Los gritos de Nicolas habían disminuido un poco, aunque el dolor era insoportable. Sus ojos estaban inyectados de sangre y su vena yugular iba a estallar y aunque se mostraba fuerte ante el mundo, las lágrimas recorrían sus mejillas.
Al escuchar algo en los arbustos se puso en alerta, pero luego recordó que Ulises Karalis; el periodista que iba a sacar la noticia al aire. Estaba ahí con él.
—¡Señor! —exclamó corriendo al punto en donde estaba el príncipe Nicolas.
—Ese hijo de perra, salió más astuto de lo que pensé —dijo teniendo la respiración agitada por el dolor en su pierna derecha.
Nicolas sacó su espada y la clavó en el suelo para apoyarse de esta mientras era ayudado por el periodista a levantarse. Aquella pierna rota no la podía afincar en el suelo, así que se apoyó en su espada como si fuera un bastón y con su pierna izquierda.
Era fuerte, de eso no había duda. Pues aún con la pierna rota no deshacía la idea de acabar con la vida de Mateo, y aunque ya no emitía alaridos de dolor, sus lágrimas permanecían allí.
Nicolas la estaba pasando muy mal.
Por dentro su corazón estaba acelerado y su cabeza le daba punzadas, parecía que se iba a desmayar, pero hacer eso solo iba a demostrar lo débil que podía llegar a ser y eso jamás iba a pasar. Antes muerto que dejar mostrar su dolor.
—La yegua solo me piso la pierna derecha —tragó saliva. —¿Sacaste las fotografias?
El periodista agachó la cabeza al escuchar aquella pregunta. Después de un segundo la levantó apenado y entonces negó, escuchando luego como la risa de Nicolas retumbaba en el bosque de una manera escalofriante.
—Haber si entendí. ¿Me estás diciendo que no pudiste sacar una maldita fotografía?
El periodista asintió mirando aquellos ojos negros que transmitían rabia.
—No pude sacar ninguna fotografía señor. En todas salía su cara y en algunas el rostro del chico mostraba como expresión que no quería acceder a lo que le estaban haciendo, así que aquella noticia no iba a ser creíble.
Nicolas trago saliva y el sudor de su frente comenzaba a bajar por sus sienes y sus mejillas. El príncipe respiro hondo y miro al periodista.
—Creo que si desapareces a nadie le vas a hacer falta ya que para lo único que sirves es para sacar chismes.
—¿A qué se refiere señor? —la voz del periodista temblaba, y su mirada se había convertido en una mirada de miedo.
Nicolas agarro con fuerza su espada y en un movimiento rápido corto el cuello del periodista. La hoja de la espada quedo cubierta de sangre y en algunos lugares se reflejaba la luz de la luna.
La cabeza del periodista cayó al suelo, provocando un crujido entre las hojas secas. Como si una manzana hubiese caído desde lo alto de un árbol.
—¡Maldición! —exclamó Nicolas al no mantener el equilibrio y caer de rodillas en el suelo. Su pierna derecha se había lastimado más de lo que ya estaba. Puso sus dos manos en la agarradera de la espada apoyando su frente en el dorso y una gota cayó desde su rostro al suelo. Nadie sabía con certeza si aquella gota había sido de sudor o una lagrima, pero por largos segundos, Nicolas mantuvo su cabeza apoyada en el dorso de sus manos.
Un sonido de caballo se escuchó tras los arbustos. Nicolas se levantó apoyándose en su pierna derecha mientras usaba su espada como bastón, la misma que aún tenía sangre.
El príncipe iba a pasos lentos. La pierna rota la llevaba en el aire, no la podía afincar, pero agradecía que tenía la espada y una pierna buena ya que con esta se podía desplazar muy bien. Atravesó unos arbustos y observo a un caballo blanco comiendo hierva atado de un árbol. Nicolas mostro una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercaba.
Lo que temía era, como se iba a subir al caballo, pero ya se las iba a ingeniar para eso. Desató la soga que sujetaba al caballo y lo agarro con su mano izquierda. Se acerco y se apoyó con la mano en donde tenía la soga, mientras que con su mano derecha clavó la espada al suelo.
Tomo la agarradera de la espada como un escalón subiendo su pie izquierdo en este soltando un gruñido al afincar la pierna rota. Sus venas del cuello se hicieron notar ante el dolor. Y con rapidez se impulsó hacia arriba subiendo al caballo para luego acomodarse mejor. Sostuvo la soga con su mano derecha y se agacho para tomar la espada con su mano izquierda guardándola e importándole poco que estuviera manchada con la sangre del periodista.
Nicolas movió su pierna izquierda y luego hizo un sonido con la boca poniendo al caballo en marcha en dirección al castillo. Podía ver el pico de la última torre tras los arbustos. Ahora estaba en el bosque que dividía los dos reinos, pero en cuestión de minutos estaría en Maragos.
Después de lo que había pasado hoy, Nicolas no volvería a salir sin su caballo. Ahora se cuestionaba del porque salió sin este, aunque luego recordó que fue para no levantar sospechas.
Ahora estaba agradecido con el periodista por llevar un caballo porque s no hubiese sido así, ahora estaría perdido.
El cuerpo del periodista quedo sin cabeza, pero justo después de que Nicolas se fuera en el caballo, aquellos ojos del color de la canela reflejaban el caballo y al príncipe alejarse del bosque, y luego se comenzaron a cerrar poco a poco hasta que al final se cerraron por completo. Despues de cortada la cabeza aquellos ojos permanecieron abiertos por unos largos minutos algo que parecía ser imposible.
Unos largos minutos cabalgados fueron suficientes para que Nicolas llegara por las caballerizas de su reino. Despues iba a decidir lo que haría con el caballo. Una vez que se bajó con ayuda de su espada y de su pierna buena, ato al caballo en la caballeriza mientras cojeaba hasta el castillo.
—¡Hermano! —exclamó Keelan, su otro hermano, quien lo estaba esperando en medio del nerviosismo. —¿Que te paso? —Al ver la pierna de Nicolas. Keelan paso el brazo izquierdo de su hermano por su cuello y con cuidado lo ayudó a ir al salón sentándolo con cuidado en uno de los grandes sillones que había en el lugar.