#13: Meissa.

—¿Tendremos que esperar mucho a ese par? —Pregunta Altair con fastidios mientras esperamos en medio del bosque la llegada de los últimos genesis.

Listos para emprender el camino de regreso hasta el refugio, donde honestamente era el último lugar al que quería llegar. Solo quería que mi vida volviera a ser lo mismo de antes, deseaba tener aquella patética vida de la que me quejaba las 24 horas del día, intentando averiguar el verdadero significado de vivir dentro de ella. Nada parecía tener sentido dentro de esa vida pero ahora que todo parecía empezar a tener un poco de sentido, deseaba que todo fuera tan aburrido y monótono como antes.

Simple, monótona pero tranquila.
 Así era como volver a vivir.

—Aun le falta un poco de camino —Informa Baham cuando observamos aterrizar a una águila sobre su brazo extendido, indicandos lo que el ave le ha dicho.

—La noche está por caer —Informa Leonel en nuestra dirección, tratando de mantener la mirada lejos de mi como todos lo hacían desde el incidente, demostrando lo temeroso y desconfiados que se encontraban por mi culpa —Lo mejor es pasar la noche aquí a la espera de las chicas —Recibe asentimientos de parte de todos antes de que cada uno tome un camino diferente a través del bosque.

Dejándome sola en medio de la naturaleza que he tratado de ignorar a pesar de los murmullos que me torturan desde hace un par de días, los cuales he decidido ignorar al igual que las sensaciones de electricidad y poder que suelen recurrir de vez en cuando, las cuales he podido controlar con éxito.

Se que nada en mi es normal, lo puedo notar en la manera en la que la naturaleza me complementa, en la manera en la que cuido y me preocupo por personas que no conozco por animales, plantas y climas de los que nunca en mi vida me preocupe.

Pero lo que más sucumbe dentro de mí es el lanzó invisible que nos une a Leonel y a mi. Un lazo que aunque ninguno de los dos podamos ver, nos termina uniendo de una manera mucho más profunda, una manera que no puedo entender que simplemente no puedo encontrarle la solución que tanto necesitaba.

—¿Estas bien? —Una voz me trae de regreso de mi autocompasión, encontrándome con el lindo rostro de Baham, quien parece verdaderamente preocupado por mi a pesar de todo lo que había ocasionado, consiguiendo un asentimiento de mi parte antes de dirigir mi mirada hacia otro lugar.

Escondiendo el sentimiento de culpabilidad que invade desde lo sucedido, una sensación que hacía eco en mi alma y convierte todo a mi alrededor en verdadera incomodidad. Quería que todo esto terminara de una vez por todas pero para ello debía desaparecer yo, cosa que dudo que alguno de ellos me deje hacer despues de tanto desastre que he hecho.

—Deberías olvidar lo que paso —Me sugiere sin vergüenza como si no hubiera intentando matarlo —Todos sabemos que no eras tu —Me recuerda algo que claramente era mitad cierto.

Claro que sabía quién era él, lo podía recordar incluso cuando mis manos se posaron sobre su cuello, podía recordar la manera en la que lo había conocido y el cariño que sentía por él seguía intacto dentro de mi. Estaba consciente de mis acciones pero no estaba dispuesta a dejarlas si Leonel me las había pedido, estaba dispuesta a matar a Baham solo por que Leonel me lo había pedido, una maldita alucinación de él había logrado despertar lo peor de mi.

—¡Baham puede ayudarme con esto! —Escucho la voz de la chica llamar al pelirrojo, quien asiente antes de correr en dirección a la chica, quien me regala una fría mirada antes de concentrarla en el chico frente a él.

Demostrando por vigésima vez lo mucho que le desagrado.

—¡Leonel puedes ayudarnos con el fuego! —De nuevo habla la rubia, consiguiendo la atencion del rubio, quien deja lo que está haciendo para encaminarse hasta ella regalándole una sonrisa genuina.

La noche cae mientras los observo moverse con tranquilidad por el lugar, los observo bromear y compartir un par de conversaciones entre ellos con comodidad como verdaderos hermanos. 

Sensaciones se acumulan en mi cuerpo mientras los veo tomar asiento alrededor de la fogata que el rubio a encendido hace tan solo un par de minutos, una sensación agridulce se acumula en mi pecho al ver la manera en la que ellos conviven sin percatarse de mi presencia o haciendo como si yo no estuviera con ellos.

Así que me pongo de pie, lista para regresar a mi antigua vida. Sin importar absolutamente ninguno de ellos, ni el esfuerzo, ni la compañía y la posible energía que hayan gastado en mi.

Lo mejor será que yo desaparezca como ellos en verdad lo desean.

Me dejo guiar por la energía de los árboles por los susurros de los animales a mi alrededor y el agua constante que puedo escuchar en la lejanía.

—¿A dónde vas? —Pregunta la reconocible voz de Leonel de quien me he percatado desde que deje el pequeño campamento.

—A casa —Me limito a contestar antes de encontrar el hermoso lado que se extiende frente a nosotros —Ustedes deberían hacer lo mismo —Aconsejo sin demostrar ninguna de mis emociones.

Algo que he aprendido en este par de días a esconder todo aquellas emociones que puedan exponerme a cualquiera de ellos con la intención de que me dejen regresar a mi monótona vida, olvidando todo.

—No puedes hacerlo —Puedo sentir la energía que irradia su cuerpo — No después de lo que has hecho.

Es la primera persona que se atreve a echarmelo en cara después de tantos días, algo que honestamente hiere mi alma mucho mas de lo que lo hubiera hecho cualquiera de los demás presentes. 

—Es por eso que me largo —No puedo evitar que mi tono aumente —No tienen por que decirmelo mas, soy quien mas lo tiene en cuenta.

Asiento un par de veces intentando contener las lagrima que se acomulan en mis ojos, obstruyendo la hermosa vista del lago frente a mi.

—¿Es que no lo entiendes? —Me tomó de los hombros con brusquedad para que pueda verlo —Porque yo tampoco lo hago —Su rostro se acerca a una distancia bastante cercana.