Aquella mañana no tenía ánimos de nada, estaba sentada al borde de la cama, encorvada y con las piernas abiertas mirando detenidamente la puerta cerrada. Su cabello en nudos, enredado y aplastado de un lado indicaba lo bien que había dormido pero lo cansada que estaba de llevar la misma rutina siempre. Levantarse, bañarse, cambiarse, desayunar y estudiar con Seris, se volvía tedioso y aburrido no salir de ese bucle conformista.
Se quedó unos segundos más debatiéndose en si fingir algún tipo de malestar o seguir con su vida. Se decidió por la segunda opción levantándose de la cama con pereza, camino hacia la puerta y con enojo la abrió de golpe haciendo que el aire hiciera un ligero sonido al pasar por sus oídos. Camino golpeando los talones en el madera, captando la atención de Seris en la planta baja. Se asomo por las escaleras observando a su protegida pasar con los puños cerrados y haciendo berrinche hacia el baño.
—Es mejor que cambies tu humor jovencita —sentenció. La joven de cabello morado regreso sobre sus pasos mirándola con el ceño fruncido.
—no quiero— dicho eso echo a correr al baño escuchando las pisadas de Seris, las pisadas de la muerte subir con velocidad para repredenrla.
Se encerró en el baño echando el pestillo, aunque era en vano, aquella mujer podía abrirla con un chasquido y darle sus chachetadas. Su risa de nervios resonó en la pequeña habitación cambiando su ánimo cuando también escucho reír a su madrina.
—prepare molletes* — dijo del otro lado —así que apurate para que empecemos temprano.
—si, de acuerdo.
Abrió la llave dejando que el agua se templara a la temperatura perfecta, ni muy fría, ni muy caliente. Se quito la pijama aventandola a un lado de la ducha, dejando sus senos descubiertos y solo quedando en bragas. No le gustaba dormir con sostén, se le hacía incómodo y llevarlo todo el día era cansado. Metió primero una pierna sintiendo el líquido mojar sus dedos, su rodilla y por último su muslo sintiendo agradable y perfecto su punto.Metió todo el cuerpo de una, su espalda fue la primera para después echar la cabeza hacia atrás y dejar que cayera en su cara despejandola un poco.
No tardo mucho en bañarse, al salir enrollo su cuerpo en una toalla negra, tomó su ropa del piso y salió corriendo a su habitación dejando gotitas de agua a su paso. Se quito la toalla del cuerpo secando las partes que aún quedaban húmedas, echo su cabello enfrente y volvió a enrollar la toalla pero ahora en su cabeza. Busco la crema humectante, loción corporal y ropa interior aventandola toda en la cama. Primero colocaba la crema, después su ropa interior para que por último rociara loción en todo su cuerpo. Entre los cajones de su armario busco un vertido verde y unas zapatillas deportivas negras, era una época del año calurosa y no era tiempo para pantalones y mangas largas.
Bajo trotando aún con la toalla en la cabeza, pasó un pequeño pasillo llegando al comedor donde la esperaba su plato de molletes, jugo de naranja y una manzana. Seris salía de la cocina con su comida colocándola a un lado de la suya, se sentó imitandola igual.
—bien, antes de empezar las clases iremos a comprar unas hierbas a Glorick— Medusa alzó una ceja dando un mordisco a su manzana.
—¿Con los magos? —pregunto sorprendida. No era una novedad que brujas y magos se llevarán mal, tenían ese estereotipo horrible unos de otros, diciéndose cosas que ni al caso, actos tan falsos como la modestia de los elfos— ¿no puedes comprarlas aquí? En la tienda de Mel, él siempre tiene todo lo que necesitas.
—Lo que necesito no lo tiene el— dio un trago largo a su jugo —de hecho, el fue quien me dijo que fuera. Es muy difícil conseguir aquella planta, solo crece en los bosques de Glorick y transportarla hasta acá le cuesta una buena cantidad.
Blanqueo los ojos negando, no le gustaba ir a Glorick o a otra parte que no fuera su pueblo. Siempre hablaban con descaro de las brujas, hombres lobo y hadas. Las otras razas siempre se sentían superiores a ellos por alguna razón, la guerra había terminado hace años como para que ese racismo siguiera existiendo.
—como sea, pero no nos quedaremos mucho tiempo, sabes que me incómoda estar entre magos—Seris hizo una mueca ante su comentario, Medusa sabía que a ella tampoco le agradaba la idea de ir pero, al parecer le urgían aquellas plantas pedorras.
Terminaron de desayunar, Seris se ofreció a lavar los platos en lo que Medusa se terminaba de arreglar. Se hizo dos trenzas enrollandolas por debajo de su cabeza, colocando varias flores en el trenzado. Pinto un poco sus pestañas y se coloco el dije que le había regalado su madre. Era un ópalo, en medio de este tenía una línea negra simulando un ojo de reptil, como los suyos, acompañado de una cadena pequeña de plata que le llegaba hasta la unión de su cuello.
Tomó su bolso donde llevaba dinero, su celular, una navaja, audífonos y un insecto muerto que se le había olvidado sacar. Salieron de casa, encaminandose al centro de Hiria. Había movimiento ese día, todos estaban emocionados por el Litha, una celebración de los 8 Sabbats. Es uno de los días más largos del año donde se encienden hogueras para librarse de los malos espíritus y es la época en que todas las plantas crecen con mayor poder curativo. Llegaron a unas enormes rocas formadas en círculo, con runas grabadas a sus costados.
Ambas mujeres se posicionaron en medio, Seris levantó un poco la mano y con lengua ágil pronunció “Eraman gaitzazu argia joan nahi dudan tokira*". Medusa cerró los ojos sintiendo un hueco en el estomogo, solo duro unos segundos, cuando lo dejó de sentir los abrió encontrándose en el centro de Glorick. Los que por ahí pasaban las miraron con repudio.
Seris tomó su mano comenzando a caminar a alguna dirección que la joven desconocía pero que su protectora sabía. Empezaba a sentirse incómoda con las miradas despectivas que le daban a ella y a Seris; en especial a Seris. Era una mujer confiada y con el autoestima hasta las nubes, como toda bruja. Ese día llevaba un top morado con bordados negros, una falda negra que dejaba ver ambas piernas. Una capa morada que cubría su cabeza y gran parte de su rostro pero, lo más peculiar en aquella mujer era que llevaba un vendaje en los ojos, solo dejando su nariz y boca.