Christian.
—Christian.
Al verla allí no sabía que hacer, me quedé mirándola largo tiempo, solo había pasado un día desde que la última vez que la ví y debo decir que la he echado mucho de menos, su baja estatura, su delineada figura, mirándome temerosa, sin saber bien que hacer o que decir, al igual que yo.
—¿Qué haces aquí? —Fue lo primero que salió de mi boca, tratando de hilar algún tema de conversación que no la hiciera sentir incómoda.
—Ehh.. yo.. Vine a ver qué estuvieras bien. —Miró a los adultos que aún nos seguían observando atónitos, dirigí toda mi atención a Carlos y suspiré.
—Carlos, Antonia. ¿Podrían dejarnos solos? —Sorprendidos asintieron y a paso rápido se retiraron del salón. Al ver nuevamente a Emma le vi tragar y retroceder unos pasos.— Dime la verdad, porque si viniste aquí para eso, mejor no hubieras venido.
—Sé que dijiste que te alejarías con la intención de olvidarme y no sabía bien si venir o no, pero aún así quise hacerlo. —Titubeó, hablando rápidamente con nerviosismo.
Asentí— ¿Quieres decirme algo? Según Andrés, tú querías venir para decirme algo, ¿No?
—¿Andrés te dijo que vendría?
—Hace poco lo llamé y me pregunto si tú ya habías llegado, yo no entendí el porqué había dicho eso, y entonces me comentó que vendrías para decirme algo. —Nerviosa, suspiró y se alejó nuevamente, pero decisivo me acerqué a ella, asustándola.
—Ehh.. Bueno la verdad es que, le dije que si luego de doce horas yo no llegaba te llamara, por precaución, pensando que tal vez tú sabrías que hacer. —Aterrado ante la idea que le pasará algo no se me ocurrió otra cosa para esconder lo nervioso que estaba y solamente la regañé.
—Sabes que te podía haber pasado algo terrible, y si te hubiera pasado algo qué, ¿Qué haría yo? Dime Emma, ¿Cómo solucionaría algo así? ¿Tienes idea de que si te llegara a pasar algo yo me moriría? —Encogiéndose cada vez más, sin saber que hacer, Emma desvió la mirada, derramando las primera lágrimas.
—Si quieres que me vaya, solo dilo.
—No. A pesar de que cometiste un tontería que podría haberte costado la vida, admito que te extrañe demasiado. —Levantando la mirada, sorprendido admiré, sin pensarlo, a mi hermana abrazando mi torso y sollozando levemente. Cerré los ojos al sentir su exquisito aroma a su delicioso perfume mezclado con el aroma de su crema corporal.— Perdona por regañarte.
—Yo por herirte.
—No quiero hablar de eso. —La aparté levemente de mí y acaricié aquellas húmedas mejillas, delicadamente, no tenía ganas de recordar aquello que me había herido demasiado.
—Yo si, necesito decirte que.. —Sin pensarlo la necesidad de su boca junto a la mía, me enloqueció y así lo hice. Junte mi boca con la suya en un exquisito beso, fundiéndonos en el, demostrándole que la había extrañado, que la amaba y la necesitaba.
—Ahora no. —Susurré antes de volver a besarla, el sentir sus suaves labios, me enloquecía, y el que Emma no se opusiera me hacia apretarla cada vez más contra mi pecho, tan solo para comprobar que ella verdaderamente se encontraba allí.
Y es que así era, ella estaba ahí, y puede que aun no me haya dicho el porque estaba allí, pero entendía perfectamente que le dolía que me fuera y no estuviera bajo el mismo techo que ella, la idea me encantaba, admito que necesitaba escucharla decirlo de su propia boca, pero me encontraba demasiado cansando y con ella aquí no se me ocurría otra cosa que dormir a su lado.
Al alejarme la abracé y besé su frente.— ¿Quieres darte un baño?
—Bueno. —Sonreí enamorado, y tomándola de la mano la encaminé hacia el cuarto donde dormía, encontrándome con Carlos y Antonia espiando, al darse cuenta que los había pillado, asustados desaparecieron.
—¿Quiénes son ellos? —Preguntó Emma mirando hacia la cocina, donde el matrimonio estaba escondido
—Los que cuidan la casa, el hombre se llama Carlos, se encarga del jardín y la mujer es Antonia, la ama de llaves, quien está a cargo de esta cabaña para que no se deteriore, ambos viven aquí. —Al llegar a la habitación, deje que Emma entrara primero encontrándose con una similar habitación a la que tengo en casa.— El baño es allí, y puedo prestarte alguna de mis sudaderas. —Saqué del armario una de las tantas que había allí, y escogí una de mis favoritas, al voltearme a verla ella habló.
—Chris. Perdóname.
Desvié la mirada e hice una mueca.— Emma no quiero hablar de eso, enserio.
—Lo sé, lo sé, pero necesito-
—No. —La interrumpí.— Mañana hablaremos, por ahora solo quiero que te des un baño caliente, te pongas esto —Levanté la sudadera que tenía entre mis dedos, para luego arrojarla a la cama, y poder acercarme a ella.— y luego duermas conmigo. He pasado una noche de mierda, es lo único que te pido.
—Está bien. —Tomando la sudadera negra de la cama, temerosa se adentró al baño cerrando la puerta tras si.
Al estar completamente solo, caí sentado en la cama, por primera vez sentía mi corazón latiendo a mil por hora, tenerla aquí me alteraba por completo, su presencia me enloquecía. ¿Cómo es que solo me limite a besarla y no hacerle algo más que un simple beso? ¿Desde cuándo te tanto autocontrol?
Emma, no tardó mucho, y la verdad en el tiempo que pasó encerrada en el baño traté de calmarme, pero sin lograrlo, solo me quité la sudadera y sentándome en la cama la esperé. Al verla salir, pareciera como si mi autocontrol se hubiera ido a la mismísima mierda, la sudadera negra le llevaba mucho más arriba de la rodilla, a pesar de ser varias tallas más grande que ella, se las había ingeniado para colocárselo ajustado a su talla.
Ella al verme sin sudadera su mirada se desvió, y por un instante pensé en volver a colocármela hasta que la vi mordiéndose el labio.
Tragué saliva.— ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro. —Susurró.
—¿Piensas que esta noche te follaré? —Emma se ruborizó por completo ante semejante comentario, la verdad la necesitaba pero no de esa manera.
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Editado: 04.01.2021