La peste es el castigo de los intolerantes
Había cruzado las aguas con tanta facilidad, y el bosque que me esperaba del otro lado, era un lúgubre cuento de los hermanos Grimm, tal vez caperucita roja se encontrase yendo por un camino peligroso a la casa de la abuela, y el lobo la espere para devorar su alma e inocencia.
Me quité el casco, y el aire de por aquí estaba bastante desolado, una siniestra forma oscura que como sombra se presentaba se escondía de entre los arbustos altos como sauces que se voltean. Pensé que podría ser alguien, pero ante mis llamados, no hubo respuesta, entonces proseguí para evitar la pérdida de tiempo, que hasta el momento no sabía lo que significaba, ya que estoy aquí, y mañana no, o pasado, y donde iré. Volví a pronunciar las palabras de saludo, y ayuda, y no ocurrió nada. Hice un mapeo con mi computador, del cual me determinó que un poblado estaba allí a pocos metros de mi ubicación. La sombra estaba acechando, y se dejó ver, en una manifiesta sensación de frio, y luego calor, y luego el hediondo escalofrió de la pestilencia. Era la figura con un hábito oscuro, que en un parpadeo desapareció, fui hasta el sitio en el cual se encontraba, y no había nada que no pudiera reconocer. Aun así la hediondez se multiplicó, hasta el punto que sentí la necesidad de vomitar por el estruendo estomacal de la podrida situación
- ¡Ayuda! ¡Ayuda!
- Hola – saludo, a quien pide.
- ¡Ayuda!
Me acerque de entre los arbustos, y un hombre de mi edad, estaba en el suelo agonizando. Intenté acercarme, pero me era imposible por su estado. Un cuerpo demacrado, repleto de
manchas viscosas de color violeta, algunas explotaban en pus. Saque de mi botiquín de auxilios, aunque era tarde.
- Quédese quieto, intentaré darle algo para mejorar. – le dije con asombro de lo que veía.
El hombre respiró como pudo en una bocanada. Verifique que poder darle, con mi poca experiencia en medicina, sin embargo era claro que no tenía sentido, sus momentos estaban sentenciados. Le apliqué un poco de morfina, para menguar ese dolor, un estornudo, y su aliento se apagó inmediatamente. Es le edad oscura, me dije. -
No podía hacer nada. Hice una reverencia del señor con la cruz, y continúe camino. El bosque se concluía, y la senda me mostraba un complejo de casas precarias de ladrillos de barro, y techos de paja.
Me adentré en el poblado. Por más que quisiera creerlo, me producía temor cada paso que daba en aquel sitio cuyo hedor desde las afueras era tan intolerable. Me propuse continuar. En las casas las puertas estaban cerradas. Una mujer se asomó desde las ventanas y se esfumó al ver una especie cuya forma era tan diferente. Dicho sea rezó y se encerró. Lo peor fue cuando aquella mujer de ojos claros se dirigió a mi ¡Ayuda! La impresión produjo un frio en el corazón al ver su dolor con el tacto de la piel. Su cuerpo lleno de manchas violetas, con el pus escapando de sus heridas y en un acto reflejo me soltó y en medio de la calle de barro escupió la sangre. Aléjese me exclamó con un claro latín. Era un hombre pájaro. Me daba tanto miedo como una película de terror. Aléjese. Y me observaba sorprendido pues no conocía lo que soy. Y para el tiempo de la edad. Lo desconocido es síntoma de herejía. La oscuridad es tal que apenas puede uno sobrevivir a tanta intolerancia
¡Aléjese! bandido roba almas del demonio. Vienes con los atuendos de la plaga. El gran pájaro me lo decía pues la primera impresión es la desdicha del forastero. Me veía diferente y ello es tabú de lo desconocido. Como si decir la tierra gira alrededor del sol, quizás Copérnico me escuche y no se sienta solo, si no es que arde en las llamas junto Giordano Bruno y otros ¡Aléjese! Canta el ave forma de médico. No robarás mi alma síntoma espectral de muerte. Me reí de mí mismo y de ese pobre hombre repleto de temores. Sus lentes eran para ello, para que los espíritus de los moribundos no se introduzcan como sus
picos repletos de flores y fragancias. Bella manera de despistar el hedor. Y sus bastones. Con ello pueden establecer a quien tocar ¿Y quién no? Ya me alejaré hombre sin conocimiento; insulto de la ciencia, blasfemia de la teología. Ya me alejaré. En la plaza central estaban allí aún y sin sepultura los cuerpos de quienes profesan sus ideas fuera de todo régimen pre establecido por la iglesia papal. Y la inquisición se halla a la orden del día con su libro de culpables. La peste bubónica está destruyendo a toda la población. Y las ratas llevan las pulgas y las pulgas el virus fatal ¿Y quién entenderá que la solución es tan simple como higienizar? Todo permanece perdido, incluso mi cuerpo se siente débil. Desde que llegué, cometí el grave error de quitar mi casco. La inmunidad de mi anatomía parece no responder con sus defensas. Será que el verdadero virus se extinguió y era tan letal que hasta la actualidad ¿no hay cura? O mutó, evolucionando de manera que lo que conocemos es solo un pequeño cardumen de lo que fue un tiburón. Desgracia la mía. Debo escapar del pueblo maldito que corrupto de muerte se ubica en las aguas del olvido como toda Europa. Dios los guarde. Estoy agotado. Debo descansar unos momentos. Encenderé mi escáner para saber mi situación actual. El aire para rancio y lleno de minúsculas partículas envenenadas. Debo descansar. Quisiera utilizar algún medicamento, o vacuna, pero era inútil. Estaba listo. La época me demostraba que me encontraba en plena edad Media, en plena peste negra, en plena muerte.
Me detuve en una piedra a la cual me senté a ver el ir y venir de las hojas cuyo viento impulsaba. Me pareció maravilloso el solo poder contemplarlas. Esto es parte de nosotros y el mundo. Contemplar el segundo de felicidad que una trivial situación no regale para poder partir alegres. Ello y el epíteto del recuerdo, satisfacción de vivir. Pero me siento muy cansado y quiero recostarme allí en el suelo de las rocas tibias del sol. (Dlc)
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Editado: 11.10.2023