Guerra entre Hermanos

6

Al llegar de mi entrenamiento a casa, vi a Christian allí, mirando por la ventana bebiendo un vaso un líquido amarillento, lo que parecía wisky. Cuando cerré la puerta, el eco que dejo llamo la atención de mi hermano, quien de manera inmediata, me miró.

—Hola, enana. —Dijo sin ánimos.

—Hola. ¿Tú no deberías estar en el trabajo?

—Reagendé mís reuniones y me traje el trabajo a casa. Estoy algo cansado, necesito alejarme de tanta gente de mierda.

Asentí sin entender, pero me encogí de hombros. Por primera vez le traté como lo que es, mi hermano. No mi amigo.

Subí las escaleras, y cogiendo la ropa sucia, fui a dejarla al baño donde un horripilante olor a colonia de mujer barato, invadió mis fosas nasales. Deje mi ropa mojada en el lavamanos, y cerrando la puerta con seguro, cogí la camisa de Christian y la acerque a mi nariz. Además de admirarla.

—Lápiz labial. —Afirmé, tocando una mancha de color rosa en el cuello y en el hombro de la camisa.

Enojada arrogué la camisa devuelta al cesto de ropa, junto con la mía encima. De manera inmediata, corrí a colocarme algún traje de baño, en estos momentos el nadar era lo único que me quitaría el bendito enojo.

Una vez estuve lista, cerré los ojos por un momento. ¿Porque debería enojarme? Estuve años buscándole novia, y cuando encontró a una tal Jirany, o algo así recuerdo que se llamaba. Si me molesto puesto que era una puta barata, pero al menos no era gay.

Negando con la cabeza abrí los ojos, dirigendome a la piscina y sin esperar un segundo más, me lancé al agua fría. Como siempre cruce de una esquina a la otra, por debajo del agua.

Luego dando una voltereta debajo, me impulsé con la pared, ahora sacando la cabeza en busca de aire. En un momento en que saqué la mitad de mi cabeza, vi el cuerpo de Christian mirándome atentamente. Sin ponerle atención seguí nadando, aproximadamente media hora.

En eso que necesitaba un respiro, me senté a la orilla de la piscina. Cogiendo el agua energética, bebiéndomela toca de un golpe, tirando luego la botella, ya vacía, cerca de la toalla. Volviendo a introducirme en la piscina.















 

—Hijo, ¿Qué haces ahí?

Miré a mi padre, volteándome solo un poco para verlo con su MacBook en las manos.

—Nada.

—¿Cómo nada? —Veo extrañado al Emma beber todo el líquido energético, y volver a lanzarse a la piscina.— ¿Pelearon?

Negué con la cabeza.— No que yo sepa.

—¿Seguro que estás bien? Te noto raro. —Asentí, sintiendo sus manos sacudirme levemente por los hombros, le sonreí a medias bebiendo todo el líquido restante de mi vaso, y volviendo a mirar a Emma, quien seguía nadando de un lado a otro sin parar.

Apenas había podido dormir, estuve toda la noche pegado a la ventana de la habitación de Tiffany, la admiré dormir toda la noche, recordando la locura que cometí, recordando como Emma no salió ni un segundo de mi puta cabeza en toda esa noche. En cómo mi cabeza se imaginó haber tenido en mis brazos a mi hermanita.

—Dios mío, parezco puto. —Me pasé la mano por la cara, y suspiré.

Al los segundo vi como Emma golpea el agua fuertemente con su brazo, ocacionando una gigantesca ola.— ¡Carajo!

Preocupado salí corriendo haber que le había sucedido.— ¡Emma! ¿Estás bien? —Ella mirándome, asistió no muy convencida.— Deja de nadar, ¿Te parece bien ir a por algo de comer? Necesito salir. —Le vi tragar saliva, y asentir como obligada, sonriendo sínicamente.

—Claro. Como no. —Nadando hacia Las escaleras salió, caminado y cogiendo su toalla la envolvió al rededor de su pequeño torso, sonrío nuevamente sinica, antes de desaparecer.

Fruncí el ceño, sin entender.

¿Que yo recuerde no hemos peleado? Ósea, ¿Cuándo lo hemos hecho?

Caminé detrás de ella, escondido. Y al llegar a su habitación, cerró fuertemente la puerta. Pegué mi oído a la puerta, queriendo averiguar algo, pero solo escuché el maldito silencio.

Dándome por vencido, fui a colocarme una sudadera. Y decidí esperarla abajo. Allí, Emma se tardó veinte minutos, donde apareció con una enorme sonrisa fingida, vestida con un provocativo y pequeño pantalón de jeans corto, que solamente le cubría el trasero y nada más, y una sudadera vieja mía de color plomo Converse.

—¿Vamos? —Pregunto, soltando todo el aire guardado en mis pulmones por unos segundos, la mire con los ojos entrecerrados.

—Claro, pero ven siéntate —La cogí de las manos, pero ella las apartó al instante sentándose, más bien recostándose en el respaldo del sofá individual—. Está bien, suéltalo.

—¿Qué?

—Dime, hay algo que te molesta —Afirme—. Dímelo.

—No para nada. ¿Y tú?

—¿Y yo qué?

—¿Tienes algo que decirme?

—Para nada. —Sonreí mintiendo, ella sonrió de igual manera y levantándose me abrió la puerta indicando el coche.

—¿Vamos? —Asentí sin protestar.

En el camino pusimos música, pero parecíamos, literalmente, extraños en un mismo coche. Por muy movida que estuviera la canción, todo indicaba que algo andaba mal.

Emma fue la primera que habló:— Lamento lo de anoche.

—También yo. —Dije refiriéndome a lo que hice con Tiffany, ella me sonrió esta vez era la misma Emma de siempre.— Prometo tener cuidado para la próxima.

—Da igual. De todas formas eres mi hermano, tampoco es como si te enamoraras de mi o algo así, ¿Sabes? —Trague saliva, poniéndome tenso.

Eso es lo que tú crees, hermanita. Diablos. Si tan solo ella supiera.

 




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