Hagamos un trato

Capítulo 6

Cuando ingreso al salón, tengo la cara echa un desastre, los ojos están rojos e hinchados, pero llorar me ha hecho bien. Me siento más liviana.

Voy al cuarto de baño a lavarme la cara y despejarme un poco, tengo sueño, pero a la vez no quiero dormir. Todavía faltan algunas horas para que vuelva a venir gente, así que al salir del baño voy a sentarme de nuevo al sofá.

Cierro los ojos y recuerdo mi fiesta de trece años. Mamá había hecho pizzas y solo vinieron mis mejores amigos para ver películas en la casa y pasar el rato. Yo estaba nerviosa, porque sabía lo que pasaría y no quería hacerlo mal, así que practiqué de nuevo por mi brazo un par de veces, y me aseguré de lavarme bien los dientes.

—Oye, solecito —me dijo mamá aquella tarde—. Tengo una pregunta que hacerte —dijo y yo asentí.

Ella se sentó en mi cama mientras me miraba prepararme para la llegada de mis amigos y sonrió.

—¿Hay algo entre tú y Tomy? Digo… ¿son más que amigos? —preguntó.

Su pregunta me llamó la atención así que volteé a mirarla.

—¡No! ¡Somos amigos! —exclamé—. ¡Hermanos! —añadí.

Mamá sonrió.

—¿Tú has visto la cantidad de novelas que hay sobre mejores amigos que se enamoran? —cuestionó.

—¡Asco! —exclamé—. ¡No es mi historia! Y eso es cliché, mamá.

—Claro, y el cliché viene de algún lado, hija… Mira, yo me casé con mi mejor amigo —dijo por papá.

—No sé de dónde has sacado esta idea, mamá, pero no pasa nada entre él y yo.

—Mira, yo pienso que Tomy te ve de otra forma, no como una simple amiga —susurró—, deberías tener cuidado para no lastimarlo, quizás él no te vea como tú lo estás viendo.

—No lo creo, mamá —dije con seguridad.

Ella no dijo nada más, salió de mi cuarto y yo me puse brillo labial con sabor a fresa, sabía que a Tomy le gustaban mucho las fresas, así que ese sería un buen toque para nuestro beso.

Me senté en la cama y me pregunté por qué mamá diría algo así. También pensé en Tomy y en que había dicho que le gustaba alguien. No, simplemente no podía creer que ese alguien fuera yo. Ni siquiera podía creer que a mi amigo le gustara alguien, yo simplemente no lo veía como un chico, pero entonces, ¿por qué planeaba besarlo ese día?

En ese momento llegó Lauri y me sacó de mis pensamientos. Me dijo que me veía muy bella y fuimos a la sala a preparar el resto de las cosas. Los chicos fueron llegando, y esa noche, Tomy estuvo más silencioso que de costumbre. Quizás estaba tan nervioso como yo, o quizá se había arrepentido.

Entonces, cuando los demás comenzaron a irse, él y yo subimos a mi habitación a revisar mis regalos. Y cuando los abrimos todos, quedamos en silencio.

Tomy me dio su tarjeta, la que cada año hacía con sus propias manos. Esta vez era de color amarilla y al abrirla decía que yo era el sol que iluminaba su vida y que no quería perderme nunca, que no se imaginaba una vida sin mí. Pero esta vez no me trajo un regalo, porque el regalo era su primer beso, ya me lo había dicho.

—¿Estás lista? —preguntó entonces.

—Pensé que te habías arrepentido —dije y él negó.

Me quedé de pie delante de él, y él se acercó a mí con lentitud. Me miraba a los ojos como nunca antes lo había hecho, y yo sentía que se me aflojaban las piernas, quizá por los nervios. Se acercó mucho, demasiado, y de pronto sus labios estaban pegados a los míos. Ninguno de los dos se movió, eso no parecía un beso, era solo un choque de labios, pero sin embargo sabía bien.

Tenerlo tan cerca era delicioso, él me tomó de una mano y se apartó un poco.

—Se supone que debemos mover los labios —susurró.

—Está bien —dije y él sonrió.

Cerró los ojos y volvió a acercarse.

Ahora fue distinto, nos dimos un pequeño beso, y entonces fui yo la que comenzó a besarlo, como lo hacían las actrices de las películas. Y él no tardó en seguirme, incluso acarició mi boca con su lengua.

Fue extraño. Por más que pensé que me daría mucho asco, no fue así. Dejé que él investigara mi boca y yo hice lo mismo con la de él. No fue un beso como esos que se ven en la tele, era más una exploración, una especie de práctica. Pero tampoco fue un beso tan inocente para dos niñatos de trece años, veíamos muchas películas y nos sentíamos muy en confianza como para experimentar.

Después de un rato, y con la respiración agitada, Tomy se apartó de mí y se echó en la cama.

—¡Wow! ¡Eso fue exquisito! Nunca lo olvidaré —prometió.

Yo me sentí feliz de que le hubiera gustado, y asentí.

—A mí también me agradó —susurré.

Tomy se sentó en la cama y me tomó de la mano, acarició un mechón de mi pelo y me sonrió.

—Podría besarte toda la vida —dijo y yo abrí los ojos bien grande.

Eso no estaba en los planes, pero no sabía si me disgustaba.

—Creo que no podemos seguir besándonos si somos amigos, ¿no? Sería peligroso —añadí—, se supone que solo era una práctica…

No sé por qué dije aquello, creo que estaba nerviosa y no me sentía lista para meterme con Tomy en una relación de amigos especiales.

—¿No te gustó? —inquirió confundido.

—No es eso, claro que me gustó… pero no deberíamos mezclar las cosas, Tomy. Somos amigos, hermanos, y aunque esto fue una práctica y me haya gustado, no quiero que las cosas entre nosotros cambien.

En ese momento no entendí su frustración, pero percibí su tristeza ante mis palabras. Quizá mamá tenía razón, quizás él sentía algo por mí.

Aquello, en vez de gustarme, me asustó. Yo no quería que Tomy se enamorara de mí, yo no quería perder a mi mejor amigo, no quería que las cosas se complicaran entre nosotros. Así que tomé la decisión de alejarme un poco, mientras las cosas volvían a su normalidad.

Y no sé si ese fue el principio del fin, o si fue el mismo beso, pero desde ese día nuestra amistad cambió, y aunque a veces lográbamos entrar en ritmo, muchas otras nos equivocábamos y confundíamos las cosas. El límite entre él y yo se hizo difuso, confuso, y eso fue el inicio de todos nuestros problemas.




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