Desde que nací, recuerdo muy bien una pequeña silueta de siete años que cargó mi pequeño y débil cuerpo, meciéndolo de un lado al otro, con total cariño y amor. Repitiendo a cada instante las palabras: "Prometo amarte y respetarte, pequeña Emma." Aún recuerdo que le sonreí y cogí su mano, mirando aquellos grandes ojos azules, que me juraron eterno amor.
Nací en la cuidad de Los Ángeles, junto a mis dos padres, Francesco Bradley, un ingeniero comercial, además de contador financiero. Y Claudia Williams, vendedora de bienes raíces, desde que tiene veinticinco años. Hoy están felizmente casados cumpliendo treinta y tres años de matrimonio. Ellos a los dos años de casados tomaron la decisión de tener un bebé, para la suerte de mi madre, varón, a quién llamaron Christian, un pequeño niño desordenado que a la edad de siete años quiso un hermano, puesto que comenzó a sentirse solo jugando en una gigantesca habitación, para su agrado sus padres le dieron en el gusto, y se pusieron manos a la obra y once meses después nací yo, una niña.
Al principio mis padres me comentaron que a Christian nunca le gustó la idea que yo fuera niña, él quería un hermanito para poder jugar al fútbol, fútbol americano, soccer, o... algo así. Mi padre siempre le explico que una niña no puede hacer esas cosas, y fue aquello lo que le molesto. Pero todo cambio cuando sus enormes ojos me miraron y supieron que yo lo iba a ser muy feliz.
Y así fue, crecí junto a él en la misma primaria y secundaria, gracias a la situación acomodada de mis padres, a la edad de cinco años yo descubrí dos deportes que después llegue a tal grado de amarlos, que mi padre no dudo ni un segundo en contratar a O'connor Brown, un entrenador famoso, además de guapo con una montonera de premios, todos recibidos siendo muy joven. Quien era mi entrenador hasta el día de hoy, él fue quien me entrenó para ser la mejor nadadora y atleta mundialmente admirada y querida por todos. Mi padre hizo algunas llamadas y nos transfirieron a Chris y a mí a un instituto con una larga gama de deportivos, en los cuales yo aprendí más y me entrené de igual manera.
Con Christian, éramos los mejores de nuestras generaciones. Recuerdo que ambos lloramos en nuestras distintas graduaciones cuando salimos premiados con honores del instituto. Y fue así como nunca más nos separamos, fuimos a la misma facultad, donde él por su parte estudió lo mismo que nuestro padre, para después tomar su cargo en la empresa. Y yo sin dejar de lado la natación y el atletismo, estudié diseño gráfico en la prestigiosa Universidad de Stanford.
Conforme fuimos creciendo, nunca nos separamos, siempre fuimos muy unidos, y sabíamos que eso jamás cambiaría. Casi siempre que nos distanciamos era cuando yo entrenaba o competía y él trabajaba. Como ahora, 23 de noviembre del año 2019, estando en los camerinos, junto a mi equipo y a O'connor, me preparo para una competencia preliminar, con el objetivo de poder estar en las olimpiadas de Tokio el año que viene.
—Prometo estarlo viendo por la televisión —Sonrío ante la promesa de mi hermano, y muerdo mi labio más que nerviosa, me tiemblan las piernas, y no es porque Gloria, una ayudante del equipo, me esté haciendo masajes en las pantorrillas—. Lo harás bien, confió en que traerás esa puta medalla a casa e iremos nuevamente a cenar, para festejar.
—Okey, debo colgar. Y gracias, bro. —Escucho como a través del teléfono me manda un beso, y sin nada más que decir cuelgo, y le entregó mi celular a O'connor, quien lo guarda en el bolsillo de su pantalón, y una vez que Gloria se detiene, me levanto.
—¿Nerviosa? —Pregunta sonriente.
—Para nada. —Río, y le abrazo, lo que sea que pase aquí, es totalmente definitivo para poder ir a las olimpiadas, no del todo, puesto que falta aún la eliminatoria.
—Estate tranquila, ahógate con agua, y respira hondo —Asiento, tomando el agua mineral que me ofrece, y abriéndola la bebo de inmediato—. Ve lento, pero seguro. Recuerda no contengas el aire debajo, te pondrás tensa y disminuirás velocidad.
—Sí, lo sé —Suspiré, y comencé a dar saltos y soltar mis brazos, quitando la tensión que ahora estaba comenzando a nacer—. Al igual que cuando mi cabeza esté a punto de entrar al agua debo exhalar, así eliminaré toda tensión de tu cuerpo.
—Excelente. Ahora, vamos.
Caminé al lado de él, aun bebiendo del agua mineral. Al llegar donde se encontraban los distintos grupos, con sus nadadores y equipos, hice una mueca. Ver a tantas mujeres de mi edad demasiado altas para mi gusto, me puso nerviosa, pero traté de concentrarme en la meta y de tranquilizarme.
—Escúchame —Habló deteniéndome O'connor—, ira primero Palmira, luego de la primera vuelta, los dos últimos tramos son tuyos. Confió en ti. —Asentí aún más nerviosa, tenía que rebasar por mucha distancia que fuera, para poder ganar. Palmira no era la mejor, pero tampoco me las iba a dar de creída y decir que yo aquí era la única importante.
La competencia era de dos, así que dándole una palabra de aliento a mi compañera, le golpeé levemente la espalda, posicionándonos de inmediato, una voz demasiado molestosa, nos presentó una por una al jurado. A cada lado de los nadadores, uno de los del jurado se ubicó, suspire liberando toda tensión, y concentrándome.
"Lo harás bien, confió en que traerás esa puta medalla a casa" —Cerré los ojos, pensando en mi hermano, una vez que vi a Palmira ubicada, y posicionada. — "Lo harás bien, confió en que traerás esa puta medalla a casa"
El sonido de la bala, retumbo en mis tímpanos, y al ver a Palmira saltar a la piscina, me coloque de inmediato en la base rectangular cerca del borde de la piscina, para poder saltar una vez que el juez a mi lado lo designase. Miré a los lados viendo como Palmira en la vuelta perdió impulso, dejándonos sextas. Negué con la cabeza y grité su nombre. Colocándome de inmediato los anteojos para el agua.
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Editado: 04.01.2021