—¿Qué es esto? ¿Un juego del tesoro?
—Prestame la llave— extiende su mano y yo se la doy, esperando que me explique.
La introduce y le da vuelta, logrando un común click.
Por lo menos sirve
De un jalón nos arrastró a los dos en el ropero. Chris aferrado a mi mano con tal de no tropezar.
—¿Qué te pasa?— Pregunta, pero no hay respuesta inmediata—¡Oye!
—Sujetense.
Toma la carta y el lado del sello lo coloca junto a la llave.
Sigo sin comprender porque el "sujetense" hasta que el piso se abre y caemos.
—Puta madre— Decimos los tres al unisono
Caímos como de un metro de altura. Dolió como un demonio.
El lugar es oscuro, parece un tipo túnel. No me puedo parar, así trato de gatear, pero mi mano toca lo asqueroso.
Al tratar de quitarlo caigo de culo sobre algo más duro que el maldito piso.
—¿Estás bien?— Edwin se mueve hacia mi ayudándome a levantarme un poco— . La jalea de escarcha es resbalosa.
—¿Jalea de que? —murmura mi hermano— Demonios, Edwin. Si que eres raro.
—Okay, hay mucho que explicar, pero confien en mi.
Los dos asentimos.
Gateamos un poco hasta topar una puerta algo vieja. Edwin toma la misma llave y la introduce en la cerradura.
Al abrir se puede notar una luz, una luz como rayos de sol.
—¿Qué parte de la casa es esta?
La pregunta queda en el aire. Solo puedo escuchar la respiración agitada de nosotros dos y los pequeños susurros de Edwin.
Con los nervios de punta salgo por esa puerta. Por instinto cierro los ojos, pero lo que encuentro es jodidamente hermoso.
Una habitación con una luz tenue del atardecer, una cama con dosel blanco y una ventana del tamaño de una pared.
Está muy hermoso que no puedo ni procesar que aquí es un atardecer y en mi casa es la noche. Cuando volteo hacia Chris no puedo aguantar la carcajada.
Lleno de jalea por todos lados, brillante. Su rostro refleja asco y asombro. No puedo con esa imagen y parece que Edwin tampoco, rie conmigo.
—Muy graciosos— trata de quitarse la gran mayoría de su rostro— ¿Cómo me quito eso?
—Bañandote—. Rueda los ojos.
Unos ruidos de pasos nos sacan de nuestra conversación. Un pequeña señora con un delantal y un vestido se acerca a nosotros.
Es linda, blanca de ojos verdes y sus orejas tan peculiares...
¡Son puntiagudas!
Vuelvo a caer de culo. Edwin rie y nos ayuda a pararnos.
—¿Hijo?— pregunta la señora... o hada, o elfo... o...¿Qué es?
—¡Madre!— Edwin corre a abrazarla
—¡¿Madre?!— gritamos los dos.
Los dos rien, y mis manos pican gracias a las inmensas ganas de golpear a Edwin.
—¿No les explicaste nada?—Lo regaña la señora. Desvía la vista a mi hermano— ¡Por dios! Cuánta jalea.
—Chicos...— se interpone Edwin entre su madre y nosotros—. Esto será más confuso y loco desde aquí, pero necesito que me crean.
—Que sea rápido, comienza a picar— interrumpe Chris, y yo asiento. Esto pica después de un rato.
— Bien...— toma asiento en la esquina de la cama aún sin dejar de vernos —. Esto ya no es Inglaterra.
Se me escapa una risa. ¿Cómo no estaremos ahí?
Edwin frunce un poco el seño.
— La llave abre portales— ahora sí mi hermano y yo reímos al mismo tiempo— . Se que suena loco, pero es real. Este mundo se llama Gema Esmeralda, y está en peligro.
De un momento a otro la conversación que tuvo con mi padre toma sentido. Gema era Gema Esmeralda, y...¿ Está en peligro?
—¿Y que tiene que ver mi abuelo en todo esto?— Pregunto con un gran nudo en mi garganta—. El murió hace... seis años
—Para poder explicarte necesito contarte una historia.
Año 2008. Gema Esmeralda
—Señor, los seres de la zona sur se están escapando.
—¡Jefe! Los del suroeste están atacando a nuestras tropas.
—¡Jefe!
—¡Basta!— Eduardo Gustamante azotó unos cuantos papeles en su gran mesa improvisada.
Casi dos días varado en esa pequeña isla, una isla que casi nadie conoce. Un gran refugio si sabes cómo salir.
—Llama a Licona y avísale nuestras posiciones—. Ordenó a su mano derecha Maldonado.
—Cumpliendo, Eduardo.
Creando estrategias para ganar esta guerra, recordó a su familia. A su hijo, a sus nietos...
¿Qué estarán haciendo?
Pensó.
Necesitaban tantas armas como fuera posible. Tanta suerte que, al parecer, Dios les había quitado.
Fatnark era cada vez más violenta. Más sangrienta, familias como la suya rotas por esta guerra sin sentido.
Dos días después, por fin pudieron salir. Trazaron tantas salidas que solo ellos sabían dónde estaban. Un refugio.
—Prometo que si salimos vivos de esta, construiré una casa en esta isla— Eduardo, determinado, tomó una pequeña gema esmeralda y la coloco al centro de una llave—. Y está sera la llave que nos lleve dónde queramos.
Después de ese juramento y después de una batalla extenuante, por fin logro poner en marcha su refugio. Y junto con Licona logró construir el portal.
Cómo prometió, esa llave los llevaría a dónde quisieran...
La guerra no cesó por completo, pero lograron pausarla, o por lo menos apaciguarlo. Nada fue fácil desde ahí, su hijo se negaba a contarles la verdad a sus nietos. Y se negaba a seguir su labor como uno de los grandes.
Actualidad 2022 Gema Esmeralda
—¿Quiénes son los grandes? ¿Dónde es Fatnark? — Preguntamos aún cuando no terminó de hablar—¿Hace cuánto termino la guerra?
—Fatnark era el antiguo nombre de Gema Esmeralda.— Responde sin vernos— . Los grandes son los gobernantes de cada nación
—Su abuelo era uno de ellos— lo interrumpe su madre— . Para ser más específica, de la nación de las hadas y elfos.
—¿Cuáles son las demás? — Preguntó un curioso Chris a mi lado—¿Quien las gobierna?
—La nación de las sirenas y seres acuáticos es gobernada por el grande Licona; la nación de las criaturas mágicas es gobernada por Marlet el grande— Hace una pausa. Al levantar la vista puedo ver esos ojos verdes tan cristalinos...— Cuando murió mi esposo, mi hijo ascendió a ese puesto.
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Editado: 20.06.2025