Hay personas que estamos destinadas a amar de lejos, a soñar despiertas y a vivir con la esperanza de algún día ser vistas. Personas destinadas a observar de lejos, a apretar el corazón con besos no correspondidos y a estrujar cada sentimiento mientras observan el amor, sin ser participe realmente. Solo allí observando, siguiendo los patrones, las espontanidad y la belleza del amor. Convenciendose una y otra vez de ser realmente solo un espectador con suerte. Una suertuda por poder disfrutar del amor ajeno incluso cuando no le pertenece. ¿Pero acaso el amor deja espacio a pertenecer a alguien? ¿No es ese un acto de pertenecia que no nos corresponde a pesar de ser capaces de amar?