez veces cada mano logramos abrir la caja.
Un pequeña carta con un sello de cera es lo primero que vemos. Al tomarla no reconozco la escritura.
Frunzo el ceño cuando veo una llave. Una llave de oro negro con una gema esmeralda justo en el centro de esta.
Los dos volteamos a verlo con incredulidad.
— ¿Y esto?
—La llave que los llevará a Gema— responde como si nada—. No abran la carta por ahora, sabrán cuando es el momento de hacerlo.
—¿Y ahora que?—pregunto sacudiendo la llave—¿Nos vamos a Narnia?
Los dos hombres sueltan una pequeña risa, pero en lugar de una respuesta, Edwin toma una tabla suelta del ropero y comienza a quitarla.
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Editado: 08.08.2025