Gz: Equipo Z

Capítulo 10- La traición revelada

El laboratorio estaba iluminado por la luz fría de las pantallas holográficas, proyectando símbolos y códigos que parecían no tener fin. Manuel, Miguel y Merlín entraron con paso apresurado, todavía con la adrenalina del último combate contra las muñecas poseídas. El silencio era extraño, incómodo.

Veyra, el doctor, estaba inclinado sobre una consola, con el ceño fruncido y las manos temblorosas mientras revisaba gráficos en tiempo real. El sudor resbalaba por su frente.

—Doctor, ¿encontró algo sobre el portal? —preguntó Miguel, rompiendo el silencio con un tono urgente.

Veyra negó con la cabeza, apartándose los lentes con nerviosismo.

—He rastreado todas las lecturas... pero no hay rastro. El portal no está en la ciudad, al menos no en el plano que conocemos. Alguien lo está ocultando.

Manuel frunció el ceño.

—¿Alguien? ¿Quién podría tener ese poder?

Veyra se giró lentamente hacia ellos, con la mirada sombría.

—No es un "quién"... es un "dónde". El portal está siendo mantenido desde dentro de la facultad.

Los tres se miraron sorprendidos.

—¿Desde la facultad? —repitió Merlín, incrédulo—. Eso significa que...

—Sí —interrumpió Veyra con voz grave—. Uno de sus profesores está colaborando con la Luz Negra.

Un escalofrío recorrió la sala. Las alarmas internas del laboratorio comenzaron a sonar, proyectando imágenes en las pantallas. Una figura envuelta en sombras apareció en una grabación reciente: un hombre alto, con una capa oscura que se confundía con la penumbra. El rostro se hizo visible entre interferencias: era el profesor Ezequiel Torren, uno de los más respetados académicos de la facultad.

—¡No puede ser! —exclamó Miguel, golpeando la mesa—. ¡Ese tipo nos dio clase ayer!

Veyra bajó la mirada, como si confirmara una vieja sospecha.

—Torren... siempre supe que sus investigaciones en física cuántica iban más allá de la ética. Pero jamás imaginé que se entregaría por completo a la oscuridad.

La grabación continuó: Torren, rodeado de símbolos negros en el suelo, pronunciaba palabras en un idioma olvidado. Tras él, un resplandor oscuro giraba como una espiral. Era el portón de la oscuridad, creciendo lentamente.

—Escuchen bien —dijo Veyra, girándose hacia ellos con una expresión grave—. El objetivo de Torren es abrir un portal lo suficientemente grande para que la oscuridad consuma Mhuel por completo. Y cuando eso ocurra... no habrá vuelta atrás.

El silencio se rompió con un estruendo: la consola principal explotó en chispas, proyectando humo. En la pantalla central apareció una transmisión directa. Era Torren, su rostro deformado por una sonrisa macabra.

—Así que ya lo saben —dijo con voz distorsionada—. Bienvenidos a la verdadera guerra. Creyeron que podían detener a la oscuridad con rayos de colores... pero yo soy la llave que abrirá la puerta.

—¡Torren! —rugió Manuel, acercándose a la pantalla—. ¿Por qué haces esto? ¡Éramos tus alumnos!

El profesor soltó una carcajada hueca.

—Porque la luz es una mentira, Manuel. La oscuridad es la verdad. Y muy pronto, ustedes tres se arrodillarán ante ella... o morirán con Mhuel.

La transmisión se cortó. El laboratorio quedó en penumbras, iluminado solo por las luces rojas de emergencia. Veyra se dejó caer en una silla, agotado.

—Escuchen bien, chicos —dijo con un hilo de voz—. Si Torren logra abrir el portal, todo terminará. Debemos detenerlo... aunque eso signifique enfrentarnos a alguien que una vez fue de los nuestros.

Manuel cerró los puños, su mirada llena de furia.

—Entonces no hay más tiempo que perder. Vamos a cazar a ese traidor.

Miguel y Merlín asintieron con determinación. Sabían que el próximo enfrentamiento no sería contra una simple criatura... sino contra un hombre que conocía todas sus debilidades.

Afuera, la tormenta oscura rugía, como un presagio del caos que se avecinaba.

El aire en la facultad estaba cargado de tensión. Los pasillos, normalmente llenos de estudiantes, ahora estaban vacíos y oscuros. La luz de las lámparas parpadeaba mientras el sonido de los pasos de Manuel, Miguel y Merlín resonaba en la inmensidad.

Merlín apretaba los puños, sintiendo la energía mágica vibrar en ellos.

—No me gusta esto… Está demasiado tranquilo.

De pronto, una voz profunda rompió el silencio.

—¿Buscaban respuestas? —dijo Torren, el profesor de Estrategia Dimensional, caminando lentamente desde el centro del pasillo. Sus ojos ahora eran un abismo negro, y marcas oscuras recorrían su piel.

Miguel retrocedió un paso.

—¿Torren? ¿Qué… qué te pasó?

El profesor sonrió con una calma siniestra.

—Lo que siempre debió pasar. Veyra les llenó la cabeza de mentiras. Ustedes no son héroes… son piezas. Yo, en cambio, seré el arquitecto del nuevo orden.

De repente, el suelo tembló. Una grieta oscura se abrió detrás de Torren, revelando un portal inestable que expulsaba corrientes de energía negra. El aire se volvió pesado, difícil de respirar.




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