Ya había pasado una hora desde que el rey de Cosmos se había ido a la cama. Mientras que Greta estaba caminando de un lado a otro, mordiéndose las uñas para tratar de calmar los nervios que sentía, ya que Mateo aún no había regresado a casa.
—¡Te lo dije! —exclamó Maximus. —Te dije que era una mala idea dejar que Mateo se fuera y no decírselo a papá.
Greta se detuvo, alzando la cabeza para ver a su hermano a quien le encantaba decir ´´te lo dije´´. Al parecer ganaba mucho oro diciendo aquella frase.
—Es el peor momento para que te conviertas en el hermano mayor protector. Ya he cubierto un par de veces a Mateo y ha llegado sano y salvo. No tan tarde como es ahora, pero ha llegado.
Maximus dejó salir una risa al escuchar el descaro con el que su hermana decía aquellas palabras.
—¿Es en serio Greta? ¿Ya habías permitido que Mateo saliera del castillo?
Greta dio unos pasos hacia adelante y se puso al lado de uno de los grandes ventanales que había en el salón. Hizo la cortina a un lado y no vio nada más que las murallas que rodeaban el castillo, las cuales eran alumbradas por las antorchas y por la luz de la luna. La gran puerta principal estaba cerrada, y dos guardias estaban a cada lado, tan firmes como el tronco de un árbol.
—Yo pude tener la oportunidad de ver más allá del castillo. Pude ver el bosque, y para eso no tuve que esperar todos los meses a ir al reino Hatzis para poder salir de estas murallas que asfixian. —dicho esto se volteó mirando a su hermano quien permanecía sentado en uno de los grandes sillones. —Mateo no merece este encierro, solo tiene diecinueve años, mi pequeño Mateo no pidió que hicieras que Elena Georgiou abriera sus piernas ante ti y con lo poco hombre que eres destruiste aquel encuentro de intimidad.
Maximus rodo los ojos haciendo un gesto de desagrado por lo que su hermana le estaba diciendo.
—No sigas con eso Greta.
—¡Es la verdad Maximus! —alzó la voz. —Tu y tus malditas ideas de complacer a papá, solo provocaron que esta guerra iniciara. Y si, ya me cansé de ser una princesa educada que simplemente no puede salir de este maldito reino porque si lo hace todos piensan que mi vagina estará en un periódico cuando salga el sol. Todos me tratan como una prostituta que si salgo lo primero que haré será ir a sentarme en el regazo de un hombre.
—¡Greta! —exclamó Maximus, el cual no lograba entender el comportamiento tan repentino de su hermana.
—Todo esto lo comenzaste tú. Tú eres el único culpable de que tanto Mateo como yo vivamos una vida de mierda. Yo necesito enamorarme, salir y no estar con un hombre de la realeza que lo único que me provoca es repugnancia. —Greta se acercó a su hermano y lo miro con una mirada llena de rabia. —Espero que te sientas orgulloso de lo que hiciste Maximus, espero que papá nunca muera para que nuestro próximo rey no sea un miserable, machista de mierda.
Greta dejó salir un suspiro e hizo una reverencia fingida ante su hermano.
—Con su permiso, futuro rey.
La princesa tomó su camino a las escaleras dejando a Maximus en la sala que estaba perplejo por todo lo que escuchó de parte de su hermana. Era el desahogo más raro que había escuchado en su vida.
...
El rey de Maragos entro a la habitación y en un extremo de la cama observo al príncipe enemigo agachado mientras se ponía sus botas. Al sentir los pasos del rey, Mateo se levantó de la cama y acomodó su camisa para no mostrar tanto su cuerpo.
—Ya debo irme, he estado mucho tiempo fuera y deben de estar preocupados por mí. Además, no soy del agrado de su hermano —expresó el rubio mirando fijamente al rey, quien también lo observaba detenidamente.
—Es lo más lógico. Después de romperle una pierna no creo que te vea con buenos ojos —respondió con una expresión neutra.
—El intento tomarme fotos como se la sacaron a... —Mateo silencio sus palabras. Pensó que sería muy imprudente de su parte si abundaba más sobre aquel incomodo tema.
Deacon seguía con su expresión firme. Sus ojos no mostraban ni tristeza ni alegría, ahora que Mateo lo conocía en persona podía asegurar que el rey era muy frio. Pero también podría ser, que su comportamiento era por todo lo que había vivido en el pasado.
—Sígueme, te llevare afuera.
El rey salió de la habitación dirigiéndose a las escaleras siendo seguido por Mateo, quien estaba rogando por no toparse con Nicolas. Cada escalón que bajaban hacía que las botas de ambos provocarán un crujido, el único sonido que se escuchaba ya que ninguno había pronunciado una sola palabra desde que salieron de la habitación. El príncipe solo se dedicaba a apreciar el castillo de Maragos y cada detalle que tenía el gran salón. Y aunque era un poco antiguo, los diseños de sus antepasados seguían intactos.
Una vez estando en la puerta trasera, la yegua de Mateo lo estaba esperando, pero antes de correr hacia ella, Deacon lo sujeto del brazo haciendo que mateo se detuviera, se diera la vuelta y lo mirara fijamente a aquellos ojos negros. Despues de unos segundos mirándose fijamente, Mateo bajo la mirada lentamente viendo la mano que lo sujetaba con fuerza.
—¿Pasa algo su majestad? —preguntó por el cambio tan drástico del rey. Su corazón palpitaba con intensidad. Lo último que quería era que el rey sea igual que Nicolas.
Deacon soltó el brazo del rubio y acomodó su camisa sin decir una sola palabra. Aun el rubio estaba confundido, pero luego escucho la voz del rey de Maragos.
—Espero verte pronto Roussos.
El rubio se perdió en aquellos ojos brillante. Pestañeo y asintió con una sonrisa en sus labios.
—Yo espero lo mismo, su majestad —añadió dando un paso hacia atrás para ir a donde estaba su yegua. Cuando estaba al lado de Lila, acaricio su melena y con mucho esfuerzo se subió, moviendo sus piernas poniendo a la yegua en movimiento en dirección al reino de Cosmos.