Guardianes: El misterio comienza

Capítulo 5: El viaje.

Anduvimos durante unas ocho horas. Emma ya no daba más, asique dejó que Ian siguiera manejando para poder dormir un poco. Yo leía el libro que habíamos sacado de aquella casa el pasaje Luxemburgo. Este decía: 

  El amuleto se conecta directamente con la mente, y lo que la esta piense él lo sabe. Por eso, el manejo del elemento requiere concentración.  
  Cada elemento, además de tener control total sobre el elemento en cuestión, posee aptitudes diferentes. Como por ejemplo:  
El dominante fuego: 
- Puede prender fuego con el solo frotar sus manos rápidamente y apagarlo con solo aspirar de su boca. 
- Puede trasmitir calor con su mirada; algo que puede ser leve como para calentar el cuerpo, o mortal. 
El dominante agua: 
- Puede permanecer bajo el agua el tiempo que desee, y podrá respirar con total facilidad, además de ser un ágil nadador. 
- Sabrá siempre dónde hay agua exactamente.  
- Puede llevar el agua a su estado sólido y volverla de este al líquido. 
- También logra obtener el agua de cualquier lado, sea una plata, un animal, o una persona. Esto lleva a la muerte directa de la víctima; es un don que debe usarse en solo casos extremos. 
- Y la sanación. 
Los últimos tres puntos requieren mucha practica para ser llevados a cabo. 
El dominante aire: 
- Maneja los vientos, desde el más leve hasta el más destructivo. 
- Maneja el aire, lo cual le permite volar. 
- Puede intervenir en la mente de las personas, cosa muy riesgosa que no se debe hacer, solo en casos extremos. 
Los últimos dos puntos requieren mucha práctica para ser llevados a cabo. 
El dominante tierra: 
- Domina las masas de tierra, por ende puede provocar temblores con solo pensarlo.  
- Puede sentir si se acerca alguien a él. Por más que esté a leguas de distancia, sabrá exactamente dónde está lo que se acerca. 
  Estos son algunas de las aptitudes más usadas. También existe la posibilidad de crear nuevas, cosa que pocos guardianes lograron. 
  Al momento de prepararse, es conveniente que el rival en la práctica sea el contrario del elemento: 
Fuego: contrario de agua y tierra. 
Agua: contrario de fuego y aire. 
Aire: contrario de agua y tierra. 
Tierra: contrario de fuego y aire.  
Estos son algunos ejemplos más básicos y simples.  
Algunos elementos de clanes pasados pudieron llegar a hacer mucho más. Por eso, cada uno tiene un libro que deberán leer antes de colocarse el amuleto. 
Todos los elementos se pueden combinar y así unir sus poderes. Pero la unión de fuego y aire, o la agua y tierra son las más fuertes. 
Esmeralda, por lógica, es quien posee mayor fuerza ya que domina todos los elementos, posee todas sus aptitudes y las puede utilizar con quien lo desee. 
Cada elemento tiene un nivel de fortaleza, de fuerza y de energía diferente. En primer lugar el fuego, luego el agua, después el aire y por último la tierra. 

