Gruñón Particular

El café

 

 

CAPÍTULO II

 

A la mañana siguiente me levanto a la hora programada en mi despertador, camino como zombi por mi habitación en lo que terminó de espabilarme. Cuando me encuentro un poco más despierta recuerdo que me tengo que apurar porque debo llevar el café de la reconciliación (que quede claro, es para Marta).

 

Como recordarán ayer no nos despedimos tan bien,  pienso que se fue un poco triste por mi mala reacción y antipatía.

 

Una vez vestida y más despierta bajo al departamento de mi hermano, espero que el conozca los gustos de Marta porque yo la verdad solo llevo un día de conocerla y ni siquiera sé si toma café o algo parecido.

 

Llego a la puerta y toco con fuerza. Veo que mi hermano abre todavía en pantalones de dormir y una camisa sport de tirantes.

 

—¡Reichell! ¿Qué pasa? ¿Tan temprano a la oficina? No sabía que estuvieras  así de entusiasmada. Créeme hermanita, no encontrarás a nadie.

 

—¡Ja y ja! Claro que no tonto, lo que pasa es que voy a pasar por la cafetería y te vengo a preguntar si de casualidad sabes qué tipo de café toma Marta la recepcionista de la empresa. Ayer le prometí llevarle uno, pero olvidé pregúntale cómo le gusta y para colmo no tengo su número —miento un poco, no pienso decirle a mi hermano que me porté mal con ella, admito que todavía  me siento un poco culpable por mi actitud.

 

—¿Marta?... Creo que lo toma con leche deslactosada y dos cucharadas de azúcar —me le quedo viendo con cara de pocos amigos, detesto los juegos tontos de mi hermano. Así es como le gusta a él el café—. Obviamente no se Reichell, no me paso fisgoneando que hacen los demás, además si he platicado con ella unas seis veces creo que es mucho.

 

—Gracias, la verdad no sé ni siquiera porque baje a preguntarte, si ya sé que eres un hombre solitario y sin chiste —le saco la lengua para que vea mi enojo, él simplemente se ríe de mí. 

 

Joaquín y yo raras veces nos peleamos, casi siempre nos reconciliamos al instante. De toda mi familia es el único que vive aquí, cerca de mí. Nuestros padres viven de punta a punta de nosotros. Ellos radican en Baja California Sur con mi hermano menor Pablo, en La Paz y, nosotros aquí en Mérida, en el centro para ser más específica. Mi hermano se vino a vivir a esta ciudad por qué Tornels tiene aquí si matriz, como le ofrecían un buen puesto aceptó inmediatamente. Yo decidí venir un tiempo después solo porque mis padres me dieron a elegir y quería estar cerca de Joaquín.

 

Mis padres, el señor y la señora Montalbo, para ustedes que ya tienen confianza conmigo pueden conocerlos por su nombre de pila, Roberto y Pilar.

 

Ellos viven en Baja California Sur desde que tengo memoria. Somos una familia con un poco de dinero bueno...ellos (mis padres), tienen dinero debido a que mi papá heredó del abuelo una cadena de hoteles importante en el norte del país. Desde que él la administra ha ido en aumento, abriendo un hotel más o menos cada año y medio.

 

Pero Joaquín y yo siempre nos hemos comprado nuestras cosas por propio esfuerzo nunca nos ha gustado molestar, aunque sean nuestros padre. Ellos nos educaron así, despilfarrar el dinero nunca es una buena opción, por eso compramos las cosas de acuerdo a nuestras necesidades, lo único que papá nos ha regalado son los departamentos donde vivimos y eso porque según él sus hijos nunca le habían aceptado nada. Su chantaje fue un poco dramático, nos dijo que aceptando su obsequio estaría feliz aunque viviéramos lejos de ellos y como ya los había comprado solo nos toco decir que sí.

 

Creo que fue el mejor regalo que nos pudo dar ya que se encuentran en una zona céntrica y de lujo aquí en Mérida. Pero lo cierto es que nadie sabe que papá tiene dinero, mi hermano y yo nos prometimos nunca hablar de la posición económica de ellos. Solo podemos hablar del cariño que les tenemos, no queremos que la gente se relacione con nosotros por el dinero de ellos y como por aquí los Montalbo no son muy conocidos podemos pasar desapercibidos con facilidad.

 

Llegó al starbucks y como me dijo mi hermano decido comprarle a Marta su café con leche deslactosada y dos cucharadas de azúcar ya que como les explicaba, desconozco los gustos de ella y, como no se me ocurre que comprarle decido inclinarme por los gustos de él.

 

Mis gustos en lo que respecta café son un poco exigentes, por eso yo simplemente procuro no comprar en la calle, cuando lo hago llevo conmigo café y azúcar de más porque a mí me gusta extremadamente cargado de ambas cosas. De paso aprovecho y compro unos rehiletes de piña para completar el desayuno. 

 

Algunos minutos después entró en la empresa, me fijo que Marta ya ha llegado, pero esta distraída en algo debajo de su cubículo, desconozco que hace porque simplemente no lo puedo ver desde mi ángulo. Me acercó con mucha  cautela y miedo a donde se encuentra ella para poner el café sobre su mesa.

 

—Hola ¿me perdonas por lo de ayer? —pongo cara de tristeza, suplicando  su perdón y al mismo tiempo le muestro la tasa de café.

 

—¿De qué hablas?

 

—Por mi grosería de ayer cuando nos despedimos, discúlpame lo que pasa es que... —me interrumpe.

 

—¡Oye! No tienes porque disculparte, entendí que estabas cansada y la verdad yo también, cuando vi mi transporte del otro lado ya no me pude despedir porque se estaba comenzando a alejar, la que te debe una disculpa soy yo por no decir adiós, o bueno, no recuerdo si lo hice.

 

—Oh Marta que bueno, pensé que te habías marchado enojada, lo único que se me ocurrió para pedirte perdón fue un café y mira, traje un rehilete, espero te guste, es de piña —le entregó la bolsa de pan, veo que mira el contenido y me hace seña de que le ha gustado, después toma la tasa de café y le da un sorbo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.