Guerra de Palabras

CAPITULO 10

Las dos almas perdidas se encontraban en un establo que denominaban boliche. Lo que significa alcohol, drogas, mujeres y hombres bailando entre sí compartiendo su sudor mientras ignoraban el olor a cebolla que tenía cada uno cuando alzaban los brazos.

—No creo que esto me inspire —comentó en voz alta, buscando la atención de Natasha—. ¿Podemos volver?

Jared odiaba los lugares ruidosos. Preferiría estar conectado con la naturaleza, sentir la paz y la tranquilidad.

Pero ella lo ignoró y se sumergió entre la multitud, empujando y siendo empujada hasta llegar a la barra junto a Jared.

—¿Acaso nunca has ido a un boliche? —preguntó a gritos—. ¡Es la cúspide de la inspiración!

Él la miró, luego miró a su alrededor. Las luces estroboscópicas y el humo que llenaba el aire le estaban haciendo sentir mareado.

—¡¿De qué estás hablando?! —habló, molesto, porque de todas las cosas de la lista, esta era la que menos quería hacer.

—¡Sexo, drogas, alcohol y música! —gritó Natasha, y Jared la miró como si estuviera loca—. ¡Es el combo perfecto! —continuó—. ¡Hay muchas personas raras en el mundo que les gusta leer sobre eso!

El escritor se preguntó qué tipo de personas podrían encontrar inspiración en ese lugar.

—¡Pero mis historias no van de eso! —se apoyó contra la barra—. ¡Además, esto no es mi estilo!

Natasha sonrió y le hizo señas al bartender.

—Puedes tomarlo como base y luego modificarlo a tu gusto —dijo mientras pedía dos mojitos—. ¡Te enseñaré algo grandioso, vas a vivir el romance en primera persona!

Recibió uno de los mojitos que ella le ofreció y la miró mientras se alejaba, preguntándose qué carajos le había gritado porque no la había escuchado. La siguió hasta un lugar un poco más tranquilo y se puso a su lado mientras ella analizaba su objetivo.

—Escúchame bien. —Miró a Jared cuando encontró lo que estaba buscando—. Ves a esas dos mujeres allá riendo, ¿cuál te gusta más?

Él la miró y negó con la cabeza.

—No lo haré. —No quería ser su juguete de prueba.

—Pero ni siquiera sabes lo que te iba a pedir. —Tomó un trago de su mojito—. ¿Conoces los dones del coqueteo, verdad? —Alzó una ceja con un gesto provocativo—. Todos los hombres deben tener un manual de instrucciones de eso, ¿no?

Jared rodó los ojos, y miró a las dos mujeres que le había señalado. Una era rubia, con una sonrisa radiante, y la otra era morocha, con una mirada más reservada.

—¿Me estás haciendo elegir entre dos mujeres? —la miro de reojo—. ¿Dónde quedó tu sentido de feminismo, siquiera lo tienes?

Sus cejas se elevaron, con una mirada de superioridad.

—¿Eres un marginado, verdad? —Toco su hombro con una falsa sensación de lástima—. No te sientas mal, muchas te han rechazado, ¿no es así? ¿Aún no lo superas?

Él quitó su mano con molestia y se tomó el trago de un golpe, se lo devolvió a Natasha, quien lo miraba con una sonrisa divertida. Luego, se fue caminando hacia las dos mujeres, mientras la escuchaba gritar:

—¡Da lo mejor de ti, eres el mejor!

Aunque no lo pareciera, Jared era popular en la escuela y varias mujeres se le habían declarado, pero en su mente solo pensaba en dragones y monstruos, además de ganar dinero. Ese era el problema, las mujeres se le acercaban, pero él no tenía experiencia en acercarse a ellas.

Cada paso que daba, más inseguro, se volvía y se preguntaba por qué le hacía caso a una escritora que no le agradaba.

Pero si esto le servía de inspiración y podía entablar una conversación con una mujer real... Dejaría su orgullo por un momento.

Y sí, Jared no consideraba a Natasha como una mujer en el sentido tradicional. La veía como una enana de las tabernas en las profundidades del bosque, velluda y molesta, pero sabia e inteligente, que te guiaba hacia tu objetivo con una mezcla de astucia y magia.

Cuando llegó a las mujeres que reían estridentemente, Jared hizo una sonrisa forzada, pero en lugar de acercarse, dobló hacia la izquierda y siguió caminando.

Esa noche, no se humillaría por nadie y conservaría su dignidad.

Ella notó cuando se giró y lo iba a seguir, pero chocó con alguien.

—¡Lo siento tanto! —escuchó la voz de un hombre mientras miraba su remera favorita, ahora manchada de quién sabe qué—. ¿Estás bien?

El hombre derramó una bebida en la remera de la mujer, ella alza la vista y se encuentra con sus ojos. El mundo se detuvo a su alrededor, quedando solo ellos en el espacio-tiempo, los corazones latían en sincronía mientras se contemplaban —comenzó a murmurar con una sonrisa de loca, perdida en su propia fantasía.

Pero cuando alzó la vista hacia el chico que estaba frente a ella, su sonrisa se congeló.

—¿Te... cómo llamas? —Se dio cuenta de que se le había trabado la lengua. Repitió, tartamudeando—. T...tr... nombre.

Natasha quedó boquiabierta cuando se dio cuenta de que comenzaba a tartamudear. Ella le había mentido a Jared, si era una marginada.

Era como un pez nadando en un mar vacío, jamás había tenido una conversación con un hombre y si alguien le parecía atractivo, solo lo miraba de lejos hasta que, después de unos meses, ya no le gustaba más.

Aunque ella no lo supiera, eso era solo porque tenía miedo de que le rompieran el corazón.

El hombre le pareció atractivo, esos rasgos que tenía el pobre serían descritos en su libro cuando regresara a casa.

—¿Qué? —preguntó el hombre, acercando su oreja para oírlo mejor—. No te escuché.

Ella trató de hablar de nuevo, pero ninguna palabra salió.

—Mierda —murmuró entre dientes, y se alejó de él, roja de vergüenza.

Se dio cuenta de que había fracasado en su intento de interactuar con alguien del sexo opuesto.

—Soy una escritora de romance que no existen, no una persona real —se dijo a sí misma, mientras se perdía en la multitud.

Jared siguió caminando a empujones hasta que, sin querer, empujó a una chica y la hizo caer.




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