Jared cerró la puerta del auto mientras se acomodaba el bolso sobre el hombro. Natasha lo siguió al lado y caminaron por la tierra hasta el puente de madera sobre el lago frente a ellos.
—Un lago —comentó Natasha con una sonrisa—. ¿Sabes lo que hacen un hombre y una mujer cerca de un lago en un libro? —preguntó hacia Jared, que aún tenía el ojo levemente morado.
—¿La asesina? — Le respondió mientras espantaba una mosca con su mano, asqueado—. ¿O esconde su cuerpo aquí?
Natasha rodó los ojos, exasperada.
—Género de romance, Jared. Por eso estamos aquí.
Siguieron caminando hasta pisar el puente de madera, que crujía suavemente bajo sus pies.
—En la mayoría, los protagonistas se tiran al lago y tienen su momento romántico —continuo.
Jared la miró, escéptico.
—¿Tienen relaciones en esta agua sucia? ¿Eso no es antihigiénico para ambos?
Su pregunta estaba llena de verdadera curiosidad, como si no pudiera creer que alguien se atreviera a hacer algo tan imprudente.
—Lo es si fuera real —admitió Natasha, dándole la razón a Jared por primera vez—. Aunque nunca lo he experimentado, no creo que sea agradable que te entre agua por ahí.
Y nunca lo había visto de esa forma, si una pareja tiene relaciones en un lago, ¿entraría agua por ahí abajo?
—Pero no lo sé, tal vez no entre nada —se corrigió, su mente divagando sobre las posibles consecuencias.
Él la miró mientras divagaba, a veces pensaba que se tenía que guardar algunos pensamientos para ella misma.
—¿Por qué dices en voz alta todo lo que piensas?
Llegaron al final del puente, y Natasha se detuvo, mirándolo con una sonrisa.
—Tú preguntaste —le recordó, como si eso explicara todo.
—Solo tenías que responderme con un no o un sí. No con una reflexión sobre si es posible que te entre agua por ahí. —Apoyó el bolso en el puente bastante ancho.
—Sí —lo miro, ensanchando su sonrisa.
—Bien, experta en romance, ¿qué se debe hacer en estas escenas además de tirarse al lago?
Ella se sentó en la punta, sus piernas cruzadas y arrastró el bolso hacia ella.
—¿Tú no tienes escenas en lagos o algo así?
Abrió el bolso y sacó una manzana que se la tiró a Jared. Él la agarró en el aire y se sentó a su lado.
—Hay una escena donde hay una reina sirena, mi protagonista debe buscar un cuerno.
—¿Un cuerno? —indagó, divertida, mientras sacaba un paquete de galletitas y lo habría—. ¿Para matarla?
Jared le dio una mordida a la manzana mientras estaba apoyado con una mano sobre el puente y miraba el paisaje.
—Para llamarla, él no puede respirar bajo el agua, así que debe tocar el cuerno para que ella emerja del agua.
Natasha se metió una galleta en la boca y preguntó con curiosidad.
—¿Y tu protagonista se enamora de la sirena? ¿O la mata?
Jared rodó los ojos, como si la pregunta fuera absurda.
—Mis personajes nunca mueren, además, mi protagonista no asesina si no hay razón.
Ella alzó las cejas, con escepticismo. En los libros que había leído de él, se dio cuenta de que tenía el gusto de hacer sufrir a sus lectores matando a sus personajes.
—Entonces, ¿qué necesita de la sirena?
Jared puso una mueca, como si no quisiera revelar demasiado. Natasha rio.
—No me digas que necesita su cabeza —lo acusó.
—Es por una buena causa —se defendió, pero ella negó con la cabeza.
—Deja de matar personajes y tal vez vendas más —bromeó, pero Jared se sintió ofendido.
—Él debe llevar la cabeza hacia un altar para que le den la espada que necesita para asesinar al rey oscuro. ¿Ves? Es una buena causa. La fantasía necesita trama, necesita acción y necesita muertes —comenzó a explicarle el porqué debía matar a sus personajes—. Tú, ¿qué escribirías en mi lugar?
Natasha lo pensó un momento y dijo:
—Es una Reina Sirena, haz que su ejército luche por ti.
Jared frunció el ceño.
—Pero él lucha solo.
—Ese es el problema, querido escritor —dijo, arrugando su nariz y apartando un bicho de su cara—, que en todos tus libros, tu guerrero es un solitario. —Lo señaló con una galletita, como si estuviera destacando un error obvio—. ¿No sería más fácil armar un ejército y luchar todos juntos? —Su voz estaba llena de lógica y sentido común.
Él se encogió de hombros.
—Pero tiene que haber una buena causa, además, ¿cómo convencerías a una sirena para que luche a tu lado? —Su tono implicaba que era una tarea imposible.
Natasha sonrió y dijo, con una voz llena de inspiración:
—Garren tocó el cuerno que hizo al agua temblar y a las aves alzar vuelo sobre las copas de los árboles. El silencio se posó en el lugar hasta que el agua cobró vida moviéndose con ferocidad y sus ojos resplandecieron al ver tan hermosa mujer que emergió del agua, su cabello era como finos hilos de oro y esos ojos azules que te hacían recordar el cielo azul despejado miraban fijo a aquel que tocó el cuerno para llamarla.
Jared se inclinó hacia adelante, impaciente por saber qué pasaba después.
—¿Y entonces? —inquirió, pero Natasha lo miró molesta.
—No me interrumpas cuando estoy inspirándome —le pidió, pitando el dedo.
Jared puso una mueca, pero cerró la boca, ansioso por escuchar el resto de la historia.
Natasha continuó, con una sonrisa enigmática:
—Garren cayó de rodillas ante la Reina de las Sirenas.
—Él no se arrodilla ante nadie —interrumpió Jared, con una mueca de desaprobación.
Natasha se frotó los ojos, frustrada.
—Garren se acercó a la orilla del mar y dijo en voz alta, suplicando...
—Él tampoco súplica —corrigió Jared, molesto—. Estás cambiando la personalidad de mi personaje y...
Natasha lo interrumpió y le metió la galleta a la fuerza por la boca para que se callara. Era la que había mordido.
—La sirena le preguntó qué era lo que quería y él le dijo que necesitaba un ejército para aniquilar la oscuridad y salvar a su amada. La sirena le preguntó qué recibiría a cambio y él solo le dijo...