- ¿Llevas todo? - preguntó mamá cuando ya había puesto un pie fuera de casa.
Tan típico de ella, interrumpirte segundos antes de que comiences a hacer algo.
- Creo que sí, má. Llevo tus besos en un frasco y tus frases en otro, recuérdame usarlos antes de que se pudran - le pedí.
Ella rodó los ojos, pero sonreía, haciendo que la escena brillara, me extraña antes de que me vaya, así son las madres.
Entrecerré los ojos. Era demasiado brillo para mi gusto.
- ¿Llevas tu cepillo de dientes? - preguntó.
Sabía de antemano que la cosa se iría para largo, así que cerré la puerta cuando volví a entrar a la casa.
- Sip. - en realidad no lo llevaba, lo había olvidado, pero aceptar eso es hacer que mamá habrá mis maletas para ver que más había olvidado.
Compraría otro en la tienda de la esquina, solo es un cepillo.
- ¿Tus ganas de ir a clases?
Hice un ruido con la boca, imitando a papas friéndose.
- Creo que esas se me quedaron, quizá las perdí, quien sabe. No creo que regresen, no las trataba bien.
Me abrazó.
- Voy a extrañar ese sarcasmo y todo lo que conlleva - murmuróo. sabía que estaba a punto de llorar
- ¿aunque deje los calcetines sucios por todo el piso?
- Jamás haces eso.
- Ya lo sé, solo quería hacerlo más cliché.
- Adoro como eres, Zacky, no cambies.
- No lo haré.
- Puedes salir con los chicos que quieras, pero que no pertenezcan a pandillas ni que sean cobradores de impuestos.
Mamá sabe que tengo ciertos gustos excéntricos. También sabe que me gustan los chicos. Recuerdo ese fabuloso día, que de fabuloso solo tenía el nombre del desinfectante que usamos para limpiar las sabanas después. Había tenido un sueño húmedo, llorando se lo conté a mamá.
Primero se rio y me dijo que no entendía por qué lloraba, hasta que le dije que había soñado con un chico.
Su rostro palideció, lo recuerdo muy bien. Y me abrazó, también recuerdo la sensación. No estoy seguro de que hablara o no, pero en mi mente se escurre una frase que ella quizá no dijo, pero yo la sentí; ''No importa quien seas, eres mi hijo''
Después de eso me trajo un montón de libros incomodos sobre mi cuerpo y los cuidados que debo tomar con respecto al ámbito sexual. Fue la peor época de mi vida.
Los libros y charlas cesaron cuando mamá notó que estaba un poco cohibido para hacer amigos. Además, recuerdo muy claramente cuando, a mis 15 años, le dije algo como ''mamá, no tengo ni un amigo, jamás tendría novio tampoco''
Ella soltó una de esas carcajadas que recuerdas para siempre.
- Nada de pandilleros - acepté. - ¿pero electricistas? ¿mamá?
Volvió a reír, con las primeras lagrimas humedeciendo mi camiseta.
- Son los peores. - ahora yo reí.
- No voy a tener novio o algo parecido, nada de sexo casual ni encontrones en callejones, ¿más tranquila?
- ¿desde cuándo dices ''sexo casual''? - cuestionó.
- Es la primera vez que lo digo, me criaste muy bien.
Se separó de mí, tomándome por los hombros y me escudriñó con la mirada. Le devolví la mirada, solo para asegurarle que iba a estar bien.
Ambos reímos al vernos las caras, aunque no tuviera nada de gracioso.
- ¿regresaras cuando puedas? - preguntó.
- Cada fin de semana - prometí.
Ella sonrió. Ambos sabíamos que me saltaría uno que otro fin de semana, pero en lo próximo estaría en casa para su cumpleaños y para navidad sin falta.
Finalmente me soltó y después de un intercambio de ''te amo's'', fui libre de salir de casa.
Detesto esa parte del día, cuando debo dejar a mamá llorando en casa, pero hey, fue idea de ella que estudiara en un internado desde mis 15, todas las vacaciones de verano la visitaban y era el mejor tiempo del mundo, hasta que los cortos 2 meses acababan y debía regresar al internado otra vez.
Esta vez mamá estaba más contenta, pues era mi último año, así que después de eso regresaría a vivir con ella. Al menos durante un tiempo.
Un largo, muy largo tiempo. Obviamente no iba a casarme, vivir solo era atractivo, pero no dejar sola a mamá, así que sería durante un largo tiempo.
No sé si voy muy concentrado en mi lista de canciones, o si me quedé dormido, pero en menos de lo que suspiro, ya estoy en la entrada principal del internado.
Mi último año, señores, estaba emocionado, aunque no lo vaya a admitir, pero eso también significaba mi último año con vistas a Jayden Collins.
Cada año reunía la esperanza de que un milagro sucediera y me asignaran en la misma habitación que él. Sí, bueno, aprendí que eso sólo pasa en las películas. Lo peor del caso es que siempre terminaba en la misma habitación que personas super extrañas.
Mas que yo, y eso es mucho.
Aun no olvido al tipo que le ponía mantequilla de maní a las paletas de naranja.
Me dirigí a recepción de inmediato. Mejor acabar con el martirio desde este momento, nada podía ser peor que Tod Rossel y sabía de antemano que al ya le habían asignado con otro pobre chico. Mi más sentido pésame.
- Buenas tardes - saludé a la recepcionista. - Zack Graham, código de matrícula 55289.
Ella sonrió por cortesía y tipeó rápidamente en su computadora.
- Vaya, eres un joven con suerte. - dijo ella.
Dígame que tengo a Jayden como compañero y a eso le llamaría suerte.
- ¿sí? ¿Quién me tocó? ¿alguien que no escupe? - sonreí.
Ella rio y asintió.
- Estas en lo correcto, Madison Alester dificultosamente escupe.
Mi sonrisa cayó. Era una chica.
¡Una chica!
- Imposible.
Ella soltó una risita, quizá pensando que mi shock se debía a la emoción o algo así. No era eso, en lo absoluto.
- Pues este año estamos incluyendo algunos dormitorios mixtos, hicimos un sorteo, saliste premiado y todo.
Genial. Estoy en un colegio que promueve las relaciones sexuales.
Editado: 16.08.2021