Prólogo

Desde pequeños, fuimos muy unidos.

Él me sobrepasaba por siete años, era mi hermano mayor. Lo amaba.

Nunca me dejo sola, y siempre me defendió de cuando mis padres me intentaban regañar, me cuido cuando nos dejaban solos, me cocinó, y me leyó cuentos de hadas antes de ir a la cama. 

Cuando crecimos me ayudó con las materias las cuales iba a reprobar, y cuando ya cumplí quince años, fue a mi primera competencia, donde salí campeona de un grupo de gigantesco de puras mujeres. 

Lo malo de todo esto es cuando a tu hermano dejas de mirarlo como tal, y la atracción comienza a nacer.

Cuando el deja de ser un simple hermano, y pasa a ser tan solo un hombre más, como los demás. Y tu mirada cambia, y ya no lo miras de la misma manera sincera y cariñosa. 

Todo es diferente cuando la atracción nace.