Grietas De Un Corazón Que Está Sanando

Capitulo 1 ⭐ “ La familia perfecta ”

La gente me miraba. Algunos con lástima. Otros, con burla. Y yo... yo solo quería desaparecer.

No sé exactamente en qué momento dejé de ser yo. Tal vez fue el día que me entregué por completo a alguien que nunca pensó cuidarme. Tal vez fue cuando confundí amor con dependencia. Lo único que sé es que ahí estaba… parado frente a todos, con el alma hecha pedazos y el corazón desnudado frente a quienes no sabían ni un poco de lo que había vivido.

No podía hablar. No podía defenderme. Ni siquiera sabía cómo llegué a ese punto.

Pero justo cuando creí que no había nada más abajo…

...recordé quién era.
O mejor dicho, quién fui alguna vez.
Porque para entender este final vergonzoso… tengo que contarte cómo empezó todo.

Y todo empezó en una familia, donde solo existía amor, armonía, paz, felicidad, seguridad y tranquilidad…

Pensar en mis primeros años es recordar un tiempo donde todo parecía estar en su lugar. El amor, la armonía y la tranquilidad eran parte de mi día a día. En mi casa se respiraba paz. Crecí rodeado de cariño, cuidado y sonrisas.

Yo nací en una familia donde se sentía que había amor verdadero. Mamá siempre estaba presente, con una ternura que sanaba cualquier tristeza. Papá era firme, pero también sabía abrazar fuerte y dar seguridad. Y yo me sentía profundamente amado.

Desde entonces, comencé a ver el amor como algo simple: darlo todo, sin condiciones. Quería ser eso para todos: un regalo, una razón para sonreír.

Y entonces, llegó ella: mi hermana.

El día que nació, algo dentro de mí cambió. Aunque yo era pequeño, sentí que mi mundo se agrandaba. En ese instante supe que no solo era el hijo amado… ahora también era el hermano mayor.
La amé desde el primer momento. Y entendí que el amor no se divide, se multiplica. Me sentí más feliz, más completo.

Sentía que tenía la posibilidad de amar aún más. Todo era tan perfecto que ni la tristeza ni las imperfecciones cabían. Cuando mi hermana y yo teníamos edad para ir a la escuela, hicimos grandes amigos. Con mi familia íbamos al circo, al zoológico, a la iglesia, a la plaza… a muchos lugares.

Desde ahí, la vida familiar se volvió aún más especial. Éramos más, pero también más unidos. Todo parecía perfecto.

Mis padres no peleaban, mi hermana y yo éramos inseparables. No existían las famosas peleas de hermanos. Nosotros nos queríamos mutuamente. Ambos nos ayudábamos, aunque como mi hermana era la más chiquita, yo la cuidaba más.

Una vez mi mamá estaba calentando la leche para mi hermana y, como yo quería ayudar, traté de alcanzar el recipiente que estaba en la cocina. Pero era muy alto y no lo sostuve bien. Derramé toda la leche caliente sobre mí. El dolor fue tan fuerte que lloré. Mi mamá, que estaba con mi hermanita, vino corriendo. Me quitó la remera y me limpió. No recuerdo si fui al médico, pero conociendo a mi mamá, seguramente sí. Esa fue mi primera cicatriz. Una marca que me quedó por querer ayudar.

También uno de los recuerdos más hermosos que tengo es cuando tuve mi primera mascota. Fue en una visita a la casa del hermano de mi papá. Disfrutamos de la piscina, un buen asado, películas, siestas. Y al final del día, mi tío nos regaló un perrito: un caniche gris claro y oscuro, juguetón. Lo llamamos Tuky. Se volvió el nuevo integrante de la familia. Cuando salíamos a la plaza, él se ponía triste por no poder ir. Pero al volver, saltaba, corría, nos recibía como si fuéramos todo su mundo.

Mi familia era lo más sagrado que teníamos y gracias a eso siempre estábamos juntos pero lo más importante es que Dios siempre estaba con nosotros, papá siempre nos hablaba del amor de Dios y de lo que el hizo por todos nosotros, nos encaminó desde chico en la palabra de Dios y ayudó a mi hermana y a mi a recibir a Cristo en nuestro corazón, porque así era la única forma de que podíamos ser salvos, no recuerdo el día o el año en el que papá nos ayudó a dar nuestros primero paso en el camino de Dios, pero jamás me olvidare de ese momento.
Gracias a Dios y a nuestros padres nuestra familia fue cristiana desde la cuna, íbamos a la iglesia juntos, compartíamos y hablábamos de la palabra de Dios y todo eso parecía perfecto...

Pero lo cierto es que uno no se da cuenta cuándo las cosas empiezan a cambiar.
A veces los silencios llegan sin hacer ruido.
Las risas empiezan a ser menos.
Las palabras ya no suenan igual.

Yo no lo sabía todavía…
Pero esa perfección que vivía tenía sus grietas.
Y con el tiempo, iba a aprender a verlas.



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En el texto hay: histora real, bibliografia

Editado: 06.07.2025

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