El rey Georgiou bajo de su caballo y agarro su espada mientras se acercaba al cuerpo de Mateo quien estaba inconsciente por el golpe que había recibido en la cabeza. En un momento Deacon intento sacar su espada porque el chico era el hijo del rey de Cosmos, eso significaba que también era su enemigo. Sin embargo, al ver la condición en la que estaba y el tamaño que tenía, supo que no era rival para él, incluso si estuviese despierto.
Deacon soltó su espada y se acercó al cuerpo del príncipe moviendo la cabeza de este con el pico de su bota y observando que la roca estaba manchada de sangre. Había sido una caída muy fuerte más aun con el golpe que este había recibido.
El rey dejo salir un suspiro, se agacho y entre sus brazos agarro al rubio, se levantó y de manera cuidadosa lo subió a su caballo para luego subirse el, sosteniendo al príncipe en sus brazos.
—Andando Darius —le hablo al su caballo haciendo que este cabalgara de manera lenta.
Lila, la yegua de Mateo ahora estaba tomando agua en un charco que había dejado la lluvia de la noche anterior. Deacon agarro a la yegua por el lazo que desprendía de su cuello y junto a él la llevo hacia donde llevaba al príncipe. Al reino de Maragos.
El rey no miro a Mateo, su mirada todo el camino estaba puesto en el horizonte, su expresión neutra y el negro de su cabello haciendo contraste en su piel blanca, lo hacía ver más atractivo.
...
La almohada que estaba debajo de su cabeza era muy suave, al igual que la cama. Parecía como si estuviese durmiendo en las nubes, era una cama muy cómoda. Sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco y lo primero que observo fue el techo tan alto como el cielo del lugar en donde estaba. Su cabeza dolía, pero al llevar una mano a la zona en donde le punzaba, se dio cuenta que tenía algo como si fuese un parche.
Estaba desubicado. Pensó que alguien lo tuvo que haber traído en donde fuera que estuviera, y también lo tuvo que haber curado, pero no sabía quién era ese alguien. Un quejido salió de su boca en cuanto intento levantarse, pero aun doliéndole la espalda y la cabeza, se sentó en la cama ahora viendo la lampara que estaba encendida a su lado.
Miro a su lado izquierdo viendo un gran cuadro y como la habitación era alumbrada por lámparas de gas que alumbraban algunas partes de la habitación de un color amarillento.
Mateo se levantó de la cama, sus piernas temblaron, así que con su mano izquierda se sostuvo del barandal de la cama. Su ropa estaba intacta, pero sentía vergüenza ya que la persona que lo ayudo le vio su pecho y abdomen.
—¿Dónde estoy? —se pegunto así mismo en un tono de voz bajo.
Su vista se puso fija en aquel cuadro que estaba en la pared, era de su tamaño y tenía el marco de oro, pues el mismo brillaba con la luz de la lampara y tenía cristales y rubies impregnados en él.
El cuadro mostraba a un hombre con un traje de rey, una corona y una capa que se arrastraba en el suelo. Mateo se acercó y en una pequeña placa dorada decía: Felipe Georgiou, rey de Maragos.
Mateo retrocedió quedando boquiabierto, estaba en territorio enemigo, es decir, que estaba muerto, pero si curaron sus heridas no sabía porque seguía con vida, a menos que Nicolas lo quiera hacer sufrir.
—Mi padre estaría feliz de tenerte en Maragos —aquella voz se llevó toda la atención del rubio, viendo a un hombre sentado en un sillón, al que no se le podía apreciar el rostro por la poca luz que había en aquella habitación.
Mateo aun no podía asimilar que estaba en territorio enemigo, no podía ni imaginar lo que le esperaba en este reino, peor aún, si su padre se enteraba de que estaba en el pueblo de Maragos y que estaba acostado justo en la cama en donde solía dormir su enemigo, era seguro que no viviría para contarle esto a las futuras generaciones.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunto aun agarrándose del barandal de la cama, pero no mostrando miedo, aunque su voz se escuchaba entrecortada, si algo había aprendido de su padre era que no podía mostrarle miedo al enemigo, pero a todo esto ¿el hombre que tenía en frente, en verdad era su enemigo?
—Debes creer que si te traje aquí es porque quiero algo de ti, pero estas equivocado, si te traje aquí es porque no querías que murieras o que los lobos te comieran las tripas mientras estuvieras vivo sintiendo todo ese dolor.
Mateo río de forma sarcástica ante las palabras de aquel rey.
—¿Y piensas que te voy a creer todo el cuento que te has creado?
—Es tu problema si lo crees o no, deberías de ser más agradecido. Agradecido porque no te deje allá mientras tu cabeza derramaba hasta la última gota de sangre —dicho esto se levantó y fue alumbrado por la luz de la habitación de inmediato.
Mateo nunca había visto al rey en persona, siempre lo había visto en el periódico, por buenas o malas noticias. Pero al verlo en persona supo que tenía la cara como el asqueroso de su hermano, aunque con lo bien que se había portado, podía llegar a creer que su personalidad era diferente.
—Te agradezco por ayudarme, pero no estoy de acuerdo con la guerra que llevan nuestras familias.
—Pienso igual que tú, considero que esta guerra se puede acabar.
Mateo quedó confundido.
—¿Como se puede acabar esta discordia?
—Aliándonos y llevando el mismo título a la monarquía.
—¿Lo que quieres es que hable con mi padre para un supuesto acuerdo?
El rey asintió y extendió su mano hacia Mateo.
—¿Tenemos un trato?
Mateo no estaba tan seguro en acceder. Lo más probable era que su padre ni lo escuchara, pero si quería que no hubiera discordia en la monarquía, debía hacer algo al respecto. Así que respiro profundo y agarro la mano del rey mirándose ambos fijamente.
El rey Deacon mostro una sonrisa ladina algo que hizo que Mateo se tensara, era la misma mirada de Nicolas, pero no sabía si eso era de familia o del dolor que habían pasado juntos. Lo que fuera que sea eso, aterraba a Mateo, y lo mejor que podía hacer era seguirle la corriente al rey para poder salir de Maragos lo antes posible.