Guerra de Palabras

CAPITULO 4

Entró al auto y el cuero caliente quemó su piel, así que maldijo, ahora eran tres desconocidos que nunca se habían visto en la vida, en un viaje que parecía más una sentencia que una aventura.

Posó las llaves en el contacto y trató de prender el auto, intentó como tres veces y a la cuarta vez encendió, sonrió victorioso y miró a la mujer a su lado para ver si ella vio lo que había hecho, buscando un halago.

Pero su atención se la llevaba el gato, por lo cual solo se dispuso a conducir, en silencio.

Tomó la ruta mientras Natasha encendió la radio, o eso intentó, ya que no funcionaba.

—¿De dónde habrán sacado esta cosa? —Fastidiada bajó la caja del gato a sus pies. Hacía demasiado calor y el aire caliente que entraba por la ventana no ayudaba en nada—. Hace calor.

Jared puso los ojos en blanco mientras apoyaba uno de sus brazos sobre la ventana del auto.

Había pasado solo una hora y esa molesta mujer a su lado solo se quejó, no sé, ¿como cien veces del calor? Por supuesto que él sabía que hacía calor ¡También lo sentía!

Natasha se iba a quejar de nuevo, pero Jared la interrumpió.

—Muy bien —alegó, con un tono de resignación—. Viviremos juntos por más de un mes y nos queda un largo viaje, así que deberíamos conocernos, ¿no lo crees?

Ella lo miró, lo escaneó buscando algo que podría gustarle, pero no tenía nada.

—¿Tienes tatuajes? —Fue lo primero que preguntó, con una curiosidad genuina.

—Sí.

Eso la hizo sonreír.

—¿Dónde? —Natasha se inclinó hacia él, con interés, pero luego se alejó de nuevo, sintiendo su olor a sudor.

«En mis libros, mis personajes olían bien todo el tiempo», pensó, con ironía.

—Los tengo escondidos —contestó Jared, con una sonrisa incrédula—. ¿Y tú?

—Nunca me he hecho uno, pero siento curiosidad —dijo, mientras volvía la vista hacia afuera, observando el paisaje de árboles—. ¿Cuántos años tienes? —Indago—. Emilia no me contó mucho sobre ti.

Solo le aseguró con su vida que él no era ningún violador o secuestrador, que podría encerrarla en un sótano o contarle las piernas.

—Veintitrés —respondió Jared, con una sonrisa. Natasha comenzó a toser y lo miró sorprendida, le ofrecieron algo menor a ella y eso no le gustaba nada—. ¿Qué?

—Soy un año mayor, maldita sea —resoplo. Emilia se lo escondió muy bien, aunque era solo un año de diferencia, su conciencia no estaba tranquila por pasar el rato con alguien menor que ella—. Sabía que no era buena idea —murmuró Natasha, con una expresión de desaprobación.

—¿Tienes problemas con la diferencia de edad?

—No me gustan los menores —le espetó, con una voz firme, estableciendo una línea clara. El gato en la caja maulló suavemente, como si estuviera de acuerdo con la postura de Natasha.

Jared pensó que era una estúpida.

—No te tacharán de pedófila, si a eso te refieres, solo nos llevamos un año de diferencia —dijo, con una sonrisa sarcástica.

Natasha lo miró con desdén.

—Cuando tú te arrastrabas por el suelo, yo ya estaba caminando, niño —habló, en tono seco—. Además, ni siquiera estoy interesada en ti.

Jared chasqueó la lengua, fastidiado, y cambió de tema.

—¿Hace cuánto eres escritora?

Natasha suspiró y miró por la ventana, antes de responder.

—Empecé a escribir cuando tenía dieciséis años —respondió, con una voz más suave, como si estuviera recordando un momento feliz—. ¿Y tú?

—Dieciocho.

—¿Cómo supiste que querías ser escritor? —Esa era la pregunta favorita de ella.

Jared lo pensó un momento.

—Solo se dio —respondió.

—Esa no es una respuesta —su desilusión se hizo notable.

—Lamentablemente, no hay una gran historia detrás, un día decidí escribir, se me dio bien, gané dinero, así que me dediqué a esto. Soy bastante famoso.

Natasha rodó sus ojos, insatisfecha.

—Yo no te conocía antes de este día.

—Tú vives en tu pulgar, niña —argumento—. Deberías salir al mundo —Natasha se cruzó de brazos—. Pero tienes razón, yo tampoco te conocía antes de todo esto.

—Soy bastante famosa, tú deberías salir más al mundo, no hay ningún escritor que no me reconozca y que no haya leído uno de mis libros —sus comisuras de los labios se elevaron, con confianza.

Jared soltó una risa, lo que hizo molestar a Natasha.

—Hace calor, no estoy de buen humor cuando hace calor —protesto con una sonrisa falsa—. Y si tú vuelves a reírte, me molestaré más.

—Me doy cuenta —alegó Jared, fastidiado—. Te has quejado todo el camino de que hacía calor. Se vuelve molesto.

Ella abrió la boca, sorprendida, nadie la había tratado así, asegurando su punto de vista de que los hombres en la vida real apestaban y que él no era ninguna excepción.

—Deberías aprender a tratar a una mujer —soltó, con una voz indignada. Jared volvió a reír—. ¡¿Qué te parece tan gracioso?! —Su voz se elevó.

—Creó que te has metido mucho en tu imaginación y tus libros, que te has alejado por completo de la realidad —declaró Jared, con una sonrisa sarcástica—. Leí un libro tuyo antes de esto. —Confesó, mirándola con una expresión de desdén—. ¿Y sabes cómo haces ver al hombre?

Cuándo había leído uno de sus libros, sus ojos casi sangraron, le dio un bloqueo lector, y quién sabe qué más.

Lo que la mujer a su lado escribía no era para nada su gusto, de modo que no tenía idea cómo ella podría inspirarlo a escribir una escena de romance.

—¿Cómo? —Inquirió Natasha, con precaución, la mayoría de sus fans eran mujeres, así que estaba intrigada por tener la opinión del sexo opuesto.

—Como un perro que mueve la cola por la mujer que lo trata de la mierda —manifestó, girando el volante con una mano, y eso no pasó desapercibido para Natasha—. Deberías saber que ningún hombre se expresaría de esa forma por una mujer sin que ellas se lo pidieran —agregó, con una sonrisa cínica—. Los hombres no somos príncipes azules, no somos perfectos, somos reales. Ustedes están tan empeñadas en que el hombre cargue con sus ideales, que se ofenden cuando le pedimos que se esfuercen por cumplir con el nuestro.




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