Guerra entre Hermanos

9

Convencí finamente a Christian a que bajara a prepararme mi licuado proteico verde, mientras yo rápidamente me quitaba la ropa y me ponía algo más cómodo. El problema fue cuando me quité el pantalón por completo y lo arrojé a la cama, en ese momento Christian entró nuevamente de golpe, pero esta vez me miró fijamente.

—Jesucristo. —Susurró asustado, yo me puse un dedo en la boca, callándolo. Cerrando fuertemente los ojos cerró la puerta con seguro y se acercó a mi.— ¿Quien te hizo esto?

—Fue entrenando.

—Tú lo hiciste —Afirmó, tomando bruscamente las tijeras, corto la gasa que envolvía mis rodillas y las admiró, con los ojos llorosos—. Dios. Sácate la sudadera.

—¿Porque?

—Obedéceme. —Alzó la voz, a lo que asustada comencé a sacarme dificultosamente la prenda.

Al quitármela por fin, quedando solo en ropa interior, sentada en la punta de la cama frente a él. 

Luego de quitarme las gasas, él me admiró por completo desde lejos.

Sollozando, me quedo mirando.

—Deja de mírame así por favor.

—Y como quieres que lo haga. Tienes todo el cuerpo lastimado, mira hasta tienes moretones en la espalda. Sabes que hablaré con O'connor, se acabó. —Asustada me levanté y tapando la puerta a duras penas le impedí salir de mi habitación.

—No, Christian. No me quites lo único que puedo hacer bien.

—Me importa un carajo. Sabes una cosa me va a importar tres huevos ese maldito campeonato de eliminatoria, ese maldito puesto, y esas malditas olímpiadas. Pero yo no perderé a mi hermana, no lo permitiré me entiendes, déjame pasar.

—Christian.

—Emma, entiende. Si te pasa algo yo me muero.

Fruncí el ceño. Este se quedó callado y quitándome de en medio, salió. Le vi entrar a su habitación y no queriendo llamar la atención me quede callada, y sin más me recosté, y me rompí finalmente.

Sollocé, y lloré fuerte. Me dolía todo, pero tampoco quería que natación y atletismo se me fueran arrebatadas como una curita molestosa.

Me puse un brazo sobre los ojos, y me relaje aunque sea un instante calmando mis sollozos.

En eso unos gruesos labios se juntaron con los míos. La sensación me tomó por sorpresa y más cuando al empujar al individuo me di cuenta que era Christian.

—Christian, ¿Qué haces?

—Ni yo mismo se.

—¿Qué acabas de hacer?

—Emma por favor, olvida esto, y deja que te cure. Fue solo una estupidez, olvídalo. —Mordiéndose el labio, colocó una cajita sobre la cama y comenzando a aplicar suero en las heridas, gemí en respuesta.

—Respóndeme.

—Emma, olvídalo.

—Dime porque.

—No lo sé.

—Deja de jugar, no tengo ganas de hacerlo menos ahora.

—¿Crees que si fuera broma, lo haría?

—No te entiendo.

—Déjame curarte, en otro momento hablamos de esto, por ahora olvídalo por favor.

Asentí no muy convencida, sintiendo como Chris, aplicando una crema sobre la zona desinfectada de mis rodillas las dejo de lado pasando ahora a los codos, le mire atentamente todos sus movimientos. Mordiéndome los labios de vez en cuando, nerviosa. Además de adolorida.

—Date la vuelta, y recuéstate en la cama. —Obedeciendo, me tendí en la cama y sentí sus gruesas manos acariciarme algunos sectores que según él se encontraban rojos.

—Nunca más me vuelvas a asustar así, o te juro que te mato.

Sonreí, quedándome semi dormida.

—Les inventaré algo a nuestros padres, y cómo irán a la fiesta del señor Iturriaga, podré traer a Horario para que te recibe —Asentí los ojos pesados, mucho más que antes—. Descansa, solo te aviso que ahora prepararé una inyección para que mañana no amanezcas tan adolorida, y quizá algún sedante. —Asentí con la cabeza apoyada en una de mis almohadas, tomando una manta que estaba a los pies de la cama, cubrió todo mi cuerpo.

Antes de verlo desaparecer, susurré:— Christian, gracias.

—Descansa.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.