Gema Esmeralda

6

Después de que mi pregunta quedará en el aire, la señora Licona nos ofreció bañarnos y así poder dormir un poco.

Al parecer no podremos salir de aqui. La llave que nos trajo no nos lleva de vuelta, mi abuelo la escondió en alguna parte y no sabremos dónde está hasta que podamos reunirnos con mi papá.

Mi cabeza me duele gracias al esfuerzo y la información que jamás esperé escuchar. Mis manos siguen picando y mi cuerpo también, sigo esperando que Chris salga de la ducha para poderme bañar.

—¡Llevas una eternidad ahí dentro!— grito afuera del baño—¡Ya sal!

Cinco minutos después está parado frente a mi un Chris reluciente con la ropa del profesor de Español.

No le queda mal, pero para un chico de diecinueve la ropa de un señor de treinta se ve anticuado.

—Exagerada— responde antes de dejarme sola.

Con algo de frustración ingreso al maldito baño. Es lindo, se parece mucho al de mi cuarto, pero no es el mío.

En lo que se llena la tina yo me comienzo a desvestir. Mi ropa llena de esa jalea decora el piso y mi cuerpo parece perder cinco kilos extras.

El espejo del tocador me refleja hasta mis caderas. Mi piel blanca esta más pálida de lo normal, y mis costillas se marcan un poco en mi piel. Mi cintura es cubierta con una venda y mis bragas siguen decorando mi sexo.

Jamás me gusto mi cuerpo, y después de las exigencias de mi madre para ser perfecta todo empeoró. Comencé dietas sin sentido y a apretarme la cintura con vendas, creo que aunque ya no esté aquí sigue comiendo de mi cabeza.

Desde lo que pase con Maldonado ha empeorado mi alimentación. Aunque si he comido a mis horas y algunas que otra chatarra, el problema sigue ahí...

A mí rostro igual de pálido lo acompañan dos bolsas debajo de mis ojos. Mis labios carnosos están partidos y algo secos. Estoy destruida y no sé cuando volveré a ser yo misma.

El agua llama mi atención, así que cierro la ducha y me meto en la bañera. El agua caliente envuelve mi cuerpo y mis músculos comienzan a relajarse.

Cuando terminó de bañarme salgo enredando mi cuerpo con la toalla. Mi cabello queda húmedo tras mi espalda y solo espero que no parezca la princesa Mérida de Disney

La mamá de Edwin me prestó algo de ropa, en realidad no creo que sea de ella, me queda a la perfección y ella no está casi en los huesos como yo.

Al salir del baño me ajusto un poco la blusa, me queda pegada y se sube hasta el ombligo. Con algo de vergüenza me acerco a la parece ser una sala de estar, escucho murmullos así que me acerco poco a poco.

—Niña Sofía— saluda la de orejas puntiagudas—¿Tienes hambre, cariño?— asiento y murmuró un pequeño gracias— Ven, vamos a la cocina.

Sin hacer ruido camino detrás de ella. El pasillo es algo oscuro pero es lindo, toda la casa lo es. Muchas fotos y retratos adornan el lugar, en especial de mi abuelo y de mi padre.

Casi por llegar a la cocina una foto me causa más curiosidad. Es de mi padre junto a una mujer, es muy parecida a mi.

Detallo la foto y parece que me observo a mi, solo que ella si se ve con vida y con los ojos celestes.

Su sonrisa me da envidia. Sus ojos brillan y está abrazada de mi padre.

—¿Todo bien?— doy un asentimiento breve— vamos

Al llegar me quedo boquiabierta. La cocina es hermosa, jodidamente hermoso.

Una ventana junto a la barra demuestra un bello paisaje. El clima es cálido y la brisa que entra por esa ventana es refrescante.

Toda la casa es tonos cafés con beige, la cocina tiene muchas cosas de madera y mucha decoración con plantas.

Tomó una de las sillas y me siento.

—¿ Donde esta Chris?— pregunto cuando acerca un plato en mi dirección.

—Fue con Edwin a comprar unas cosas— me regala una sonrisa cálida y sigue sirviendo dos platos más. Cuando acerco mi rostro a la comida frunzo el ceño— No es veneno.

—No, claro que no, es solo que...— me interrumpe con una risa pequeña.

— Es puré de suko con un poco de stelampida— creo que quede más loca—. Descuida, irás entendiendo más cosas con el tiempo.

—Creo que quedaré más loca desde ahora— Ella rie y niega con la cabeza— lo siento

— Te ayudará a dormir mejor. La stelampida ayuda con el sueño

Me llevo un bocado pequeño a la boca, y no puedo creer que esto sepa tan bien.

Es dulce con un toque de ácido, supongo que por el suko.

—¿Por qué Edwin no tiene las orejas como tú?— rompo el silencio. Lo cierto es que tengo muchas preguntas.

— Su padre era humano— responde en un susurro— El no heredó su lado magico.

—¿Y cómo es que...?— silencio. De pronto todo está en silencio, ya no hay ruidos de animales, de nada.

De un momento a otro el ambiente cálido se transforma en uno tenso. El silencio es espeluznante.

—¿Qué sucede?— susurro

—Shh— hace una seña para que la siga. Lo hago.

Salimos de la cocina en completo silencio, mis pasos y su respiración es lo único que llena el lugar. El pasillo ahora es más tenebroso y eso me causa escalofríos.

Evitamos el comedor y la sala para ir directo a las habitaciones. Ya arriba comenzó a buscar algo desesperada.

No se si en los elfos sea común la fuerza, pero ella de un empujón hizo que la cama llegará al otro extremo de su cuarto.

Dónde estaba el mueble hay un tabla suelta. Mi cuerpo tiembla, no se que está pasando, pero parece que no dormiré tranquila.

Sacando las cosas que había ahí, encuentra un teléfono.

Con dificultad se levanta de ahí para darmelo. Sin entender que debo de hacer la miro incrédula.

— Llama a tu papá— su voz sale cortada y atemorizada— ¡Dile que Osvaldo Maldonado está aquí!

La sangre abandona mi cuerpo y mi respiración comienza a fallar. ¿El hijo de Maldonado está aquí?

¿Qué hace el aquí?

Dios, porque yo.

Con dificultad por mis manos temblorosas logro marcar el número que ya me se de memoria.

— Erina, ya te dije que este número solo es...




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