  Luego de eso había una página dedicada a cada elemento, pero la sección del fuego no se podía leer, porque sus hojas estaban todas pegadas, como si el libro se hubiese mojado, y al intentar despegarlas la mayoría de ellas se rompía. Pero bueno, había aprendido mucho y era hora de ponerlo en práctica. 
   Ya habían pasado dos horas más. Eran las diez de la noche del 12 de octubre. Nos frenamos un rato al costado de la ruta en el medio de la nada. Hacia donde uno mirara, había campo. Era una noche muy despejada, llena de estrellas y una luna llena inmensa. Comimos algo de lo que habíamos preparado con Emma y les comencé a comentar a los chicos lo que había leído. Decidimos que en la próxima ciudad pararíamos por la noche. Terminamos de comer, me fumé un cigarrillo mientras hablábamos y en seguida seguimos camino. Tardamos una hora en llegar a la otra ciudad, en la cual paramos en un hotel. Emma y Ian durmieron toda la noche, pero yo estuve fuera del hotel, practicando.  
  Lo primero que intenté hacer fue obtener el agua de un árbol, pero fue un poco más difícil de lo que parecía. Primero me paré frente a él y dije: 
– ¡Agua, sal!... – nada -Agua, ven a mí!... 
  No me había dado cuenta, pero había un señor borracho sentado a la entrada del hotel. 
–Mi niña, sí que has bebido esta noche. 
  No les puedo explicar la vergüenza que pasé. Y para disimular le dije: 
–Sí señor, menuda fiesta nos mandamos. 
  Este comenzó a reír y entró al hotel diciendo: 
–Ay, los jóvenes de hoy en día… ¡lo que nos espera…! 
  Miré hacia todos lados para cerciorarme de no quedar nuevamente como una loca y, una vez que ya estaba segura de que nadie me estuviera observando, lo volví a intentar.  
– ¡Agua, en mis manos! ¡Agua, aquí, ahora! 
   No conseguía que algo sucediera, pero para mí misma decía: “el tercer intento es el que vale”. Cerré los ojos, respiré profundo, coloqué mis manos como lo mostraba en una de las imágenes del libro –era como sostener una pelota con las dos manos– y dije, con paz y delicadeza: 
–Agua, te necesito, por favor, ven aquí. 
   En ese momento sentí como si el agua se comunicara conmigo, fue algo inexplicable. Al abrir los ojos, puede ver cómo ese espacio entre mis manos se iba llenando poco a poco de agua, y así también el árbol se iba secando poco a poco, cayéndosele las hojas hasta que quedó totalmente seco. Agarré esa bola de agua con una sola mano y la lancé hacia arriba, estiré mis brazos, volví a cerrar los ojos y susurré con la misma calma que antes: 
–Que caiga en forma de nieve. 
  Lógicamente no me salió. El libro decía “mucha práctica”, pero yo soy muy impaciente. 
Después, intenté con una mano mantener en el aire el agua y, con la otra, mantener en el aire la tierra. Luego de llenarme de tierra y mojarme toda y de muchos intentos fallidos, logré mantenerlos a ambos en el aire por unos momentos. Y así pasé toda la noche. A eso de las cinco de la  mañana, me fui a bañar y luego me acosté. 
  Por la mañana, cerca de las diez, me despertó Ian de una forma no muy sutil. Me trajo el desayuno en una bandeja, se tropezó y el jugo de naranja cayó sobre mi cabeza. Me senté rápidamente, muy enojada, y le dije a gritos: 
– ¿¡Sos idiota, Ian!? ¡Tené un poco más de cuidado! 
–Perdón –me decía él mientras se mataba de risa. 
–Esta vez no me río, ¿o me ves sonriendo? –dije mientras me levantaba al baño. Suelo tener un humor no muy bueno por las mañanas. 
–Acá te dejo el desayuno –dijo él. Y se fue. 
  Primeramente me saqué el jugo de la oreja, luego me bañé. Como había dejado mi ropa en el auto y solo había traído una muda que había usado anoche después de embarrarme toda, no tenía qué ponerme. La ropa que tenía puesta estaba mojada con jugo. Entonces me envolví en la toalla, abrí la puerta de mi habitación y me asomé para ver que no hubiera nadie en los pasillos. 
– ¡No hay moros en la cosa! –dije bromeando conmigo misma, y crucé a la puerta de en frente, que era la de Emma. Le estaba por golpear la puerta cuando me di cuenta que el mismo señor que la noche anterior esta borracho en la puerta del hotel estaba ahora parado en la puerta de su habitación, y que me había visto salir de mi pieza envuelta en una toalla, y, además, hablar y reírme sola. 
–Sí que dura el efecto ¿Cómo la está pasando señorita?  
–Aja, eh, bien, gracias –dije mientras me metía sin permiso en la habitación de Emma. 
  Ella todavía estaba dormida. Me acerqué y le dije susurrando: 
–Emma… Emma… –nada – ¡Emma! –dije gritando. 
  Ema se dio vuelta y me miró con un solo ojo.  
– ¿Qué? ¿Ya nos vamos? 
–Sí, ya nos vamos, pero antes necesito que me traigas mi ropa que está en un bolso, en el auto. 
-Ya voy. 
  La esperé ahí mismo, en su habitación, ya no quería volver a salir así. Regresó. Yo me vestí mientras ella se bañaba. Agarramos todas nuestras cosas y nos fuimos. Ian nos esperaba en el auto porque había ido a cargar nafta. Antes de salir, me fumé un cigarrillo. Subimos y retomamos el viaje. 
  Las siguientes cinco horas las pasé durmiendo. Emma me despertó para almorzar, pero seguí durmiendo, estaba muy cansada. Me desperté a las cuatro y me tocaba manejar a mí. A las siete de la tarde, frenamos a cargar nafta, comprar comida y luego seguimos viaje.        Como a las once, estacionamos de nuevo al costado de la ruta a cenar lo que habíamos comprado en la última parada. Fue cuando le mostré a Ian y Emma lo que había practicado la noche anterior. Ambos quedaron sorprendidos. Los tres nos pusimos a practicar. Luego decidimos que lo mejor era manejar toda la noche. Y eso fue lo que hicimos. Comenzó Emma, pues ya era su turno. 
  El segundo y el tercer día de viaje pasaron muy rápido. Era turnarse para manejar y, cada vez que frenábamos, además de comer y hacer nuestras necesidades, ejercitábamos nuestras capacidades en el dominio de los elementos, y poco a poco íbamos mejorando. 
  Fue un viaje muy divertido. 

 




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