Seis meses atrás
Era una tarde fresca en un festival de música de un alegre pueblo al centro el país; los árboles bailaban al son de la melodía distante que invitaba a los locales ajenos a acercarse al holgorio. Ahí me encontraba yo, a punto de subir en solitario al modesto escenario con un público conformado por una cantidad considerable de jóvenes y padres que esperaban atentos por el siguiente artista mientras disfrutaban de todo entre cervezas y bocadillos.
Al momento de salir fui inundado por un intenso aroma a palomitas de maíz y manzanas caramelizadas lo cual encontré extrañamente reconfortante y saludando a todos me acerqué al micrófono y me presenté sin estar del todo cómodo con la mirada de cientos de ojos sobre mí ya que estaba acostumbrado a bares con pocas personas. Hablé un poco de mi música y lo que significa para mí mientras afinaba mi única acompañante, mi guitarra y sin más luego de unos breves minutos cerré los ojos elevando una silenciosa plegaria a los dioses de la música antes de abrir los labios para finalmente cantar.
Al momento de hacerlo los asistentes guardaron un silencio que me alertó pues mi música no combinaba con el entorno, mi música es para disfrutar en entre la oscuridad y la nostalgia; la melancolía es mi musa, aun así, este lugar era un nuevo comienzo y debía aprovecharlo. Al finalizar la canción abrí los ojos poco a poco y respiré profundo por la nariz notando rápidamente como todos sonrieron y estallaron en un mar de aplausos que hicieron que el alma regresara a mi cuerpo. Aparté el cabello de mi rostro y agradecí antes de contar sobre la siguiente canción hasta finalmente volver a rendirme ante la melodía solo para ser nuevamente recompensado con aplausos y vitoreo que por fortuna se mantuvieron a lo largo de mi presentación.
El sol descendió frente a mis ojos mientras la brisa alborotó mi cabello e hizo que mis pulmones volvieran a llenarse con ganas de cantar una última canción antes de despedirme, me aseguré que fuera un poco más ligera, movida y que todos la conocieran por lo que decidí interpretar un cover, en cuestión de segundos noté como algunos se movían al ritmo de mi guitarra. Una chica llamó mi atención; era hermosa y estilizada, se movía con una gracia innata que solo alguien con técnica poseía y era alabada por algunas personas que rápidamente hicieron un círculo a su alrededor proporcionándole así su propio escenario.
Sonriente al ver lo que mi música había ocasionado admiré desde la distancia a la castaña que bailaba poniendo su alma en lo que hacía hasta que para mí desgracia mi tiempo se había agotado. La canción terminó con y con eso los gráciles movimientos de la chica que sonrió amablemente a quien la alentaba solo para limpiarse el rostro y alejarse a paso afanado.
Fruncí el ceño brevemente, pero abracé mi guitarra y agradecí una vez más a todos por el recibimiento relajando mi gesto hasta alejarme entre aplausos a la parte de atrás en donde esperaba el siguiente cantante.
— ¿Qué piensas del pueblo?
Inquirió Rami, mi único contacto en este lado del mundo. Tomé la botella de agua que me brindaba y lo miré mientras bebí con ansías.
— Parece que les gustó mi música.
Al escucharme Rami rió entre dientes y negó con la cabeza tomando mi guitarra para guardarla en su estuche.
— Les gusta todo lo que sea nuevo, si te conviertes en un local pronto hablaran mal de ti.
Reí ante aquello y le di un pequeño empujón a mi hermano.
— Vamos por una cerveza.
Pedí necesitado y sin más nos alejamos hacia el bar más cercano.