Hagamos un trato

Capítulo 8

Cierro la puerta y me siento en su cama, creo que me tiemblan las manos así que dejo la taza en la mesa de noche. Atrás de la puerta hay un afiche, es un poster viejo del grupo favorito de Tomy, aún recuerdo cuando lo consiguió.

—Se lo robé a Mario —susurraba mientras lo colgaba tras su puerta—. Él tenía muchos, no se dio cuenta. Creo que su hermano tiene una imprenta y le encargaron hacer estos para una revista.

—¿No te han dicho que robar está mal? —le pregunté yo y él se encogió de hombros.

—Es solo un pedazo de papel —afirmó y se dio media vuelta para sentarse a mi lado—. Oye, ¿has escuchado sobre la fiesta de Loli? Es el próximo fin de semana.

Cuando esto, ya teníamos catorce años, casi quince.

Claro que había escuchado sobre esa fiesta, Loli era una chica de último año y estaba planeando hacer una fiesta de parejas por el día de San Valentín, que también era su cumpleaños. Se suponía que cada quién debía ir con alguien, como en esas películas norteamericanas que tan lejanas estaban a nuestra realidad. Estaba invitada toda la escuela, bueno los de los tres últimos años.

—Sí, ¿vas a ir? —quiso saber.

—No lo sé… —respondí—. Si alguien me invita —añadí encogiéndome de hombros. ¿Tú?

—Bueno… yo quiero ir… pero hay que ir en pareja.

—Podrías invitar a Sofy —agregué.

Sofy era una compañera que estaba enamorada de Tomy y me había pedido que la ayudara a conquistarlo, bueno, en realidad teníamos una especie de trato.

—¿Sofy? ¿Por qué ella? —preguntó frunciendo el ceño.

—Creo que le gustas —respondí encogiéndome de hombros.

—¿En serio? —inquirió con sorpresa y una sonrisa se le pintó en los labios.

—No digas nada, se supone que es un secreto —dije amenazándolo con el dedo índice.

—Está bien… Bueno, yo más bien pensaba…

Tomy se giró a mirarme, nos quedamos viéndonos a los ojos como ese día que nos besamos. La verdad es que en ese momento me sentí incómoda, no habíamos vuelto a hablar de aquello hacía mucho tiempo, pero yo no quería repetirlo y se lo había dejado claro, o eso pensé.

—Yo no creo que vaya —dije levantándome y caminando hacia la ventana—. No creo que papá me deje ir a una fiesta de parejas —añadí.

—Si quieres no voy —se apresuró a decir él—. Podríamos quedarnos a ver una película o hacer algo de lo que siempre hacemos.

—No, tú tienes que ir, con Sofy —insistí—. Le prometí que te convencería de invitarla —añadí y me mordí el labio.

No sé por qué aquello se sentía extraño. Tomás suspiró y se cruzó de brazos.

—No me gusta esa tal Sofy —añadió.

—Hazlo por mí, solo por esta vez —rogué—. Además es muy buena, y es bonita.

—Pero no me gusta —siguió él con enfado.

—Mira, ella es muy insistente contigo —admití—, y le dije que intentaría convencerte de que la invitaras si me deja en paz y ya no me pide que te hable de ella.

—¿Te molesta eso? —preguntó.

—Sí, porque no quiero estar hablando todo el día de ti con mis amigas —exclamé.

Tomy volvió a bajar la vista.

—Si sales con ella, te prometo que luego podremos ir al cine, tú y yo juntos, o haremos lo que tú quieras… Pero hazlo, por favor —insistí.

—¿Lo que yo quiera? —preguntó Tomy y el brillo en su mirada me asustó un poco.

—Lo que tú quieras —asentí.

¿Qué es lo que podría querer?

Me acuesto en la cama y me meto bajo las mantas, no huelen a su perfume de hace cinco años atrás, pero se siente bien estar en su espacio, estar en el sitio en el que él dormía cada noche y en el que compartimos tantos momentos.

Hacía mucho que no recordaba esas escenas de nuestra adolescencia y ahora me dan un poco de risa, era una niña tonta, no me di cuenta en su momento lo que él sentía por mí. Pero es que yo en esa época de mi vida no sentía nada más que amistad por él, o eso creía.

Miro la ventana y me pierdo en la imagen de mi casa que se puede ver desde allí. Me pregunto cuántas veces Tomy me observó desde esta ventana. Imagino a mi madre cocinando en la casa, preparando algo para toda la familia, imagino el aroma de su comida, me imagino a mí misma en mi habitación haciendo alguna tarea mientras ella canturrea algo en la cocina.

No sé en qué momento los recuerdos se apagan, me quedo dormida, tan profundamente que no creo haber dormido así en meses. El mundo se detiene y me voy a un sitio seguro, a un sitio donde nada duele.

***

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