Guia definitiva: Como enterrar a 5 alfas.

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Siempre fue valiente, pese a tener la fuerza y la capacidad de un omega. Le gustaba vivir la vida de esa manera, con ningún tipo de control que frene sus intereses, y se había acostumbrado a vivir de esa forma, así que cualquiera que se cruzaba en su camino y estropeara sus planes a partir de ese momento, la pagaría.

Hernán sintió la fuerza dada por su familia, por primera vez. Pero aun así estaba solo, y toda intervención tenía un límite. Lo supo cuando vio al príncipe de los suspiros recibir la atención que le pertenecían a él desde el comienzo, por su investigación. ¿Su padre podría hacer lo mismo con este alfa? Lo agradecería, pero este alfa estaba fuera de su alcance, incluso del alcance de las manos sobre-protectoras de su padre. El alfa del día anterior era distinto, solo era un alfa, las feromonas que soltaba en medio del dolor eran tan débiles como Hernán. Así que no era un problema para él, no iba a ser un problema, incluso si Hernán lo enfrentase sin ayuda de su padre.

Caminó por los pasadillos de su universidad, tenía al menos dos horas libres para hacer lo que quisiese.

Pero, ¿cómo se vería Selián suplicando piedad? Probablemente, derramaría alguna que otra lágrima, aquellas gotas saladas combinarían muy bien con la expresión de terror podría poner. Y para comenzar sacudiría su cabello negro, para luego pasar sus manos delicadas por esa piel semi-bronceada.

Ayer no pudo ver a ese alfa suplicar, ese hombre estaba inmóvil por la presencia del alfa dominante, su padre. Ugh, aunque quería verlo.

Si quería ver a Selián suplicante, tenía que enfrentarse a solas con él.

Hernán mordió su labio inferior, era lo suficientemente brillante como para pensar en un plan que resultase.

Hernán se tropezó con un grupito de alfas dominantes, en ese pequeño escenario pudo ver al alfa que manejaba sus pensamientos ese día.

—Ten cuidado —dijo un alfa con un tono de arrogancia, realmente odiaba todo una raza.

¿Selián se defendería? Incluso si lo hace, a Hernán no le importaría, probablemente, sus ojos azules oscuros estarían llenos de desesperación, una desesperación a la que Hernán estaba acostumbrado, así que en lugar de enojarse, se compadecería por ese hombre. Hernán liberaría sus labios solo para poder escuchar los gritos que puedan salir de su boca. Sentiría una mínima pizca de lástima, no la suficiente como para dejarlo libre, la suficiente como para regalarle una sonrisa, mientras que, por otro lado, su cuerpo pasaría a ser sometido por las manos lascivas del omega que de vez en cuando viajarían hacia lugares inapropiados, y sus preciados dientes desaparecerían uno por uno. Pero Selián no es como cualquier alfa, él soltaría feromonas sofocantes, que hasta el omega más dominante estaría hilarante al sentirlas, y que por instante Hernán también estaba dispuesto. ¿A qué olería? ¿Flores? ¿Cerezas? Cualquier cosa dulce estaba bien.

Detuvo sus pensamientos en ese instante. Sacudió la cabeza para olvidar lo último, ¿qué situación estaba a punto de imaginar?

¿Ese alfa y tú?

Ja, ja, ja.

Hernán retrocedió, hasta llegar a la mesa donde tenía planeado pasar el resto de su hora libre, mientras pensaba. Le encantaba pensar, esa era una de las razones por la que era un chico brillante. Ocupaba su tiempo para pensar, en lugar de socializar, por eso mismo también era socialmente torpe.

Pero aun así, lucía tan inalcanzable. El omega torció los labios hacia abajo, en un débil desanimo. Observó a Selián desde lejos, sentado en el banquillo más alejado del comedor, sostenía unos papeles. Si se animase a pensar un momento, Hernán creería que ese alfa estaba estudiando la investigación, porque era alguien comprometido, era su asistente, parte de su proyecto después de todo. Incluso si era así, ese alfa estaba rodeado por personas igual de perfectas que él, muy diferente a Hernán. Un lugar que definitivamente Hernán no pertenecía, incluso si recibía la ayuda de su padre y por más exposiciones que haría.

Y pese a esa lejanía imaginaría, Selián era su asistente. Lo era, y estaba en un rango menor al suyo, incluso si recibiese toda la atención, todo el crédito, sin Hernán, Selián simplemente no tendría proyecto en el cual participar.

Con esos pensamientos en su mente, el omega se paró de su asiento dirigiéndose hacia el lugar del alfa. Había hablado anteriormente con él, al menos un par de días a la semana, los días en que estaban trabajando para el proyecto, pero no podía ocupar esos momentos para hacer vida social, no era para nada profesional de su parte.

Además, ¿no sería mejor si las demás personas de su rango, y su rango superior, se enteraran de que ese alfa estaba siendo instruido por un omega? Sí, el alfa que tanto admiraban e idolatraban.

El omega se paró frente a su objetivo, con una enorme sonrisa, por alguna extraña razón el grupito había formado un silencio ensordecedor. Y por otro extraña razón, la presencia del omega estaba tan fuera de lugar, tanto por su delicadeza extrema que lograba resaltar entre todo ese cúmulo de testosterona que desprendían los demás, y por la clara diferencia de altura. Hernán era claramente el más pequeño entre todos.

Estaba preparado para ser expulsado. ¿Cómo se lo ocurría hacer eso? Peor, ¿qué es lo que lo había impulsado a hacer semejante atrocidad? Sus mejillas se enrojecieron, sintió un ardor profundo en todo su rostro. Se arrepentía, así que estaba preparado para que la tierra lo devorase en un bocado, no, no importaba si era en uno solo, porque era realmente pequeño.

Y entonces, el rostro de enfrente se iluminó.

—Hola, Hernán. —saludó el alfa. Su cabello negro resaltó en todo su semblante, su sonrisa resplandecía frescura y una energía que podría animar a cualquiera, sus ojos azules eran puntiagudos, tenían una extraña forma, como la de un precioso gato, que lo hipnotizaban, sí, hipnotizar, Hernán fue hipnotizado.

Nunca lo había imaginado, nunca, nunca, nunca; que su nombre podría ser pronunciado de una forma tan bella y por una voz tan hilarante.




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