24 de diciembre, 2019
Christian Bradley
Admire el pequeño cuerpo de mi hermana caminar de un lado al otro, dirigiendo a los trabajadores indicándoles donde iba cada cosa. Mi padre nos había dejado a cargo de organizar el aniversario número sesenta de la empresa, así que en eso estábamos, solo faltaba ver el tema del audio y afinar algunos detalles finales. Todo lo demás estaba listo y ya mañana era la celebración, así que con Emma prometimos dejar todo listo hoy para irnos luego a cenar algo a algún restaurante con reserva. Suspiré cansado, había, literalmente, sido un día de locos.
No habíamos parado por nada, ni siquiera un descanso.
—Christian dejo esto y mañana en la mañana vemos lo del audio y terminamos. —Asentí incorporandome, apoyado en la barandilla de la escalera donde estaba.— Me falta eso si... la música, ¿Podemos verla más tarde? —Asentí admirando nuevamente aquellos hermosos ojos color avellana, últimamente nos habíamos llevado mejor que antes.
Tratamos de no tocar el tema, pero sabía que no lo había olvidado, casi siempre que la tocaba o le besaba la mejilla, o simplemente la abrazaba, ella se tensaba, haciéndome entender que aún no olvidaba mis sentimientos. Le sonreí cuando me indicó algunas cosas que faltaban en la carpeta que tenía y me pasó una hoja nueva con todos los nombres de los invitados. Asentí al escuchar ahora nuevas instrucciones.
Emma anotó algo en una carpeta y me sonrió.
—Y eso sería todo —Cerrando la carpeta se la entregó a una de mis secretarias que le sonrió abiertamente y se retiró informándolo, una vez la morena se alejó, Emma me miró—. ¿Todo bien?
—Si, si. —Balbuceé.— Eh.. ¿A qué hora nos vamos?
—¿A qué hora reservamos? —Titubeó
—A las nueve. —Carla, una de las tantas secretarias se me acercó y me pasó una carpeta informándome que tenía que firmar unos papeles que me mandaba mi mejor amigo, algún asunto importante que necesitaba de mi autorización.
—Son las seis. En lo que lleguemos a casa y me bañe, estoy lista. —Le sonreí y cogiendo la pluma que Carla me ofrecía, asentí en agradecimiento y firme sin titubear.
—Tranquila aún tenemos tiempo. —Terminando de anotar mi firma con un punto final, le devolví la carpeta a la antigua secretaria de mi papá y ahora mía.
—Listo, creo que sería todo. —Habló.
Admiramos en silencio todo el lugar y me volteé para verla sonreír, antes de irnos.
—¿Qué pasa?
Negando, se volteó a sonreírme.— Nada. Solo que mañana es navidad y... no te tengo nada.
—No te preocupes.
—Como crees, eres mi hermano. Solo que me es tan difícil escoger algo.
—Igual que el año pasado. —Reímos, al final el regalo de Emma siempre terminaban siendo trajes caros, o simplemente boxers demasiado coloridos, o medias... demasiado coloridas.
—Siempre es más fácil preguntar.
—Sabes —Reí levemente—, pensándolo bien. Si necesito algo. —Me mordí ligeramente el labio inferior.
—Claro dime, yo te lo compro.
—Es que no se compra. —Hice una mueca y al verla a los ojos, entendí que ella había captado la indirecta, bajando la cabeza suspiró.
—Eres mi hermano, Chris. Aún no me siento cómoda.
—Tranquila, no te pienso forzar a nada.
—Lamento no sentir lo mismo. —Eso había dolido más de lo que pensé.
—Cortemos el tema. —Exigí, a lo que ella de manera inmediata cortó el tema comenzando a hablar de la música que faltaba, me dolía saber que aún no sentía lo mismo, habían pasado varias semanas donde hemos comenzado a salir, y bueno.. yo por mi parte, no me preparaba psicológicamente para salir con mi hermana, yo pensaba que salía como con cualquier otra mujer, que en un futuro sería totalmente mía. La trataba como una mujer que no tenía el estupido título de hermana.
Cada vez que salíamos a distintos lugares, atracciones turísticas, restaurantes, muchas salidas al Starbucks, caminatas, salidas al gimnasio, entrenamientos juntos entre, muchos más, yo me enamoraba todavía más pero ella parecía no notarlo.
Suspiré al verla y asentí cuando me pregunto algo que no escuché.
—¡¡Emma!! —El grito de un hombre a nuestras espaldas me hizo mirar junto con Emma hacia donde provenía semejante griterío.
Mi alma cayó al piso al ver al mismísimo Alexander Presly frente a mis ojos.
Su mejor amigo.
Su ex novio.
Su todo, más todo que el que yo era.
Viendo cómo mi hermana corría a sus brazos y éste daba vueltas con ella en sus brazos, aparté la vista de ambos, sintiéndome no solo dolido, sino vacío. Tragándome todo el odio y admitó que también los celos le saludé, estrangulándole la mano.— Christian, tanto tiempo. —Me sonrió el muy desgraciado.
—Así es.
—¿Porqué no avisaste que venías? —Chilló Emma, hiriéndome cada vez más.
Parecia como si se le hubiera olvidado que yo estaba ahí, el hombre que más la amaba. No un idiota que la había abandonado para irse a Inglaterra.
—Sorpresa nena. —Susurró en su oído, seductor.
Seductor, mis huevos.
Ese era mi apodo y me quemaba por dentro que otro lo ocupara, al ver a Emma sonrojarse apreté las manos, formando puños.— Tú padre me dijo que estaba más que invitado y quería pasar estas fiestas contigo, nena. Te invito a salir por la noche. —Sorprendido, miré a Emma queriendo escuchar su respuesta, pero la ira me invadió.
—En realidad, tengo una cena con Christian. —Reí ironico, llamando la atención de los dos tortolitos.
—No, no, no. Emma no te preocupes, si quieres te la sedó y vas con él. —Emma mirándome con los ojos como platos, frunció el ceño.
Oh, vamos no me vengas ahora con que yo primero, y el segundo. Nunca ha sido así, hermanita.
—¿Hablas enserio? Christian muchas gracias. —La miré más que enojado, molesto y celoso. Podría matar a este inbécil en este preciso momento.
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Editado: 04.01.2021