Gema Esmeralda

7

Me cabeza me pesa, mis ojos se sienten como si tuviera goma de mascar impidiendo que pueda abrirlos.

Me siento muy mareada y más cuando logro abrir los ojos. No reconozco el lugar, es oscuro y muy frío.

Me abrazo a mi misma esperando conseguir un poco de calor. No estoy lastimada ni amarrada, pero el ambiente está tan tenso que me produce miedo.

La puerta rechina cuando alguien intenta abrirla. Mi visión no alcanza a ver quién entró, pero mis vellos del cuerpo se erizan.

—¿Despertaste?— la voz ronca de Osvaldo hace eco en la habitación—. Shh, tranquila.

Me hago un ovillo cuando el acerca su mano a mi rostro. Las lágrimas amenazan con salir pero las contengo.

—¿Qué estás haciendo?— pregunto en un murmuró.

Su risa me estremece y yo contengo la respiración cuando acerca su rostro al mío, logrando que su nauseabundo aliento choque contra mi sien.

— Si los hijos de los grandes viven— hace una pausa para pasar su lengua por mi mejilla— el glorioso reinició no sucederá.

Mi rostro se descompone. No comprendo nada de lo que dice, mis ojos buscan la puerta, esperando que papá o Chris aparezcan por ahí.

No sucede.

Dos días aquí y me siento putrefacta. Me siento asquerosa por la forma en que me toca. Mi cuerpo está tan débil por la falta de comida y agua...

Mis labios me arden por la sequedad y por los tantos besos robados y violentos que me da.

Ahora tengo grilletes en los tobillos y en mis muñecas, me los gane por las numerosas veces que lo rasguñe y lo patee. Mi cuerpo duele, toda la situación duele.

No se que hora es, solo se que pasaron dos días porque el ruido de los animales cambia.

Mis brazos comienzan a doler demasiado por las horas que llevan sobre mi cabeza.

La puerta se abre con brusquedad, Osvaldo camina enojado. De su mano arrastra a una mujer no tan grande ni tan alejada de mi edad.

Ella pelea, lo araña, lo golpea y hasta lo muerde, pero el no parece inmutarse; en cambio la arroja a mis pies descalzos.

Su cabello es castaño y blanco. Sus orejas no son de elfo, pero sus ojos son violetas. No deja de ver a mi secuestrador con odio. Lo mira como si pudiera matarlo.

—Ni lo intentes, cubito— le habla con frialdad mientras yo sigo inmóvil— Tus poderes no funcionan aquí.

Sin más azota la puerta, mi cuerpo tiembla ante el impacto y ella solo libera un grito de completa desesperación.

—¿Tus delitos?— pregunta en cuanto calma sus gritos.

—Yo no hice nada...— tartamudeo y ella solo achica los ojos.

— Lo se, ese bastardo solo es maldito— se coloca al lado mío y me observa, siento una puntada en la frente— Ya, de verdad, ¿Por qué estás aquí?

Los ojos se me cristalizan, pero trato de hablar sin que mi voz tiemble.

—Me lo gane por ser hija de uno de los grandes— respondo con un nudo en la garganta.

Lo cierto es que, ya no tengo fuerzas. Mi voz ya no tiene vida.

— Miiiieeerdaaa— exagera la voz y eso me causa enojo, ¿Por qué no parece afectada?

—¿Por qué estás aquí?—devuelvo la pregunta, aunque cada vez me duela mas hablar.

—Soy novia del hijo del grande Marlet— responde en un murmullo— . Odio todo esto. — intento responder pero me silencia con su mirada— Estás muy débil, guarda fuerzas.

Parece que hace un esfuerzo sobrehumano para lograr que un pequeño cubo de hielo se forme en la palma de su mano. Ya entendí lo de cubito.

—Traga— ordena cuando me lo acerca a la boca— tiene que ayudar en algo.

Disfruto la sensación fría contra mis labios, y el agua derretida que se derrama sobre mi lengua.

La sensación de placer dura unos pocos minutos antes de volver a sentirme mal. Si no como algo pronto voy a morir. Me duele todo.

No llevo ni una semana aquí y ya me secuestraron.

~🌿~

Por la noche Osvaldo trae algo de comida. No es mucha, solo me da a mi.

—Come— insisto por cuarta vez, pero ella está negada—. Por favor...

—Nop. Tu necesitas fuerzas, yo puedo sobrevivir— lo cierto es que tengo mucha hambre.

Mis brazos ya fueron liberados, por lo que, puedo comer mejor, aunque me duelan horrible mis hombros.

—Bastian debe estar desesperado por encontrarme— rompe el silencio después de unos segundos.— . Tu hermano también.

—Estoy segura que debe estar quemando todo a su paso.

Quiero dormir, pero no confío en lo que Maldonado pueda hacerme.

—¿De que Grande eres hija?

—Arturo Gustamante— Ni bien termino de decirle y ya la tengo sobre mi.

—¿Eres nieta de Eduardo?— con un pequeño "mmhm" le respondo— Ya entendí porque estás aquí.

Creo que ella sabe muchas cosas, y creo que será de mucha ayuda.

—¿Por qué...?— mi voz sale interrumpida cuando un fuerte golpe a la puerta nos distrae.

—¡Sofia!— los ojos se me llenan de lágrimas cuando la voz de mi hermano llena el lugar.

—Chris...— mis palabras quedan cortadas, su cuerpo logra abrir la puerta y llegar hasta a mi. —Por fin...

Antes de quedar inconciente por el cansancio, logro ver otra figura detrás de el y correr hacia mi acompañante.

~🌿~

—Logramos estabilizarla—. Mis ojos pesan tanto que no logro abrirlos, así que solo finjo seguir dormida.

— ¿Cuándo podrá salir de aquí?— la segunda voz que reconozco como mi ¿Papá?

¿Mi papá está aquí?

— Debemos estabilizar la deshidratación que tiene. Después de eso sin problema se puede ir.

El golpe de la puerta al cerrarse me sobresalta. Mi cuerpo tiembla delatando que estoy despierta.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor— mi garganta quema, la siento muy seca—Necesito...agua.— después de unos minutos me acerca un vaso en mi dirección—. Gracias.

—Ya estás a salvo— su mano áspera toca mi cabello. Me acaricia como siempre solía hacerlo.— , no dejaré que vuelva a pasarte algo asi.

Mentiroso.

No se ve como siempre, está desaliñado, sus ojeras están más pronunciadas y parece que le pesan sus años.




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