Guardianes

Eridoria

ERIDORIA

En el corazón de un valle escondido, rodeado de montañas majestuosas que tocaban el cielo y ríos cristalinos que cantaban canciones antiguas, se encontraba Eridoria, un reino de ensueño donde la magia y la naturaleza se entrelazaban en armonía perfecta. Sus campos verdes y dorados se extendían hacia el horizonte, salpicados de flores silvestres que perfumaban el aire con su dulce aroma y llenaban el corazón de sus habitantes de alegría y esperanza. Los bosques de Eridoria, llenos de secretos y leyendas, susurraban historias de antiguos héroes y dioses olvidados, cuyas hazañas habían dejado una huella indeleble en la historia del reino.

Los habitantes de Eridoria los eridianos vivían en paz y armonía, bendecidos por la protección de los siete Guardianes, héroes legendarios que habían jurado defender el reino de cualquier amenaza. Estos defensores de la luz eran venerados como dioses, y su nombre era pronunciado con reverencia en todos los rincones del reino. Estatuas y templos se erigieron en su honor, y oraciones y sacrificios se ofrecieron para asegurar su protección y bendición.

Bajo la superficie de esta belleza aparente, una sombra siniestra y ominosa se agitaba en las profundidades, esperando el momento perfecto para emerger y desatar su furia sobre el reino. Ahora, el mal conocido como Asbeel, un ser oscuro y corrupto que había sido uno de los siete Guardianes, consumido por el poder y la ambición, comenzaba a extender sus oscuros y temibles brazos de destrucción, amenazando con destruir la paz, la armonía y la luz de Eridoria. Su presencia era un secreto a voces, un susurro que se escuchaba en las sombras, un eco que resonaba en el corazón de los mortales, y su poder crecía con cada paso que daba hacia la luz, como una marea oscura y devastadora que se elevaba para engullir todo a su paso, dejando atrás un rastro de destrucción y desolación.

Eryndor y Arin, dos amigos inseparables desde la infancia, caminaban por las calles empedradas de eldrid cumpliendo con sus deberes diarios.

Arin es un joven de 18 años con una complexión robusta, cabello castaño oscuro, ligeramente despeinado, y unos ojos marrones. Eryndor, un joven de 19 años con cabello rubio y ojos verdes, siempre había sentido una profunda admiración por los siete Guardianes que protegían Eridoria.

"Arin, ¿crees que algún día podremos ser como ellos?" preguntó Eryndor, soñador.

Arin se rió. "¿Tú? Un Guardián? ¡Eso es como pedirle a un gato que haga trucos de magia!"

Eryndor sonrió. "Hey, no subestimes mis habilidades. Puedo hacer un excelente truco de desaparición... de mi habitación."

Mientras caminaban, Arin señaló hacia una calle lateral. "Eryndor, ¿has visto eso?"

Eryndor siguió la mirada de su amigo y vio una estructura antigua y deteriorada que parecía una biblioteca. La fachada estaba cubierta de hiedra y las ventanas estaban empañadas por el polvo.

"¿Qué es esto?" preguntó Eryndor, acercándose a la entrada. "¿Un refugio para murciélagos?"

Arin se encogió de hombros. "No sé, pero espero que no estén dentro."

Eryndor empujó la puerta y entró en la biblioteca. El aire estaba lleno de polvo y el olor a papel antiguo. Las estanterías estaban repletas de libros y manuscritos que parecían tener siglos de antigüedad.

"Este lugar es increíble", dijo Eryndor, explorando las estanterías. "¡Mira! Un libro sobre la historia de los calcetines!"

Arin se sentó en una mesa, mirando a su alrededor con desinterés. "No entiendo por qué te fascina tanto esto. Es solo polvo y papel viejo."

Eryndor sonrió. "Porque aquí hay secretos y historias que nadie conoce. Y quién sabe, tal vez encuentre un truco de magia para hacer desaparecer mi deuda con el panadero."

De repente, Eryndor se detuvo frente a una estantería y miró un libro con una cubierta de cuero negro. El título estaba grabado en letras doradas: "La Caída de los Guardianes".

Eryndor sintió un escalofrío recorrer su espalda.

"¿Qué es esto?" preguntó Arin, acercándose a Eryndor.

"Un libro sobre la Caída de los Guardianes", respondió Eryndor, con los ojos fijos en la cubierta.

"¿Y qué hay de interesante en eso?" preguntó Arin, escéptico.

"No lo sé, pero siento que hay algo importante aquí", dijo Eryndor, abriendo el libro.

"¿Y si es solo un montón de historias viejas?" preguntó Arin.

"Entonces será un montón de historias viejas interesantes", respondió Eryndor, sonriendo.

"¿Crees que los Guardianes realmente existieron?" preguntó Arin, mirando a su alrededor con curiosidad.

"Por supuesto que sí", respondió Eryndor, sin dudarlo. "Mi abuelo solía contarme historias sobre ellos."

"¿Y qué pasó con ellos?" preguntó Arin, acercándose más.

"No lo sé, pero espero que este libro me lo diga", dijo Eryndor, sumergiéndose en la lectura.

"¿Qué pasa?" preguntó Arin, notando que Eryndor se había detenido en una página.

"Este libro... le falta una sección", dijo Eryndor, confundido.

"¿Qué quieres decir?" preguntó Arin, acercándose a ver.

"Esta página está incompleta", dijo Eryndor, mostrando la página. "Solo hay una frase: 'El Ojo de...'.

"¿El Ojo de qué?" preguntó Arin, curioso.

"No lo sé", respondió Eryndor, frunciendo el ceño. "La página está dañada."

"¿Crees que es importante?" preguntó Arin.

"No lo sé, pero siento que sí", dijo Eryndor, con una sensación de inquietud.

"¿Y si es un rompecabezas?" sugirió Arin.

"Me siento como si estuviera al borde de algo", dijo Eryndor, con una mirada intensa. "Pero ¿qué es?"

Eryndor se sumergió en sus pensamientos, intentando descifrar el misterio de la frase "El Ojo de...". Arin, por su parte, se paseaba por la habitación, intentando encontrar alguna pista que les ayudara a avanzar en su investigación.

De repente, se escuchó un ruido extraño en la biblioteca, como si alguien hubiera cerrado una puerta con fuerza. Eryndor y Arin se miraron entre sí, sorprendidos y un poco alarmados.




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