Gz: Equipo Z

Capítulo 8-El Guerrero perdido

El aula estaba llena de murmullos y el murmullo constante de los ventiladores, pero para Manuel, Miguel y Merlín, nada de eso importaba demasiado. Sentados en los últimos bancos, discutían en voz baja sobre los últimos ataques y las amenazas que se cernían sobre Mhuel.

—No puedo creer que cada semana haya un monstruo distinto —susurró Miguel, girando su martillo entre las manos mientras la clase continuaba—. ¿Cómo es que siempre aparecen en lugares tan… estratégicos?

—No es casualidad —respondió Manuel, con el ceño fruncido—. Siempre buscan puntos de control de la ciudad: primero el reloj, después la estatua, luego el autobús… ahora sospecho que buscan obstruir el tráfico o los accesos críticos.

Merlín rodó los ojos, apoyando la cabeza en la mano.

—Eso me suena a plan maestro de película de acción barata, pero sí, tiene sentido. Y lo peor es que parece que cada monstruo está… conectado a algo más grande.

—Hablando de conexión —intervino Miguel—, este fin de semana tenemos que probar de nuevo nuestros brazaletes. Necesitamos ver si detectan el ataque antes de que suceda. Puede ser nuestra única advertencia temprana.

Los tres se miraron con determinación. Ninguno necesitaba palabras: sabían que cualquier retraso podía costar vidas.

El viernes por la tarde, después de clases, se dirigieron al taller de prácticas, convertidas en su base de pruebas improvisada. Cada uno colocó su brazalete, y Manuel activó el dispositivo central que sincronizaba los tres.

—Listo —dijo—. Ahora solo hay que esperar.

El reloj avanzó lentamente, pero en cuestión de minutos, un destello rojo iluminó los cristales de sus brazaletes y un pitido agudo resonó en la habitación.

—¡Alerta de ataque! —exclamó Merlín, levantándose de inmediato—. Esto significa que algo está ocurriendo en la ciudad.

El holograma que proyectaba el doctor Veyra apareció entre ellos, mostrando un mapa en tres dimensiones de Mhuel. Un punto brillaba en la entrada sur: el puente principal que conectaba la ciudad con la autopista, ahora cubierto por una energía negra pulsante.

—Parece que esta vez el enemigo ha elegido un lugar estratégico —comentó Manuel—. Si bloquea el puente, la ciudad quedará aislada.

—¿Un puente? —dijo Miguel, frunciendo el ceño—. ¿Cómo demonios se supone que un puente se convierta en monstruo?

—Mhuel nunca deja de sorprendernos —dijo Merlín, ajustando el bastón y encendiendo su traje verde—. Solo hay una forma de averiguarlo.

Con un resplandor que iluminó toda la calle, los tres activaron sus trajes de latex: rojo, azul y verde brillando en perfecta sincronía. En segundos, estaban sobrevolando la ciudad en dirección al puente, cada paso retumbando con la determinación de proteger a los ciudadanos.

Al llegar, lo que vieron los dejó sin aliento. El puente, antes sólido y estable, se retorcía como una serpiente gigante de metal y concreto. Sus arcos se arqueaban como mandíbulas, las luces del tráfico se reflejaban en sus superficies deformadas, y de debajo de él emanaba un rugido que parecía resonar en el corazón de la ciudad. Vehículos quedaron atrapados y las personas corrían buscando refugio.

—¡Es enorme! —gritó Miguel—. Nunca imaginé que algo así pudiera moverse.

—No podemos perder tiempo —dijo Manuel, blandiendo la espada—. Debemos trabajar juntos desde el principio.

Merlín, con el bastón apuntando al puente, dejó escapar un gruñido de concentración.
—Esto va a ser complicado… y probablemente doloroso.

El puente lanzó una serie de escombros y vigas que cayeron hacia ellos como látigos metálicos. Miguel bloqueó con su martillo, creando una onda de energía azul que desvió los objetos; Merlín levantó barreras de luz verde para proteger a los civiles atrapados; Manuel cortaba brazos de concreto y vigas que amenazaban con derrumbarse.

—¡Tenemos que debilitarlo! —gritó Manuel—. Miguel, haz retroceder las columnas que pueda, Merlín, bloquea y mantiene sus ataques lejos de nosotros.

El puente avanzaba de manera amenazante, como si supiera que estaba siendo atacado. Cada golpe resonaba como un terremoto en la ciudad, y por un instante, Manuel temió que no serían capaces de detenerlo.

—¡Concentración! —gritó Miguel—. No solo fuerza bruta. Cada movimiento cuenta.

Después de varios intentos fallidos, los tres guerreros lograron coordinar un ataque combinado: Manuel cortó con “Corte Solar” las juntas principales del puente, Miguel canalizó toda su fuerza con “Martillo del Corazón” para levantar secciones inestables y Merlín creó un círculo de barreras de luz verde que concentró toda la energía del ataque en un punto vital del puente.

Un rugido final sacudió la ciudad mientras el puente se agrietaba y finalmente colapsaba en un resplandor de fragmentos de metal y concreto flotante, sin causar daños a los vehículos ni a las personas cercanas gracias a las barreras protectoras de los tres.

El laboratorio estaba silencioso, más de lo habitual. Las luces parpadeaban suavemente, y las pantallas holográficas mostraban datos en espera. Manuel, Miguel y Merlín entraron tras la intensa batalla contra el puente, con sus trajes todavía brillando tenuemente.




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