Golpe de Suerte

Capítulo O4.

Hace años, la confianza era algo que se me daba con facilidad, como si fuera un regalo innato. No me preocupaba cuestionar las intenciones de quienes conocía. Pero el paso del tiempo y las experiencias vividas me enseñaron que la confianza puede ser frágil, fácilmente quebrantada por aquellos en quienes depositamos nuestras esperanzas.

Hoy en día, la desconfianza se ha convertido en mi bandera. Me resulta difícil creer en alguien.

Sin embargo, existe una excepción a esta regla autoimpuesta: Remy, mi hijo. Con su llegada, mi mundo cambió por completo. En él encontré un refugio seguro, un bálsamo para mi alma herida. A través de su inocencia y su amor incondicional, Remy me mostró que la confianza aún puede florecer en un corazón endurecido por el pasado.

Hay ciertos capítulos de mi vida que difícilmente podré olvidar, en particular, un par de ellos que marcaron un antes y después en quien soy hoy en día.

🕧Pasado…

Mientras cursaba el segundo año en la universidad, conocí a Maura Crowe en la biblioteca.

Ella era una pelirroja de rostro pequeño y redondo que estudiaba medicina, y a la que solía ver recorriendo los pasillos destinados a los textos de ciencias médicas.

Lo que más me atrajo de ella fueron las pecas salpicadas sobre su nariz y el llamativo color de su cabello.

La consideraba una chica muy atractiva.

En este punto de mi vida, llamar a eso “amor a primera vista” es demasiado precipitado. Se podría decir que fue “atracción a primera vista”.

Maura fue mi primera novia formal. Antes de ella, nunca me había sentido lo suficientemente seguro como para establecer una relación seria con ninguna chica que conociera en la escuela o en un campamento de verano.

Sin embargo, estar en la universidad me dio una sensación de libertad que nunca antes había experimentado. Esa nueva etapa en mi vida no solo me permitió relajarme un poco, sino que también me brindó la oportunidad de hacer nuevas amistades, lo cual contribuyó enormemente a mi crecimiento personal.

Ahora iba a fiestas, viajaba los fines de semana a la playa o de campamento con mis colegas, pero a pesar de eso, jamás descuidé mis estudios.

En aquella época me gustaba pensar que mi vida estaba muy equilibrada, pero no era cierto. Por supuesto, mis padres nunca aprobaron mi relación con Maura, pues ya habían planificado todo mi futuro sin consultarlo conmigo.

Incluso mi padre había arreglado un compromiso con otra chica, pero eso no me detuvo. Seguí viendo a Maura a pesar de sus objeciones. Además, pasaba tiempo con mi linda prometida, Chloe Barnes, quien parecía emocionada con la idea de casarnos. Debo admitir que ella me gustaba mucho; era preciosa y la conocía desde que éramos niños.

Y sí, efectivamente; era joven, hormonal e idiota y andaba con las dos al mismo tiempo. No debería haber sido una sorpresa para mí que en algún momento las cosas se salieran de control.

—¿Nunca les hablarás a tus padres sobre mí? —inquirió Maura de repente un día.

—Les he mencionado sobre ti —respondí, incómodo.

Nos encontrábamos en la biblioteca un lunes por la tarde. Maura estaba a punto de iniciar sus exámenes, mientras que yo necesitaba terminar mi proyecto de fin de semestre. Ella pasó una mano sobre su cabello ondulado y me miró atentamente en busca de más detalles, perturbando la serenidad que reinaba en la biblioteca con su interrogatorio.

—¿Y bien? —preguntó.

—¿Y bien qué? —respondí, algo confundido.

—¿Puedes presentármelos? Llevamos saliendo más de seis meses —soltó en un susurro irritado.

—Ellos están muy ocupados —mentí—. Ya sabes, mi padre debe encargarse de la compañía familiar y mi madre es una suerte de asistente personal para él.

Maura negó, tensa como la cuerda de un arco.

—Admítelo, Vincent. Te da vergüenza presentarme con ellos como tu novia porque mis padres son asalariados y yo estoy aquí gracias a una beca, ¿no es así?

El suave susurro de las páginas al ser pasadas y el murmullo constante de los estudiantes fue el único ruido a nuestro alrededor después de sus palabras.

No sabía que decirle.

En parte, ella tenía razón. Mis padres no querían saber nada de ella porque no pertenecía al estrato social que ellos aspiraban.

Sonaba cruel, pero era la verdad.

—Algún día seré una buena doctora, y trabajaré en uno de los mejores hospitales de este país, ¿eso no es suficiente? —inquirió, su tono de voz iba incrementando minuto a minuto, junto con su rabia.

Algunos estudiantes a nuestro alrededor comenzaron a mirarnos de manera extraña.

—Maura, solo dame algo de tiempo… ¿sí? —rasqué mi cabeza con un lápiz, sintiendo la presión de la situación. No necesitaba esa ansiedad adicional cuando tenía tanto trabajo por hacer.

—¿Cuánto tiempo, Vincent?

—No lo sé, un par de meses.

—¿Meses? —inquirió, indignada.

Traté de encontrar una manera de calmarla, y lo único que se me ocurrió fue regalarle algo costoso. A Maura le encantaban las joyas y la ropa de marca que le obsequiaba; eso solía apaciguar su mal humor.

—Dentro de un par de semanas será tu cumpleaños, ¿qué te parece si vamos a Milán? Podemos pasear por las boutiques y comprar algunas cosas bonitas para ti. ¿Qué opinas? —propuse.

—¿A Milán? —me miró, incrédula.

—Sí, claro, podemos ir por un par de días si quieres.

Sus ojos se iluminaron con encanto ante la idea. Maura asintió, mostrando un orgullo sereno.

—De acuerdo, pero espero que seas un hombre de palabra, ya que fuiste tú quien se ofreció a llevarme a Milán para mi cumpleaños —dijo, asegurándose de establecer las expectativas.




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