Guerra entre Hermanos

4

Ya en domingo, estaba ansiosa porque hoy llegaba Christian, pero también estaba más que feliz porque hoy me tocaba entrenar una rutina de ejercicios algo demasiado pesada, pero no tanto. Necesitaba descansar y liberar la tención de estos últimos días. Christian me había llamado en la mañana, de que su vuelo ya salía, así que para matar el tiempo vine al gimnasio en casa, que papá había mandado a hacer junto con la casa.

Me coloqué los guantes de boxeo negro de Chris, y comencé a darle duro al saco negro de cuero. Creo que estuve así por varias horas, es como si mi madre y O'connor fueran el saco y yo les estuviera dando con todo. Me reí ante mis pensamientos, y cogiendo el saco, entre los guantes, le sujeté para que no se moviera y apoyar mi cabeza en él.

—Espero que no estés pensando en mí, mientras golpeas ese saco. —Reí sínica, y le miré. Estaba igual de galán como siempre, solo que más alto, y más guapo, apoyando en la baranda mirándome desde arriba.

—Uhlala. Pero si es mi bello hermano, con cara de galán. —Sonrió, y bajando las escaleras casi trotando, con encontramos, chocando nuestros cuerpos.

Su aroma me invadió por completo, y no me queje.

Sus grandes manos me apretaron contra su pecho.

Mis senos se enterraron en su pecho, haciendo que me sonrojara.

Era rara esta sensación, pero me gustaba.

—¿Cómo estas, enana? Más enana que antes parece. —Le golpee levemente el estómago con el guante puesto, jugando. Christian rodó los ojos.

—Todo bien, algo estresada —Le vi fruncir el ceño, como preguntando, ¿Por qué? —. Últimamente el entrenamiento ha sido un poco duro, O'connor se tomó muy enserio lo de ganar el oro en las olimpiadas, ¿Eh?

—Pues déjame decirte que eso a mí no me está agradando para nada.

—Oye es mi entrenador, solo que... Me siento muy débil.

—¿Quieres que vayamos al médico?

—No es para tanto tampoco, Christian.

—Claro que sí, un deportista debe encontrarse en buena forma física y. psicológicamente "bien".

—Lo sé, prometo ir con Horacio. —Dije nombrando a nuestro médico de cabecera, quien desde niños nos atendió, al igual que en el tiempo que llevo siendo deportista. Al llegar a la planta de arriba, y caminar al salón mis padres quienes estaban allí, al vernos tomaron asiento alrededor de la mesa, cada uno es sus posiciones. —¿Pasta?

—Sí nena, sin nada calórico, ni mucho menos con grasa. —Asentí no muy convencida ante las palabras de mi padre, en eso vi como Chris me quedo viendo sin entender lo que me pasaba.

—¿Cómo estuvo ese entrenamiento? —Pregunto mamá a lo que respondiendo más que normal, conteste.

—Excelente. —Revolví la pasta, jugando literalmente con ella.

—Y a ti mi amor, ¿Cómo te fue en Madrid? —Miré a Christian, quien se tardó en contestar, mirándome fijamente extrañado, habló.

—Normal. No fueron vacaciones, mamá. Es trabajo. —La cena comenzó, mi papá junto con mi hermano estuvieron hablando todo el tiempo del viaje a Madrid, mientras yo escuche ansiosa. Al terminar los tres sus platos, Chris se volteó con una sonrisa mirándome, pero esta calló una vez miró mi plato. — ¿Puedo saber qué te pasa? Apenas has tocado el plato.

—No tengo hambre —Le susurré en el oído—, comeré alguna barra energética y me iré a la piscina. —Informé a todos, mi madre al verme levantarme sin comer, negó con la cabeza.

Antes de subir la estúpida voz de mi madre se escuchó:— Esa niña esta dejando de comer hace días, ya verás como le irá mal en las olimpiadas.

—Cállate mujer.

Me fui directo a mi habitación a colocarme algún traje de baño para poder despejar mi mente. Rodee los ojos y me apoyó en el escritorio frustrado.

En eso mi celular sonó, y el nombre de O'connor, junto con el mensaje de "Entrena", aparecieron en mi pantalla.

Rodeé mis ojos, y saqué una toalla, y comenzando a desvestirme, me apresuré para ir a la piscina. En eso que iba quitándome el brasier para arrojarlo a la cama, Christian entró abruptamente en mi habitación, teniendo que agarrar un cojín para taparme.

—¡Emma!

Al voltearse y verme semidesnuda, abrió los ojos como platos, y dándome la espalda, comenzó a pedirme disculpas.

—Tranquilo —Dije, tratando de calmarlo, y calmarme, raramente mi corazón se hacía descontrolado—, tampoco es como si hayas visto algo.

Sin mirarme a la cara, salió casi corriendo, y yo sin entender sujete todavía el cojín con mis manos, fuertemente.

Fruncí el ceño, y me presioné el pecho, ¿Qué me pasa? ¿Por qué tengo el corazón tan acelerado? Dejando mis estúpidos pensamientos de lado, termine de colocarme en traje de baño de dos piezas, y salir aun avergonzada a que Christian casi me hubiera visto.

Al llegar a la piscina, dejé mis cosas en una hamaca de madera, y sin pensarlo dos veces me adentré de un tirón en la piscina, comenzando a nadar por debajo. De arriba hacia abajo lleve continuamente mis piernas, causando un leve dolor agradable, el cual ya tenía más que controlado. Luego de tantos años uno llega a acostumbrarse.

Al comenzar con nado libre, mi cabeza se fue directamente a la imagen de mi hermano, por debajo del agua, entre los rayos de la luz que me emitía la casa y que traspasaban el agua iluminándola por debajo, podía ver con claridad la silueta de Christian.

Me froté los ojos dejando de nadar un momento, y luego volví a hacerlo, abriendo los ojos una vez más encontrándome con él. Otra vez. Seguí nadando con los ojos cerrados, cambiando ahora de nado al nado mariposa, nuevamente nadando por debajo primero. Solté todo el aire, cuando sentí una leve punzada en mi entrepierna, miré extrañada mi cuerpo. ¿Qué cojones me pasa? Sacudí la cabeza y volví bruscamente a introducirme bajo el agua.

Esta vez un escalofrío me recorrió toda la espalda, haciéndome detenerme nuevamente. Sacando el aire que me quedaba y adquiriendo uno nuevo.




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