Habibi

Capítulo 3: Penélope Waters

*Ethan*

 

Supe quién era al momento de verla en el estudio de ballet ayer por la tarde, deliberadamente lo omití pensando que se acordaría, pero no lo hizo. Fue difícil para mí olvidarla pues nadie nunca se había sumergido tanto en mi música hasta danzar entre la multitud, no deben juzgarme, las primeras veces no suelen olvidarse.

Cuando salí a escena en el bar volví a verla esta vez en compañía de mi hermano y su novia, debo admitir que fue una sorpresa porque, aunque le dije que nos volveríamos a ver no me refería a hacerlo dos veces en el mismo día, aun así, me gustó toparme con ella y seguirle con la mirada en todo momento, fue un juego interesante del que disfruté mucho.

Algo que sí llamó mi atención al momento de llegar a su apartamento fue el cambio de actitud drástico; pasó de estar relajada a tener un aspecto ansioso, intenté darle un poco de espacio al regresar a mi apartamento, pero para mi sorpresa insistió en que me quedara con ella obligándome entre otras cosas a volverme fanático de su peludo gato.

Le ayudé a preparar unos emparedados para acompañar las pocas rebanadas de pizza, la acompañé en la cena, incluso le ayudé a quitarse el poco maquillaje que llevaba; ayer no fui un desconocido con su guitarra, fui su más viejo amigo y para mi sorpresa disfruté cada minuto de su compañía.

— ¿Estás despierto?

Me estiro lo más que puedo en el diminuto sofá y bostezo asintiendo cuando el rostro de Penélope aparece en mi campo de visión. Lleva su cabello atado en lo alto de su cabeza y algo brillante en los labios.

— Buenos días. —Me obligo a levantarme quedando sentado para recibir una humeante y bien necesitada taza de café— ¿Cómo has dormido?

Penélope se sienta cerca de mí bebiendo de su taza.

— Bastante bien, gracias. Lamento no tener una habitación extra para ti, mi sofá no te hace justicia.

Río un poco y niego con la cabeza deshaciendo sus palabras con un gesto vago de mi mano libre.

— Descuida —aseguro bebiendo del café mientras aparto algunos mechones de cabello de mis ojos— y, bueno, me alegro que hayas tenido una buena noche. Ayer parecías un poco ausente.

Al escuchar mi comentario Penélope niega un poco con su cabeza y suspira como si de repente hubiese recordado algo.

— Lo siento es que tu confesión ayer me dejó fuera de lugar y debo pedirte nuevamente que por favor no le digas a nadie que bailo.

La miro directamente a los ojos intentando descifrar ¿qué demonios está mal con bailar? Notando como su rostro se esconde detrás de la enorme taza de café cuando da un sorbo de la misma me remuevo un poco en mí asiento sintiendo una especie de compasión por la pobre chica.

— Te lo he prometido Penélope, soy un hombre de palabra. Puedes confiar en mí. —Admito dejando mi taza a un costado aprovechando el movimiento para estirarme otro poco.

Agradecida asiente con una media sonrisa en sus labios antes de regresar a su bebida. Al terminar la mía me excuso pidiendo indicaciones para acercarme al baño y así poder lavar mi rostro escuchando como en algún lugar de la sala dos tonos de celulares empiezan a sonar al unísono, reconociendo mi tono regreso a mis cosas acariciando en el camino al peludo gato que me sigue a todos lados hasta dar con la incesante llamada entrante de un número desconocido.

Penélope se aleja excusándose al atender la llamada dejándome solo para hacer lo propio, extrañado y curioso respondo la llamada sorprendiéndome al escuchar una voz femenina al otro lado de la línea.

— ¿Eres Ethan, el chico que cantó en el bar ayer?

Vale, eso no lo esperaba.

— Si, soy yo. —Comento en lo que empiezo a recolectar mis pertenencias.

— Lamento incomodarte, Rami me ha dado tu número. Soy Sofía por cierto y bueno —ríe un poco— sólo quería decirte que tu música ayer hizo estragos conmigo. Eres muy bueno.

Río por lo bajo y agradezco sinceramente. No puedo quejarme, desde que llegué al pueblo muchos han sido receptivos a lo que tengo por ofrecer y cuando no tienen idea de lo que hago siguen siendo bastante amables, eso en comparación con mi ciudad natal es una gran diferencia; en Bélgica todos son bastantes impersonales y distantes. Las ciudades son lo suficientemente grandes como para que nadie esté pendiente de quien pasa por su lado, aquí. Aquí es todo más fraternal.

—  Mmm estaba pensando si podíamos tomar algo en la noche —la propuesta me toma por sorpresa, pero gustoso acepto con la condición de hacerme cargo de todos los gastos de la velada. Por fortuna y luego de un par de intentos Sofía acepta con voz emocionada y poco después nos despedimos con la promesa de volverla a llamar dentro de un par de horas.

Cuando me doy por bien servido con todo escribo unas rápidas respuestas a los mensajes de mi hermano para luego llevar la taza al lavado en donde me encuentro con Penélope con los ojos rojos al igual que la punta de su nariz, preocupado me acerco un poco.

— ¿Te vas? Iba a preparar algo para desayunar.

Su voz quebrada me hace fruncir el ceño, pero muy a mi pesar asiento y me encojo de hombros. Tengo trabajo por terminar y canciones que escribir.



#25895 en Novela romántica
#5954 en Joven Adulto

En el texto hay: musica, romance, jovenadulto

Editado: 05.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.